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“Los padres hemos convertido a los niños en un producto de consumo, hiperactivos e hipersexualizados”

CAROLINA GARCÍA

Con el fin de explicar la realidad actual de la infancia y la adolescencia, José Ramón Ubieto, psicoanalista y profesor colaborador de la Universidad Oberta de Cataluña, y Marino Pérez Álvarez, catedrático de Psicología de la Universidad de Oviedo, decidieron estudiar el comportamiento de los más jóvenes. De sus conclusiones surgió el libro Niñ@s Hiper: Infancias hiperactivas, hipersexualizadas e hiperconectadas (NED Ediciones), presentado esta semana. En él, ambos autores inciden en que, en la actualidad, la “infancia se basa en cumplir con los ideales de los padres, en solventar la satisfacción adulta y rendir desde el minuto cero”. “Los padres hemos colonizado la infancia, convirtiéndola en un producto de consumo hiper: hiperconectada, hipersexualizada e hiperactiva”. Según los autores, los progenitores pretenden que los niños actúen como ellos "y no es así, son menores y necesitan pasar por todas las etapas de su desarrollo para construirse como personas. Y no se lo estamos permitiendo”. Es más, sin querer, “estamos interrumpiendo sus pasos evolutivos, acelerando las etapas y su comprensión sobre el mundo, la sexualidad o la muerte, entre otros”, explica Ubieto a este periódico.
Uno de los principales problemas que señala el autor es el fenómeno del naming. “La pasión de querer etiquetarlo todo. Si el niño es agitado, ya es hiperactivo; si no quiere desayunar, está deprimido… y así sucesivamente. Necesitamos ponerle un nombre a todo con el fin de comprender y poder actuar en consecuencia. Pero nos estamos pasando”, afirma el experto. Poner una etiqueta al menor es apuntarle con el dedo, “hacerle creer que le pasa algo y esto puede condicionar su forma de aprender, de desarrollarse. Incluso, que desde muy pequeño se le segregue en un grupo concreto y se le cierren otros posibles caminos. Dejémoslos crecer”. Además, el libro focaliza su atención en temas como la hiperactividad, la depresión infantil, la rebeldía o la realidad digital, temas a los que se enfrentan los más jóvenes y sus familias cada día.

La hiperactividad existe, pero cuidado

“La hiperactividad existe, no se puede negar. Es cierto que hay críticas a su sobrediagnóstico que hacen que muchas veces los niños estén a su vez sobremedicados. Y esto ocurre porque uno de los grandes problemas que tiene este trastorno es que no existen unos fundamentos científicos específicos que expliquen qué se necesita concretamente para poder diagnosticarlo. No se puede solucionar todo con un acrónimo de cuatro letras TDAH (Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad). Cada individuo es diferente y tenemos que actuar en consecuencia y respetar la individualidad de cada uno: hay quien tendrá más problemas de concentración, otro de atención y así en sus múltiples variantes. Lo importante sería tratar a todos los niños caso por caso, en su singularidad”.
Otro ejemplo de etiqueta mal usada, según los autores, se da con la depresión, más concretamente con el trastorno bipolar. No se puede equiparar un trastorno de adultos a los niños, porque ambos lo viven y lo expresan de forma diferente. “El niño lo puede mostrar cuando no quiere hacer una actividad que le gusta mucho o, de repente, no quiere quedarse solo, tiene miedo, no está triste como los adultos ni pierde las ganas de hacer las cosas”, argumenta Ubieto. Y, sobre todo, la gran diferencia, es que en la mayoría de los casos en la infancia el trastorno depresivo está muy relacionado con “lo que se espera de él, con el miedo de no estar a la altura de lo que sus padres quieren”.
Los autores siguen con la rebeldía, y la definen como una ruptura de normas y aconsejan que para afrontarla lo mejor es no olvidar cómo éramos cuando fuimos de jóvenes. “Cuando algún padre me cuenta que su chaval está hecho un rebelde, mi contestación suele ser: “Y usted a su edad, ¿se acuerda de cómo era, de lo que hacía? Según lo que hemos visto, ahora toleramos mucho menos estos episodios, que en su mayoría están relacionados con rencillas en la familia que se deben a nuestra realidad digital, “para mí, esto es la OPA hostil de la familia”, continúa el experto. La mayoría de las peleas en casa se dan, por ejemplo, “cuando de repente le arrancamos al niño el móvil, pero sucede lo mismo con el ordenador, con el IPad…” Y tenemos que ser conscientes de que los aparatos electrónicos se van a quedar con nosotros un rato largo. “Los padres tienen que tender a dar ejemplo de su buen uso en el hogar. No podemos esperar a que el Gobierno regule su uso, tenemos la responsabilidad de hacerlo nosotros. Con medidas como no (suprimir) comer con él, regular el tiempo de uso o que los padres no estemos todo el día usándolo delante de nuestros hijos porque al final, muchas veces, el niño hace lo que ve. Además, un mal uso o, más bien, un sobreuso puede tener consecuencias para el menor como alteraciones del sueño o falta de concentración, entre otras”.
EL PAÍS, Viernes 21 de septiembre de 2018

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