ABC FAMILIA
En
muchas familias, el ritmo actual de vida, la dificultad para conciliar
vida laboral y familiar o las grandes distancias que existen entre los
domicilios y los centros escolares son, entre otras razones, las causas
del que el tiempo dedicado a la alimentación se haya reducido
notablemente respecto al pasado. Esto, en muchos casos, provoca que se
pierdan los referentes sobre cuestiones elementales de alimentación
infantil, lo que a su vez promueve los típicos problemas de
comportamiento alimentario: negativas a comer, alimentarse de forma
caprichosa o monotemática... etc.
Desde la Editorial Pirámide han elaborado con la colaboración de expertos en psicología infantil el libro «El niño que no come o come mal», con el que proponen un cambio de actitud.
Se trata, explican los autores, «de una propuesta tan sencilla que
puede parecer simplista», pero en su sencillez radica su eficacia. «Los
progenitores que sean capaces de ponerla en marcha y mantenerla
resolverán la mayor parte de las situaciones conflictivas alrededor de
la alimentación, además de mejorar el estado nutricional de sus hijos»,
aseguran.
La propuesta se basa en el planteamiento de Ellyn Satter, que propone que la alimentación debe guiarse por dos normas básicas:
1- Los padres son responsables de qué, dónde y cuándo come nuestro hijo.
2- El niño es responsable de cuánto come.
Los
padres decidimos qué, dónde y cuándo se come, y lo haremos con sentido
común. No ofreceremos a nuestros hijos como sustitutos de alimentos
ricos nutricionalmente (ensaladas) otros más pobres pero sabrosos, que
sabemos que sí comerán (pizzas).
Asimismo, al decidir dónde
comerán, será más adecuado elegir la mesa de la cocina que sentados en
una alfombra delante de la televisión, donde hay mayor probabilidad de
que los niños engullan ensimismados con las imágenes. O decidiremos que
nuestros hijos solo comerán en los cinco momentos habituales del día:
desayuno, comida, merienda y cena, y no en cualquier momento que digan
que quieren comer.
Son dos reglas elementales, y los padres no
debemos dejarnos llevar por un atávico temor de que el niño no va a
comer lo suficiente. Sin embargo, si somos capaces de controlar ese
miedo, y nos damos la oportunidad de observar cómo se reconducen los
problemas del comportamiento alimentario del niño, nos sorprenderá la
eficacia de una actitud tan sencilla.
Estómago pequeño
Por
otro lado, debemos confiar en la natural capacidad del organismo del
niño para establecer la cantidad de comida que necesita, en función de
sus naturales e innatas sensaciones de apetito y saciedad. Hay que
intentar no alterar esas sensaciones con comportamientos a veces
obsesivos basados en la idea de que el niño debe obligatoriamente
ingerir cierta cantidad de alimento, lo que nos lleva a insistirle para
que se coma todo lo que tiene en el plato; y si o se lo come se le
proporciona luego cualquier comida para compensarlo. Esto provocaría
comportamientos alimentarios alterados, erráticos y caprichosos, que
hacen que toda la familia esté detrás del niño.
Comentarios
Publicar un comentario