
El doctor Estivill ha querido ir más allá con su nuevo libro «Niños descansados, niños felices»,
y no solo habla de como hacer que los más pequeños de la casa sueñen
con angelitos. «Cada niño necesita sus horas de descanso, y hemos de
ayudarle a que se relaje antes de ir a la cama para que vaya de forma
voluntaria, pero también a que aprenda a poner en marcha rutinas y
hábitos sencillos que satisfagan sus necesidades físicas y emocionales».
Por eso la última obra del director de la Clínica del Sueño Estivill del Hospital Quirón-Dexeus de Barcelona abarca un amplio compendio de consejos dirigidos a los padres que quieren enseñar a dormir a niños que ya han dejado los pañales y que deben aprender a estudiar, a comer alimentos sanos, y a practicar hábitos de higiene, entre otras cosas.
—¿Por qué es tan importante el sueño de nuestros hijos? ¿Qué señales nos indican que no duerme bien por las noches?
—El sueño es un taller de reparación y restauración física,
y también un taller de memorización. Todo lo que aprendemos durante el
día, lo memorizamos por la noche. Así se configura la memoria. Por otro
lado, durante el sueño, se produce la secreción de la hormona del
crecimiento, que determina la futura talla del niño, junto con la carga
genética. Además, se produce el mayor número de conexiones entre las
neuronas, lo que determina el futuro coeficiente intelectual. En
resumen: mientras dormimos crecemos física y psíquicamente. El mal
dormir se traduce en un mal día. El niño estará irritable, inquieto, con
problemas de conducta, mal rendimiento escolar y, sobre todo, con peor
disposición a seguir indicaciones para tener buenos hábitos. También se
apreciarán las típicas ojeras.
—¿Nunca es tarde para enseñar a un niño a dormir?
—No hay que tirar la toalla, las rutinas o los hábitos
siempre se pueden aprender. Los padres hacen lo que pueden. Siempre
están a tiempo de modificar las pautas. No es su culpa, es que nadie les
explicó cómo se debía hacer. Y no es lo mismo un niño de dos años que uno de siete, aunque insisto, todo el mundo puede beneficiarse de estas rutinas del sueño.
Los hábitos siempre se aprenden. Nadie nace con un hábito aprendido.
Por otro lado, los hábitos que preceden al sueño son básicos para dar
seguridad a un niño. Los malos hábitos, entre ellos los relacionados con
ellos
—Mucha gente le critica y hace hincapié en que a un niño no se le puede enseñar a dormir.
—Lo que nosotros explicamos no son mis ideas, sino los conocimientos científicos que sabemos hoy en día. Sugiero que pregunten a su pediatra porque este les orientará cuál es la manera más adecuada.
—En este libro inciden mucho en los momentos de antes de que el niño se vaya a la cama.
—Si. Hemos estudiado mucho lo que ocurre en el «antes» de
ir a la cama de los niños. Es muy importante reconocer que en la
actualidad las familias, en especial las madres, no tienen ese espacio
que antes sí tenían para estar con los pequeños. Y esto lleva a muchos
padres a sentirse culpables y a tender a sobreprotegerlos: «Ya que no hemos estado con ellos no vamos a contariarlos en sus deseos».
En nuestra consulta vemos muchos casos de menores que tienen pocas
normas por esta razón, y no es lo adecuado. Por eso pensamos en ofrecer
una serie de pautas, juegos, canciones, herramientas para que la
familia, de alguna manera, consiga que este pequeño periodo que
disfrutan juntos entre la escuela y cuando se va a la cama no sea todo
mal rollo y gritos.
—¿No es tanto el tiempo sino la calidad del rato que estemos con ellos?
—Los padres de hoy se preocupan, leen libros, quieren hacer las cosas bien
pero en el fondo no pueden porque no están en casa. La buena noticia es
que es que no es tan importante la cantidad del tiempo como la calidad.
Es mucho mejor media hora dedicada totalmente al niño cantándole una
canción... que no sentarse a ver una película y que el niño se vaya a la cama dos horas más tarde con el consecuente desajuste.
—¿Cuál sería su principal consejo para ese rato antes de irse a la cama?
—Hay mucho conflicto sobre qué hacer con el niño cuando
sale del colegio (y esto cuando podemos ir a buscarlo a la escuela). A
veces les hacemos participar en demasiadas tareas extraescolares. Además
de los deberes que suelen tener, pensamos que debemos tenerlos ocupados
en «aprender más cosas». Esto no es del todo recomendable. Algunos
niños pueden estresarse o simplemente llegar demasiado activados o
cansados al final del día, con lo que estarán más irritables, menos
comunicativos y con mal humor. Sería bueno buscar un equilibrio en todas
las actividades e, incluso, que tuviera un tiempo para no hacer nada,
pero esto no significa jugar con las nuevas tecnologías, sino hacer otro
tipo de juegos como los que comentamos en el nuevo libro.
