BUENAVIDA
El calzado reutilizado puede ser perjudicial porque acaba adoptando
una determinada forma por el desgaste causado por los pies del primero
que lo utilizó. Y esta circunstancia provoca que el que lo use después
camine con molestias, tenga rozaduras e, incluso, que se altere su
marcha habitual al andar.
El calzado usado tiene un desgaste, en función de su primer
propietario, que puede aparecer tanto en el tacón, en el pliegue
superior, en la pala (parte superior del zapato), en la suela o en la
parte anterior. Estos puntos determinados varían en función de la
persona que los lleva, lo que puede provocar, sobre todo a edades
tempranas, que emplear el zapato del otro le impida caminar a su manera,
debido a un primer usuario.
Es de gran importancia en la etapa de la infancia en la que se están
formando los pies (entre los 2-3 y 6-7 años), ya que una determinada
forma de andar puede hacer daño al pie e influir en su desarrollo y
posición, así como en los de la pierna, con riesgo de malformación en
las extremidades más pequeñas. Si el calzado no está bien adaptado
(incluso aunque sea nuevo), el crío caminará incómodo y tendrá heridas, y
la forma de andar se verá condicionada, con el consiguiente riesgo de
deformaciones.
*Alfredo Martínez, presidente del ICOPCV (Ilustre Colegio Oficial de Podólogos de la Comunidad Valenciana)
EL PAÍS, 4 de diciembre de 2015
Comentarios
Publicar un comentario