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El baby-led weaning es seguro si se hace bien pero no evita niños obesos

CRISTINA SÁEZ
BLW. Todos aquellos que tienen bebés o hijos pequeños saben qué significan esas siglas: baby-led weaning, o alimentación regulada por el bebé, un método para comenzar a introducir los alimentos a los niños que cuenta con tantos detractores como defensores. Se trata de ofrecerle al niño, a partir de los seis meses, alimentos sólidos, preparados de forma adecuada, que él mismo pueda coger y meterse en la boca, en lugar de optar por la tradicional papilla a cuchara.
Entre los principales beneficios que se suelen asociar a este método está el hecho de que el bebé se autorregula en función de su sensación de saciedad o de hambre y que, por tanto, al respetar esas señales se previene la obesidad y el sobrepeso más adelante, un problema de salud pública grave. Para poner números a esa afirmación, en 2010 se estima que había 43 millones de niños menores de cinco años obesos o con sobrepeso en el mundo. Y se espera que esa cifra pase de 6,7% de la población infantil de esa edad al 9,1% para 2020.

Y entre los inconvenientes que se le asocian se suele citar el riesgo de atragantamiento, de que el bebé no tome todo el hierro que necesita en una etapa en que es especialmente necesaria una alta ingesta de este mineral y tenga anemia, que no coma lo suficiente y tenga bajo peso o no crezca adecuadamente. Pues bien, un estudio realizado por investigadoras de la Universidad de Otago, en Nueva Zelanda, y recogido en JAMA Pediatrics, arroja luz sobre todas esas cuestiones.
Para empezar, comprueba y demuestra que el BLW es seguro, que no comporta un riesgo incrementado de que los niños tengan bajo peso, ni tampoco de que sufran anemia o carencia de hierro. Tampoco se atragantan más alimentándose así que los bebés a los que dan de comer con cuchara. Ahora bien, al menos según los resultados de esta investigación, este método no evita que a edades tempranas los niños tengan sobrepeso.
“Siempre se ha asumido que si se dejaba que los niños controlaran su propia ingesta de comida entonces serían capaces de juzgar mejor cuándo tenían suficiente”, afirma Anne-Louise M. Heath y Rachael W. Taylor, de la Universidad de Otago, en declaraciones a Reuters Health.
“Nos sorprendió que el hecho de dejar que los bebés regulen su alimentación dándoles sólidos desde el inicio en lugar de papillas no parece mejorar su capacidad para dejar de comer cuando están llenos. Y de hecho tienen las mismas probabilidades de tener sobrepeso que los bebés alimentados con papilla”, añaden.
Las investigadoras realizaron un experimento con 206 mujeres y sus bebés. La mitad de las madres hicieron lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida de sus hijos y aplicaron BLW a partir de entonces, que es la edad a la que la mayoría de guías recomiendan comenzar a introducir alimentos sólidos para complementar la lactancia materna.
Las mujeres de este grupo, además, contaban con una consultora en lactancia que las acompañó durante todo el proceso y recibieron consejo y ayuda para practicar el BLW, sobre qué comidas darle a lo bebés que tuvieran alta energía y fueran ricas en hierro cómo prepararlas para evitar atragantamientos y para que fueran fáciles de coger y de comer.
A los 12 y a los 24 meses de edad los bebés del estudio de ambos grupos no presentaban diferencias en cuanto al peso. Pero sí los niños que seguían una aproximación BLW desde el inicio tenían una mejor actitud hacia la comida y menos problemas a la hora de comer y de probar alimentos nuevos que los niños alimentados con cuchara.
Los niños que seguían BLW en el estudio mostraban que estaban disfrutando más de la comida y tenían menos remilgos a la hora de comer. Además no hallamos pruebas que justificaran afirmaciones previas acerca de que los bebés que seguían un enfoque BLW no comían suficiente, ni tampoco señal alguna de que tuvieran bajo peso”, afirma una de las coautoras del trabajo, Heath, en un comunicado de prensa de la universidad.
No obstante, afirman las investigadoras, este enfoque “no parece mejorar la regulación de energía o de peso en comparación con prácticas de alimentación tradicionales”.
Para Lidia Folgar, nutricionista y autora de “Aprender a comer solo”, “este estudio desmonta los miedos que aún tenían algunos profesionales sanitarios a la hora de recomendar BLW”. De hecho, uno de ellos, el peligro de atragantamiento, ya lo había desmontado este mismo grupo de investigadores neozelandeses en un artículo anterior. No obstante, faltaba por determinar si el BLW producía deficiencia de hierro o algún tipo de retraso en el crecimiento, o bajo peso.
Esta investigación ratifica que el BLW es seguro, explica Folgar a Big Vang. Sin embargo, considera esta experta,no sirve para determinar si el BLW evita o no la obesidad”. En su opinión, “hacen falta estudios a largo plazo y este estudio, además, habla de niños menores de dos años y a esas edades no se suele manifestar ni sobrepeso ni obesidad, no son las edades diana. La clave sería saber si sirve para prevenir el sobrepeso y la obesidad en la edad adulta y en la niñez avanzada, a los 8 o 12 años, que es un periodo de alto riesgo de sobrepeso y obesidad”.
De hecho, el artículo solo muestra una correlación entre el BLW o el método de cuchara tradicional y el peso del niño, sin entrar a analizar mecanismos ni motivos. En un artículo editorial que recoge también JAMA Pediatrics y acompaña la investigación de la universidad neozelandesa, investigadores de la Escuela de Medicina Clínica de la Universidad de Cambridge apuntan que una posible razón por la que los niños tengan una tendencia a comer de más, incluso si hacen BLW, sea por una alteración genética, la misma que predice qué adultos tienen riesgo de sobrepeso y obesidad.
Lo que es importante, considera Óscar García, jefe del Servicio de Neonatología del Hospital Clínic de Barcelona, “es alimentar al bebé de forma responsable, con sentido común. Eso es identificando sus señales de hambre y saciedad, sin obligarlo a acabarse el plato si no quiere. Y eso se aplica tanto a las papillas, si se las das, como si lo dejas que coma él trozos”.
Ahora bien, insiste García, “se tiene que educar al niño, también en la alimentación. Hay que ofrecerle fruta, verdura, pescado, carne, una dieta rica y variada, no solo los alimentos que a él le gusten en función de la palatabilidad que tengan; también hay que poner un cierto control en cuanto a horas. No podemos caer en el extremo de perder un poco el norte y dimitir de nuestra tarea de educadores con el BLW dejando al niño la responsabilidad de su alimentación”.
LA VANGUARDIA, Miércoles 19 de julio de 2017

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