Cómo organizamos este tiempo de ocio, estudio, e higiene es
importante cuando llegamos a casa también es fundamental. Podemos
preparar la cena juntos, que el niño ayude a preparar la mesa, y también
a recogerla. Pero sobre todo, que los 20 o 30 minutos antes de
acostarse, nos comuniquemos con él, le hablemos con él, le contemos
cuentos, aprovechemos para explicarle lo que hemos hecho durante el
día...que el niño sienta «que estás por él», porque eso le encanta. De
esta forma conseguiremos que las rutinas sean una cosa normal y
placentera para ambos.
—Usted habla de poner en hora el reloj. De que los horarios, no solo a la hora de ir a dormir, son importantes.
—Claro, los horarios nos ayudan a poner las rutinas en su sitio. Y no son negociables.
Lo importante es que los niños tengan unas normas, unos límites. Este
camino no puede ser muy estrecho porque si no se los salta. Ha de ser
amplio pero con límites.
—Es curioso que usted dice en su obra que el desayuno influye en el buen sueño de nuestros hijos.
—Es importante que el niño haga la primera comida de una
forma tranquila. Los niños españoles van cortos de sueño se levantan de
mal humor y con poco tiempo, por eso apenas desayunan y eso les lleva a
empezar mal el día. Después, a lo largo de la jornada, siguen unas
pautas, unos horarios, pero al salir de la escuela empieza el desajuste.
Entre otras cosas porque las mujeres se han incorporado al mundo
laboral y no se han desincorporado del mundo del hogar; tienen menos
tiempo de estar con sus hijos y esa situación crea una sensación de
culpabilidad que a su vez provoca, insisto, que se tienda a la
sobreprotección del niño.
—También recomienda desenchufar las tablets y todo tipo de dispositivos lumínicos un buen rato antes de ir a la cama.
—No solamente por los contenidos, que pueden ser buenos,
sino por la cantidad de luz que llega a nuestro cerebro a través de la
retina e informa al cerebro de que es un momento. La luz el cerebro la
asimila a estar despierto. Si el cerebro recibe luz a última hora de la
noche retrasamos la hora de conciliar, porque la luz impide la formación
de melatonina, la sustancia que indica al cerebro que debe dormir. Por
tanto, es adecuado que niños y adultos supriman la luz una hora antes de
la noche. La actividad del sueño la generamos durante el día (tanto
para niños como para adultos). Dormimos para estar despiertos (mientras
dormimos generamos nuestra vigilia, porque el sueño es un taller de
restauración y reparación para gastar las energías que generamos) y
durante el día preparamos nuestro sueño porque en función de cómo
lleguemos nosotros al final de nuestro día, este sueño será más o menos
reparador. Si llegamos muy estresados, o en desorden... Un adulto
conectado a internet tendrá exceso de información, de estrés, y no
conciliará.
«La siesta no sirve de sustituto al escaso o mal sueño de la sueño de la noche»
—En su libro recomienda seguir «haciendo la siesta... ¿Hasta los cinco años? Muchos coles la suprimen a los tres.
—Se piensan que es mucho más importante que el niño
realice cualquier actividad pedagógica (inglés o música o informática a
los tres o los cuatro) a que duerma la siesta de una hora, que es lo que necesita un niño de tres.
Durante este tiempo generamos una serie de sustancias químicas, ponemos
en orden nuestro sistema metabólico, nuestra memoria... por eso cuando
después de una siesta cortita se levantan de mejor humor. Eso sí, la
siesta es buena si no es muy larga y es complemento al buen sueño de la
noche. No sirve de sustituto al escaso o mal sueño de la sueño de la
noche.
—¿Y cuando somos mayores?
—Lo ideal sería que no la suprimiéramos nunca. Lo que
disminuye con la edad es la duración, que va pareja a la necesidad que
tiene el cuerpo. Los adultos tenemos necesidad de dormir un periodo
nocturno (largo) y un periodo de la siesta (corto). Repito, son las
necesidades de nuestro cerebro. Un niño de nueve años puede
perfectamente hacer la siesta si está acostumbrado. En los pueblos
todavía se hace, independientemente de la edad que se tenga.
ABC, Martes 12 de mayo de 2015
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