EMILIO DE BENITO / MADRID
“Las dietas poco saludables son un riesgo mayor para la salud mundial que el tabaco”, ha afirmado esta mañana Olivier de Schutter,
relator especial de Naciones Unidas para la Alimentación. “De la misma
manera que el mundo se ha unido para regular los riesgos del tabaco,
debe llegarse a un acuerdo marco sobre dietas adecuadas”, ha añadido
Schutter ante la inauguración, pasado mañana, del encuentro Hacia una
Convención Mundial para Proteger y Promover las Dietas Saludables de la
organización Consumers International. Los últimos datos de la
Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que la obesidad es
responsable de 3,4 millones de muertes al año, y que hay 1.400 millones
de personas con sobrepeso.
Schutter, que presentó en 2012 un informe sobre nutrición,
recordó las cinco propuestas estrella de aquel trabajo, y lamentó que
no se hayan puesto en marcha. Estas son aumentar los impuestos a los
productos menos saludables; regular los alimentos con alto contenido de
grasas saturadas, azúcar y sal; limitar la publicidad de la comida
basura; replantearse ciertos subsidios agrícolas que abaratan algunos
productos y no otros y apoyar a los productores locales para que los
consumidores tengan acceso a productos sanos, frescos y nutritivos.
“Los Gobiernos han puesto el foco en aumentar la cantidad de calorías
disponibles, pero muy a menudo han sido indiferentes acerca de qué tipo
de calorías ofrecen, a qué precio, para quién son accesibles y cómo se
comercializan”, ha dicho de Schutter.
Las palabras del relator de Naciones Unidas son el último llamamiento
sobre el impacto de la obesidad en la salud mundial, que se ha venido a
llamar la epidemia del siglo XXI. Según la Organización Mundial de la
Salud, aunque el hambre es aún un problema para unos 800 millones de
personas, la mala dieta lo es aún mayor: unos 1.400 millones de personas tienen obesidad o sobrepeso en el mundo,
y estas malas dietas se relacionan con problemas cardiovasculares,
diabetes, osteoartritis y algunos cánceres (mama, endometrio, colon)
Este esfuerzo refleja un efecto pendular: se ha pasado de una
preocupación por la insuficiente alimentación a lo contrario. De hecho,
el 65% de la población mundial vive ya en países donde hay más muertos
por comer de más que por comer de menos. Los últimos datos de la OMS
indican que 800 millones de personas pasan hambre, frente a los 1.400
millones que tienen sobrepeso. Y estas malas dietas se relacionan con
problemas cardiovasculares, diabetes, osteoartritis y algunos cánceres
(mama, endometrio, colon). Además, el sobrepeso se relaciona con el 23%
de las enfermedades cardiovasculares, el 44% de la diabetes, la
osteoartritis y tumores de mama, endometrio y colon.
Expertos como José López Miranda, del Centro de Investigación
Biomédica en Red para la Obesidad y la Nutrición (Ciberobn), afirma que
el problema de la obesidad “es mucho mayor que el del tabaco”. “Casi la
mitad de la población de los países desarrollados tiene obesidad o
sobrepeso y, mientras el tabaquismo está en descenso, los problemas
asociados a una mala dieta van en aumento”, dice.
La directora general de la OMS, Margaret Chan, abundó en esta
situación ayer durante la inauguración de la Asamblea Mundial de la
Salud. “Parte del mundo está literalmente comiendo hasta morir”, dijo.
“No vemos ninguna prueba de que la prevalencia de la obesidad esté
disminuyendo en ningún sitio. Los alimentos muy elaborados y las bebidas
cargadas con azúcar son ubicuas, populares y baratas”.
Tampoco hay unanimidad sobre las medidas propuestas por Schutter. Por
ejemplo, Dinamarca y Hungría plantearon en 2011 imponer una tasa sobre
las grasas saturadas, pero los daneses la retiraron dos años más tarde.
También Dinamarca, Noruega, Australia y Finlandia han planteado un
impuesto sobre las bebidas azucaradas, lo mismo que Italia y Francia. En
EE UU, el exalcalde de Nueva York Michael Bloomberg abanderó la prohibición de las bebidas supergrandes, pero no la sacó adelante.
La patronal de la industria alimentaria española, FIAB, afirma que
“no hay evidencia científica alguna de que los impuestos, y en especial
los discriminatorios, sean la solución para resolver problemas complejos
como los relacionados con las dietas y con estilos de vida”, y señala
que, en España, la ingesta media de calorías ha bajado un 13% entre 1964
y 2012. Por eso insiste en que “no hay alimentos buenos o malos”, y que
formas de vida como el sedentarismo son clave en la obesidad.
En cambio, la idea de usar impuestos para desincentivar ciertos
alimentos le parece “fantástica” a López Miranda. “Con los ácidos grasos
trans sería lo más adecuado, porque el ser humano puede vivir sin
ellos. Lo mismo sucede con los azúcares añadidos. Con la sal es
distinto, porque, aunque está en la naturaleza, sí necesitamos cierto
suplemento”.
EL PAÍS, 19/05/2014
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