S.F.
Con motivo del Día internacional de la Infancia, desde Superpadres.com
destacan la relevancia de educar en valores para formar a futuros
ciudadanos responsables, autónomos y libres, ofreciendo unas pautas
básicas a padres y madres cuando se enfrentan en la ardua tarea de
educar a sus hijos, con criterios pedagógicos y bajo una óptica de
enseñar los valores que regirán la vida adulta de sus hijos como futuros
ciudadanos.
1. El Iceberg
La educación de los hijos/as es como un iceberg, en el que,
según los expertos, la parte que está bajo el agua y que aguanta todo
su peso, es 10 veces más grande que la parte que podemos ver. En
educación también hay una parte que visible y otra parte «bajo el agua»:
educación en valores, emocional... Que es la que realmente aguanta todo
su «peso». No siempre a esta parte se le presta toda la atención que
merece y el iceberg se resquebraja....
2. Sembrar desde la infancia
Una parte muy importante del modo como los niños pensarán y
actuarán a lo largo de su vida tiene que ver con el modo como piensan y
actúan en su infancia. En la infancia es donde se cimienta la
construcción del «edificio» de la educación. Si en la infancia no se han
sembrado competencias personales como el autoconocimiento o
competencias sociales como la comunicación o la empatía, es muy difícil
que puedan aparecer después de un modo espontáneo. En la infancia se
genera un depósito emocional al que padres e hijos pueden «agarrarse» en
momentos de mayor distancia.
3. Coeducación Familia/ Escuela
No es posible que los niños alcancen un pleno desarrollo de
sus competencias intelectuales y emocionales si no es desde la
coeducación Familia-Escuela. En la balanza de la Coeducación, a la
escuela le corresponde asumir el mayor peso en la formación de
competencias intelectuales – técnicas, y es la familia la que debe
asumir el mayor peso de la formación en valores y competencias
emocionales. Cualquier tipo de desautorización no hace sino restar
consistencia y coherencia a todo aquello que dicen o hacen los
progenitores, abriendo la puerta, de par en par, a otros agentes
educativos cuyos fines no siempre buscan lo mejor de los menores.
4. Ejemplaridad
Los niños aprenden de lo que dicen los adultos pero,
fundamentalmente, de lo que ven que hacen sus padres. Como dice
Einstein: «Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los
demás, es la única». Cuando se dice algo y se hace justo lo contrario,
lo que los hijos/as interiorizan es la fragilidad de los principios de
sus padres. Sin la coherencia del decir y el hacer la actuación
educativa pierde toda su fuerza y sentido.
5. Equilibrio entre el Sí y el NO
El NO también forma parte de la educación. Cuando a un
hijo/a se le educa siempre desde el SÍ, lo que realmente aprende es a
decir NO a sus padres. Los límites marcan los cauces que harán más fácil
a los niños el construir un modo personal y positivo de ser y estar en
la vida. Evitar el cansado conflicto del NO o sobreproteger para evitar
frustraciones son estrategias con un recorrido muy corto e ineficaz.
Poner límites no está reñido con la libertad.
6. Saber escuchar
Como decía Zenón, «la naturaleza nos ha dado dos oídos y
una boca para enseñarnos que más vale oír que hablar». La única manera
de que niños y niñas entiendan lo que se les dice es entendiendo,
primero, lo que ellos quieren decir. La empatía es el fundamento sobre
el que debemos construir todo proceso de comunicación entre padres e
hijos. Nunca debería entenderse la comunicación desde una perspectiva
«yo gano-tú pierdes», sino desde una dinámica «yo gano-tú ganas».
7. Ser versus Tener
Frente a una continua oferta de búsqueda de felicidad en
las grandes cosas.... es necesario ayudar a los hijos a que encuentren
la felicidad en las pequeñas cosas de la vida. Encontrar la felicidad en
aquello que son y no en aquello que tienen. El objetivo de la educación
debe ser conseguir el pleno desarrollo de las potencialidades de los
niños desde el respeto a su individualidad, pero también para contribuir
en el logro de una ciudadanía más justa posible.
8. Progresar sin renunciar
No se vivir de espalda al progreso, pero eso no significa
que renunciar a la solidez de valores atemporales. Valores como el
esfuerzo no cambian con los tiempos. Los educadores deben saber mirar al
pasado, vivir en el presente y proyectar en el futuro. Las nuevas
tecnológicas suponen un innegable avance que debe saberse interpretar
técnicamente, pero que en ningún caso debe "exigir" un cambio en el
sistema de valores propio, en el desarrollo emocional. Ante la obviedad
que la tecnología ni siente ni padece, son las personas las que hacen de
ella una herramienta que aporta o quita...
9. Pedagogía de la calma
Los niños necesitan tiempos para hacer, pero también
tiempos para pararse a pensar en aquello que hacen. La acumulación de
actividades con el único fin de incrementar el currículum en una
sociedad que se «autodefine» como competitiva no puede sustentarse si no
se apoya en tiempos para la reflexión y la calma. Los niños y niñas
necesitan tiempos para "aburrirse” y los padres y madres necesitan
tiempos para transmitirles no solo conocimientos y habilidades técnicas,
sino todo el cariño que les tienen.
10. Optimismo
El pesimismo y la añoranza de que todo tiempo pasado fue
mejor son los dos grandes enemigos a los que puede enfrentarse un
educador. Y por eso siempre hay que dejar abierta una puerta a la
posibilidad de cambio. La educación y la fatalidad del destino: «me ha
nacido así...» son incompatibles. Las etiquetas no sirven sino para
aumentar las posibilidades de que se cumpla aquello que pronostican. El
problema de la educación es que una parte muy importante del resultado
de todo aquello que se hace no es visible a corto plazo. Solo desde el
optimismo se puede educar hijos optimistas.
ABC, Miércoles 20 de noviembre de 2013
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