M. ARRIZABALAGA
«Si un padre no se dedica a repartir
fotografías de su hijo a extraños por la calle, no parece lógico que lo
haga en una red social». Así lo considera el director de la Agencia Española de Protección de Datos
José Luis Rodríguez Álvarez, pero la realidad es muy distinta. El
fenómeno de colgar en Facebook, Twitter, Flickr, Youtube o Instagram
desde la primera ecografía hasta el último puchero del retoño ha
alcanzado tales dimensiones que ya tiene su propio nombre: «oversharenting».
No existen datos aún sobre el alcance
de esta práctica en España, pero en el Reino Unido el 94% de los padres
cuelgan fotos de sus hijos en internet, según la encuesta realizada por Posterista.co.uk.
Un tercio de los padres de recién nacidos cuelga una foto de su bebé a
la hora de dar a luz. Para algunos, es una manera de fortalecer los
lazos familiares, para otros, una forma de exhibicionismo.
«La sociedad actual tiende a desnudarse en todos los sentidos, en mostrarse demasiado
a los demás. La gente cree que lo suyo es muy interesante. Se mira
demasiado en los ojos de los otros y no se da cuenta de lo poco que
importa lo suyo a los demás», reflexiona Javier Urra. El psicólogo y
exdefensor del menor recuerda a esa madre que confiesa en la red que ha
tenido un «niño medicamento» o a ese padre que muestra orgulloso la foto
del día en que adoptó a su hijo que «todo queda en el histórico»
de internet. «El hijo puede toparse el día de mañana con información
que no conocía y se puede preguntar ¿hasta qué punto he sido
utilizado?».
Los padres que difunden imágenes de sus hijos están creando
una vida virtual del niño que igual no es la que quiere para él el
propio niño cuando crezca. ¿Cuál será su reacción cuando sea adolescente
y encuentre miles de fotos de él en pañales, jugando, comiendo o
incluso en la bañera? Antes estas imágenes se guardaban en un álbum en
casa y se enseñaban solo a los más próximos. Ahora puede que millones de
personas hayan visto un vídeo de cuando era pequeño y fue al dentista o se comió una cebolla, como algunos de los más virales de Youtube.
«Todos tenemos derecho a que no se rían de nosotros y eso, a
veces en el caso de los niños no está asegurado. Los padres deben tener
en cuenta que sus hijos tendrán que lidiar con las consecuencias de sus
actos de un modo muy personal en el futuro. El derecho a la imagen es de sus hijos, no suyo»,
subraya Charo Sádaba. La profesora de la Universidad de Navarra experta
en comunicación y nuevas tecnologías añade que «ya ha habido algunos
casos también en que los internautas se han manifestado en contra del
uso que algunos padres están haciendo de sus hijos en las redes
sociales, señalando que no están teniendo en cuenta su derecho a la intimidad y la construcción de una identidad digital propia».
Los datos publicados en internet «configuran nuestro 'currículum digital',
que cada vez va adquiriendo más importancia para nuestra valoración
social», afirma el director de la Agencia de Protección de Datos, que
alerta de que las informaciones publicadas sobre menores «pueden condicionar su reputación una vez alcanzada la mayoría de edad».
Aunque pueda dar la impresión de que lo van a ver solo unas
pocas personas, si no se adoptan las medidas adecuadas, la información
que se cuelga en la red puede difundirse más allá de lo previsto. «Al
estar en un soporte digital es fácilmente copiable, pudiendo replicarse
ilimitadamente», advierte Rodríguez Álvarez.
«Un cohete lanzado»
Pere Cervantes, policía de la Brigada de Investigación Tecnológica y coautor del libro «Tranki pap@s»,
apela al sentido común: «Antes de compartir una foto debemos
preguntarnos cuánto nos dolería que esa foto fuera pública». Toda foto
insertada en las redes sociales, en washapp o incluso enviada por correo
electrónico «es un cohete lanzado». «¿Cómo detenerlo? ¿Cómo saber por
dónde ha pasado y qué ha dejado por el camino?», se pregunta. Todo el
mundo está expuesto al mal uso de esa imagen que pueda hacer de forma
inconsciente un amigo al compartirla con terceros.
Muchos padres, tíos o abuelos no son conscientes de que su
perfil está abierto al resto de los usuarios de la red social, con las
imágenes que allí cuelgan o comparten disponibles incluso para Google si
han sido etiquetadas. Transitan sin medir los riesgos por las redes
sociales, cuando «son el lugar donde los pedófilos van a pescar... y pescan», asegura Cervantes.
«En los registros en casas de pedófilos no es raro ver
entre fotos muy duras, otras de niños desnudos en la playa que son
fotografías familiares, cogidas del Facebook». La Policía no suele
investigarlas, según explica el comisario de la BIT, porque se centran
en las más graves, «pero sí hay. Son claramente de Facebook y no son
familiares del detenido».
«La persona que comparte una foto así, aunque solo sea con sus amigos o familiares, debe imaginarse qué pensaría al ver esa foto en el ordenador de un pedófilo», añade Cervantes.
Protégeles.com
ha detectado y denunciado páginas web repletas de fotos obtenidas en
las redes sociales, transformadas en muchos casos en pornográficas
mediante programas de tratamiento de imágenes. «No es nada extraño, son
webs que aparecen y desaparecen», indica Guillermo Cánovas, director de
este centro de seguridad en internet para los menores en España,
dependiente de la Comisión Europea.
Responsabilidad de familiares y amigos
La llamada de responsabilidad de los expertos no se dirige
solo a los padres. «Estamos recibiendo muchas llamadas de gente que no
sabe qué hacer para que otro familiar quite fotos en las que aparecen
sus hijos. Se están dando problemas dentro de las familias, de los
colegios...», comenta Cánovas.
Para publicar la imagen de un menor en internet se necesita la autorización de los padres -de ambos si están separados o
divorciados-, que pueden acudir a los administradores de la red social
para que la supriman si no han dado su consentimiento e incluso
presentar una denuncia ante la Agencia Española de Protección de Datos,
según explica Ana Fernández, abogada del Centro de Seguridad en
Internet. En el caso de imágenes inapropiadas, no se puede difundir una
fotografía que menoscabe la integridad física o psíquica del menor, ni
siquiera con autorización de los padres.
La publicación excesiva de información personal en un
perfil puede permitir no sólo identificar al usuario sino llegar a
localizarle físicamente, según añade el director de la Agencia de
Protección de Datos, «lo que adquiere especial relevancia cuando el
usuario es un menor». Las noticias de secuestros en Asia o Latinoamérica
planeados con la ayuda de las redes sociales cada vez son más
frecuentes.
«La gente debe valorar los datos que ofrece sobre sí mismo,
su familia, su entorno, su profesión, sus condiciones personales... Que
lo valoren por favor porque una vez compartida una imagen o un vídeo en la red, ya no la podrán controlar», advierte Pere Cervantes.
Antes de compartir una foto en internet...
ABC, Jueves 21 de noviembre de 2013
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