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Maite Vallet: "Desvivirse por los hijos es un error"

ANA DEL BARRIO

En el día de la vuelta al cole, esta pedagoga y fundadora del Colegio Montessori nos da su receta para educar sin autoritarismo ni sobreprotección, pero con autoridad. Comenzamos la lección de la mano de Maite Vallet, autora de libros como "Atrévete con su niñez" o "Atrévete con su adolescencia".

Muchas madres se sienten culpables por no pasar tiempo suficiente con los niños y usted se queja de que ahora pasamos demasiado tiempo con ellos.
Las madres que están todo el tiempo empeñadas en jugar con los niños les están quitando su tiempo de soledad. El hijo tiene necesidad de jugar un montón de horas al día solo y con otros niños de su edad. El disfrute de la soledad es muy importante desde el principio de la vida. Si te fijas, los bebés juegan solos. Pero, casi nadie lo ve porque hay un empeño de que cuando están despiertos, tienen que estar con los adultos.
Que juegen solos no es tan fácil, porque muchas veces reclaman atención.
El bebé se acostumbra a jugar solo desde que nace. Pero los padres empiezan a decir: "¡Pobrecito, solo!". Al final, le hacen dependiente y acaban consiguiendo que el niño se aburra si no hay alguien con él.
¿Desvivirse por los hijos es un error?
Sí, indudablemente. Los hijos no necesitan a alguien que se desviva por ellos sino a alguien que viva con ellos para enseñarles a afrontar los retos de la vida en cada etapa.
Antes el niño era un ser invisible que sólo tenía que obedecer al adulto. Ahora, es el rey de la casa. ¿Qué ha pasado?
A medida que nos vamos civilizando, nos olvidamos de que hay cantidad de cosas que son instintivas. Los reyes de la casa tienen que ser papá y mamá. Cuando le convertimos en el rey de la casa y empezamos a girar en torno a él, le creamos un ambiente que no es el suyo, es el nuestro. ¿Qué pintan los niños tomando el aperitivo? Estamos haciendo que los niños hagan vida de adultos.
¿Estamos 'adultizando' a los niños?
Exacto y eso les está perjudicando.
Dígame algún mito educativo que hay que desterrar.
El de que los padres tienen que dedicar el máximo de tiempo a sus hijos. El tiempo tiene que ser de mucha calidad, pero no de mucha cantidad. Los padres están mucho tiempo con sus hijos, pero no ofrecen tiempo de calidad porque no saben.
¿Cuál es entonces el principal pecado de los padres a la hora de educar?
No facilitar que el niño juegue. Los niños de ahora no han aprendido a jugar sin consolas. Los padres no se dan cuenta del perjuicio tan grande que eso les crea.
De hecho, todos esos juegos que se transmitían de manera espontánea como el escondite y polis y cacos están desapareciendo.
Una de las cosas que enseño al profesorado es que hay que organizar el espacio de recreo y enseñar los juegos a los niños. No es que les aburran esos juegos sino que no los conocen. Cuando nosotros éramos niños, sólo teníamos que ver a los mayores. Hoy en día es obligatorio, tanto para el profesorado como para los padres, enseñarles a jugar y regalarles juguetes que no sean electrónicos.
¿Algún otro error?
No enseñarles a ser autónomos en su vida diaria. Los padres tienen que enseñar a sus hijos a vestirse solos, a comer, a ordenar, a lavarse y a dormir en su cuarto toda la noche. Así al niño se le traslada que es capaz de valerse por sí mismo. Cuando se lo hacemos todo, lo que le transmitimos es que depende de nosotros para vestirse o para dormir. Hacemos por ellos todo lo que tendrían que hacer solos. El otro pecado sería el de no saber poner límites.
¿Por qué nos cuesta tanto fijarlos?
El niño que no tiene límites es un tirano. Es inseguro y esa inseguridad se la da el poder hacer todo y tener todo a cambio de nada. El niño tiene que saber que puede llegar hasta aquí y hasta aquí, no. Pero el límite debe tener fijada antes la norma. Sin embargo, los primeros que se saltan los límites son los padres. Por ejemplo, amenazan con "vas a ir al cole con los deberes sin hacer" y, al final, se los hacen.
Hay una corriente actual que sostiene que se debe educar sin gritos ni castigos. ¿Cómo se imponen entonces los padres?
El método del autoritarismo con castigos funciona. Sin embargo, la disciplina tiene que ser interna y que el niño sepa que no puede hacer determinadas cosas. Para llegar a eso, se debe dejar claro qué es lo que debe y no debe hacer. El niño cuando sabe que estamos diciendo un "no" firme, lo respeta.
En la época de la generación EGB volaban las zapatillas y nos llevábamos un cachete a la primera de cambio. Tampoco hemos crecido con ningún trauma.
Estoy en contra de cualquier sistema autoritario porque consigue una disciplina externa y hay que lograr la disciplina interna. Cuando tengas ganas de pegar, ya seas padre o hijo, tienes que aprender a controlarte y a separarte.
A veces, la disciplina externa, o sea un bofetón, te hacía asimilar la disciplina interna.
No, te ayuda a saber que eso no lo tenías que hacer. Pero el método que aprendías era: "Si yo me porto mal, tienen derecho a pegarme". El mensaje tiene que ser que si te portas mal, te tienes que separar, no porque estés castigado, sino porque tienes que aprender a controlarte. Los padres tienen que enseñar, no imponerse.
