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¿Hasta cuándo debemos usar las vallas protectoras en casa?

ANA CAMARERO
El tránsito de la cuna a la cama convirtió mi nuevo lugar de descanso en un fortín rodeado de sillas con las que mi madre quería evitar que mis huesos fueran a dar con el frío suelo de “terrazo”. En la mayoría de las ocasiones lo consiguió pero reconozco que, en alguna ocasión, las protecciones no fueron suficientes para que terminara cayendo al vacío. Con el paso de los años, se comercializaron las “vallas protectoras”, un elemento que va enganchado bajo el colchón de la cama donde descansa el más pequeño de la casa y que evita su caída libre.

Aunque, en general, las distintas sociedades de pediatría no recogen de manera explícita cómo se pueden prevenir las caídas y lesiones de nuestros hijos cuando se hace el cambio de la cuna a la cama. La Asociación Española de Pediatría (AEP) tiene un documento en el que repasa los accidentes más comunes que suceden entre los 0 y mayores de 12 años, y cómo evitarlos. Para la franja de edad comprendida entre 1 y 3 años, la AEP recomienda colocar sistemas de protección en los laterales de la cama y evitar literas o camas altas para prevenir futuros accidentes. María Teresa Benítez, miembro del Comité de Seguridad y Prevención de Lesiones Infantiles de la (AEP), explica en la introducción del texto que la prevención de lesiones accidentales es muy importante porque, “además de proteger a nuestros hijos de los peligros y las situaciones que puedan dar lugar a un accidente y aplicar todas las medidas de seguridad, les vamos enseñando a comportarse de manera segura mostrándoles los peligros y dándoles, progresivamente, la autonomía adecuada a su grado de desarrollo para que vayan adquiriendo conductas seguras y comprendiendo las consecuencias de sus actos”.
José Manuel Moreno Villares, codirector de Pediatría de la Clínica Universidad de Navarra (Campus Madrid), declara que las barreras de protección “son un elemento de seguridad y no tienen ninguna función educativa “per se”, por lo que no debemos hablar de “etapas” o “pasos necesarios””. La utilización de este tipo de elementos va a depender, según comenta Moreno Villares, de varios factores, “además de la edad del niño, si se trata de una litera o si estamos hablando de un menor inquieto. Por lo tanto, la recomendación del uso de este tipo de protecciones debe ser el sentido común: úsalas cuando pienses que pueden proteger a tu niño de un posible riesgo y déjalas de usar cuando ese riesgo desaparezca o sea muy pequeño”. Una opinión que coincide con la expuesta desde la Unidad del Sueño del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz: “lo idóneo es, como no puede ser de otra manera, valorar su uso según el sentido común... según la altura de la cama, si el niño sigue usando pañal o necesita ir al baño, etc. No existe una recomendación oficial al respecto”.

Moreno Villares asegura que lo verdaderamente importante es que los niños duerman en ambientes seguros. Por ello, el codirector de pediatría de la Clínica Universidad de Navarra subraya la importancia que tiene que las cunas de los bebés cumplan una serie de condiciones, “como puede ser la ausencia de elementos con los que pueda engancharse o con los que el niño se pueda sofocar, la distancia mínima y máxima entre barrotes, los elementos con aristas, etc”. En relación al uso de vallas protectoras, el codirector de Pediatría de la Clínica Universidad de Navarra recoge las recomendaciones de la Clínica Mayo: “Instala barandas de seguridad en las camas de niños de uno a dos años. Las literas se pueden usar para niños de seis años en adelante. Las literas deben tener barandas de seguridad a ambos lados, y el espacio entre las barandas debe ser de 4 pulgadas (10 cm) o menos. Coloca una luz de noche cerca de la escalera de la litera para garantizar la seguridad durante la noche”.
Ante la pregunta de hasta cuándo es necesario utilizar las vallas de protección, Moreno Villares no se muestra partidario de utilizar este tipo dispositivos de forma indefinida, pues asegura que cuando un niño puede levantarse solo de la cama, encender la luz e ir a la habitación de los papás por sí solo, quizá ya no se tan necesaria la barrera. Por lo general, recomienda que para niños mayores de dos o tres años, estos elementos dejan de ser tan necesarios, “solo habría que pensar en un uso prolongado o indefinido en aquellos niños que no tienen un buen control de los movimientos y en los que el riesgo de caídas persiste aun siendo más mayores. El ejemplo más claro es el de niños con parálisis cerebral o con otro tipo de daño neurológico fijo o progresivo”.
EL PAÍS, Miércoles 20 de febrero de 2019

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