Este tipo de actividades, aunque suelen desarrollarse en
escenarios cotidianos, son muy impactantes para los pequeños. Fuera del
aula, el aprendizaje es más intenso y divertido.
Hace pocos
días escuchaba a dos mamás que hablaban en la puerta del colegio
mientras esperaban a sus hijos de cuatro años. Una de ellas le decía a
la otra: «¡Cómo! ¿Qué tú le vas a dejar ir a la
granja-escuela? Pues yo no pienso dejar a Sandra que vaya. Me da muchísimo miedo.
Aunque su profesor dice que todo está bajo control, no me fío. ¡Tan
pequeños en autocar, y todo el día por ahí tan lejos! Quita, quita, ya
la llevo yo otro día al zoo y tan contentos».
La reacción de esta mamá, aunque por suerte es minoritaria, no es un
caso aislado. Si bien no suele llegarse al extremo de prohibirles ir con
sus compañeros a las salidas que propone la
escuela, a la mayoría de los padres estas excursiones les producen cierto miedo e inseguridad.
Se les ve tan pequeñitos y estamos siempre tan encima de ellos, que
cuesta trabajo aceptar, sin cierta angustia, que se van a ir por ahí sin
estar en nuestra compañía. Es necesario hacer un ejercicio de
autocontrol y no temer por su seguridad. En las salidas que programan las
escuelas infantiles o los colegios se toman las medidas necesarias para que todo fluya con normalidad. Además, estas actividades son muy enriquecedoras para los niños.
Un destino adecuado
Lo primero a tener en cuenta es la edad de los alumnos. Estas actividades no son indicadas para menores de
dos años: es más el jaleo que se organiza que lo que aprenden. Hay que elegir destinos que conecten tanto con sus gustos como con su momento evolutivo.
Puede que la obra que están representando en el teatro de al lado del
cole sea muy interesante, pero si está enfocada a niños de Primaria,
¿cómo pueden portarse 25 enanos de tres años mientras la ven?
Probablemente, el caos estará servido frente al escenario.
Cuanto más cerca mejor
Para niños de estas edades, los trayectos deben ser breves, ya que hay que tener muy presente la resistencia de nuestros pequeños excursionistas.
Andando no aguantan mucho, y es mejor no pensar qué puede pasar si se
cansan y piden que se les coja en brazos. Si la salida prevista es en
autocar, tampoco conviene que pasen mucho tiempo dentro. En este caso,
hay que cerciorarse de que el vehículo asignado cumple con todas las
medidas de seguridad para el
transporte escolar que marca la normativa vigente.
Seguridad
Cada
niño debe llevar en un lugar bien visible un distintivo en el que
aparezcan, como mínimo, los siguientes datos: su nombre y apellidos y el
nombre, dirección y teléfono de la
escuela. Así, en caso de despiste, será fácil identificarle. También es necesario que vaya con el grupo de niños un número adecuado de adultos.
Si van pocos, malo, pero si van demasiados, la experiencia puede ser
bastante caótica. Cada adulto debe tener asignado un grupito concreto de
niños y responsabilizarse de la seguridad de estos.
Emergencias
Los responsables de la salida deben tener perfectamente previsto cómo actuar en caso de emergencia. Lo normal es que no suceda nunca nada, pero no se puede dejar en manos del azar
qué hacer en caso de que un niño se pierda o se caiga, de que se averíe el autocar o simplemente de que alguno vomite durante el trayecto.
No improvisar
Las salidas hay que prepararlas con antelación e improvisar lo menos posible. Es fundamental que la escuela tenga todo reservado y que les estén esperando en el destino elegido.
También conviene que las necesidades fisiológicas de los pequeños estén
cubiertas antes de salir: por muy cerca que vayan, será necesario hacer
una ronda de pises y cacas para
evitar escapes
y sorpresas desagradables. En cuanto a los padres, recordemos que ese
día los niños no deben llevar juguetes ni nada que no indique su
profesor.
Por: Alicia Herranz
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