¿De qué manera frenamos la hiperpaternidad que está tan en boga?
Es importante que los niños se den golpes para aprender a no dárselos. Un niño que monta en bicicleta se tiene que caer varias veces y, a base de caerse, aprende a controlar la bicicleta. Lo más importante es tener claro qué consecuencias tiene la manera de educar sobreprotectora, la autoritaria y la educación con autoridad, que es la que propongo yo. La persona con autoridad es la que enseña a ser autónomo, a poner límites y establece consecuencias.
"Cualquier ayuda innecesaria es un obstáculo para su desarrollo", decía la pedagoga italiana María Montessori.
Exacto. Tenemos que ofrecer a nuestros hijos toda la ayuda que necesiten, pero sólo esa. Si les ofrecemos más, impedimos el esfuerzo y al hacerlo, impedimos el aprendizaje. Si evitamos que se caiga, conseguimos que el niño no desarrolle el reflejo de caída.
¿En qué se diferencia el método Montessori del resto?
Montessori decía que el ser humano tiene que desarrollar todo su potencial en cada etapa de la vida y, para eso, tiene que independizarse del adulto. Es importante que les enseñemos a valerse por sí mismos. Y ella siempre hablaba de espacios libres y organizados por el adulto donde el niño pueda desarrollar sus necesidades.
Pero los niños ahora tienen cada vez menos espacios para jugar.
No siento que falten espacios sino que son lugares sin organizar para que el niño y el adolescente puedan desarrollar todo su potencial. Hay parques inmensos que no tienen ningún ambiente para niños ni para adolescentes: pistas de skate, de patinaje, de atletismo, rocódromos... Hay un montón de cosas que a los adolescentes les fascinan.
¿Cuál es el principal reto en Secundaria?
Aprender a aislarse. Las actividades familiares tienen que variar porque ya no quieren estar tanto con los padres. Su principal reto es identificarse: quién soy yo y para qué he venido a este mundo. El adolescente debe aprender a salir con sus amigos sin sus padres. Pero para conquistar esa libertad tiene que asumir responsabilidades. La paga hay que ganársela.
El tema de la tecnología con los niños, ¿se nos ha ido de los manos?
Hará falta un par de generaciones para darnos cuenta de la barbaridad que estamos haciendo. Los niños ahora ya ni atienden ni se concentran. En vez de concentrarse para comer, les ponen la tablet. Uno de los males terribles es que hay niños asociales que prefieren estar encerrados en su cuarto con la consola a salir con los amigos. Estamos consiguiendo que no tengan esa parte maravillosa de relacionarse con el otro. La interrelación les resulta incómoda porque no la practican. Nos vamos a encontrar con que la gente no se atreva a mirarse cara a cara.
¿Cómo creamos hábitos para que hagan los deberes solos?
Los niños son los que tienen que hacer los deberes y no los padres con los niños. La escuela es un lugar para trabajar en equipo y, cuando llegan a casa, deben comprobar si han asimilado lo que comprendieron en clase. Los deberes deben implicar un trabajo de autonomía y no de rendir cuentas al profesor. Los progenitores no tendrían que intervenir nada más que para facilitarles el material y el espacio de trabajo.
Ahora hay un debate sobre si los críos deben o no hacer deberes con huelga de padres incluida.
Estoy en desacuerdo cuando se manda una cantidad desproporcionada de deberes. Pero sí entiendo como algo fundamental un tiempo de estudio y soledad con uno mismo para descubrir qué ha aprendido. Pero me parece fundamental que los niños tengan tiempo para jugar tanto al aire libre en el parque como dentro de casa, pero no con la tablet ni con la televisión.
¿Los padres deben preguntar la lección a sus hijos?
Jamás. Cuando tienen un examen, el niño tiene que hacerse la pregunta, contestar y, luego, comprobar la respuesta. De la otra manera, estamos supliendo algo que el niño tendría que conseguir con su esfuerzo. Eludir esfuerzos evita también el aprendizaje. Muchos padres con una buena intención hacen el esfuerzo que tendría que hacer el hijo. Al niño le dejan indefenso. Nunca hay que decirles "no te preocupes que yo te ayudo" sino transmitirle que él va a poder con ello si hace el esfuerzo necesario.
LA ÚLTIMA PREGUNTA. ¿Por qué tenemos esa obsesión por ser padres perfectos?
Una de las cosas que enseño a los padres es: "Concederos que cometéis errores siempre y cuando estéis dispuestos a rectificarlos". A lo mejor un día no tienes ninguna gana de hablar con tu hijo adolescente. Y piensas: "Tengo que sacar tiempo y disimular que estoy hecha polvo". Pues no. Le dices a tu hijo: "Yo hoy necesito descansar. Hablamos mañana". Las madres tenemos derecho a decir: "Esta tarde quiero estar tranquila y no te puedo llevar a ninguna parte. Hoy no puedo". Nuestros hijos tienen que saber que tenemos nuestras propias necesidades que son independientes del hecho ser papá o mamá. Que nos vean como personas con identidad propia y, entonces, ellos se acostumbran a respetar nuestros tiempos. Si les dedicamos todo el tiempo a ellos, no defendemos nuestro tiempo independiente del hecho de ser madre.
EL MUNDO, Lunes 10 de septiembre de 2018

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