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Conducta agresiva en niños: cómo reconocerla y gestionarla

CAROLINA PINEDO
Un niño que se enfada de vez en cuando no es violento. Pero, cuando a partir de los siete años y de manera habitual el pequeño muestra conductas violentas como insultos, golpear objetos o personas y faltas de respeto para resolver determinadas situaciones, podemos hablar de que utiliza la violencia en la relación con su entorno. “Estos comportamientos se dan en un contexto en el que el niño presenta una dificultad evidente en la gestión de sus emociones o se trata de conductas aprendidas por imitación de los adultos o de dinámicas familiares en las que los conflictos o los desencuentros se abordan de manera violenta”, comenta Carla Valverde, psicóloga clínica del Centro de Salud Mental de Alcobendas.

Conviene tener en cuenta que no existen niños violentos sino conductas agresivas. “De esta forma, evitamos colocar al pequeño la etiqueta de violento o agresivo, que tiene importantes consecuencias para el concepto de sí mismo y su autoestima. Hay niños más sensibles que otros, a los que les cuesta más regular sus emociones y tardarán más tiempo en conseguirlo. La intensidad con que cada niño siente las emociones es diferente. Los hay que toleran mejor que otros las frustraciones. Es clave ayudar al niño a entender que existen otras formas de expresar sus enfados y para ello es fundamental el ejemplo de los adultos”, explica la psicóloga Carla Valverde.
La conducta agresiva en los niños es una clara señal de que necesitan ayuda para gestionar sus emociones. “Somos los adultos quienes tenemos que descubrir qué les ocurre y porqué, así como ofrecerles modelos de comportamiento respetuosos. Nadie se defiende si no se siente inseguro, con miedo, una autoestima muy baja o imita un comportamiento adulto basado en respuestas violentas. El primer derecho de un menor, debería ser el de la paz. Todos los demás se tambalean si este no los sostiene.”, explica María José Lladó Sánchez, psicopedagoga del centro ACIMUTy orientadora psicopedagógica de la editorial Kolima.
Los modelos sociales y familiares influyen en los niños. “Si los adultos abandonamos los comportamientos tóxicos, resolvemos los desacuerdos sin agresiones emocionales, como gritos o insultos y ponemos límites sanos sin utilizar castigos, el niño se comportará del mismo modo. Se trata de respetar la individualidad del niño, aceptar su proceso de maduración y acompañarle en el camino de su desarrollo como persona”, añade la psicopedagoga.

Señales de conductas violentas del niño para resolver situaciones

Las consultas de padres preocupados por el comportamiento agresivo de sus hijos son habituales. Pero, ¿qué conductas avisan de que el niño ha adoptado la violencia como forma de actuar y gestionar determinadas situaciones, como la frustración por no conseguir lo que quiere? Algunas de ellas son:
-El niño protesta por todo.
-Está la mayor parte del día enfadado.
-Tiene conductas agresivas y desafiantes: gritos, golpes, insultos, portazos, patadas.
- Las conductas agresivas persisten con más de siete años. El desarrollo del niño incluye etapas, como alrededor de los dos años, en que tiene rabietas porque está en proceso de aprender a ajustar y gestionar sus emociones. A partir de los siete años, el niño aprende a moldear la conducta violenta, aunque se enfade de manera puntual y lo exprese sin agredir.

Pautas para prevenir conductas violentas en los niños o gestionarlas

Desde casa, podemos ayudar a los niños a manejar de manera adecuada la fiera que todos llevamos dentro. La psicopedagoga María José Lladó Sánchez y la psicóloga infantil, Carla Vaverde, hacen varias recomendaciones al respecto:
  1. La música amansa las fieras. El manejo de la respiración, la voz, el sonido y la música, es decir, la vibración sonora, funciona como terapia en casos de niños con conductas agresivas. Es recomendable escuchar música y cantar canciones con los niños. De hecho, a través de la musicoterapia se ha descubierto que hay melodías específicas para cada estado emocional que ayudan a reconducir las conductas agresivas hacia estados emocionales serenos desde donde los terapeutas pueden trabajar con el niño.
  2. Hablar de todo para sacar todos los monstruos y fantasmas del armario. Enfocar con humor las reacciones agresivas para observar su parte esperpéntica y mostrar empatía con el niño cuando se enfada para que entienda que nos ocurre a todos, pero que conviene aprender a moderar y gestionar los arranques violentos por nuestro propio bienestar y el de los demás.
  3. Consensuar el uso de móviles y otros aparatos tecnológicos en casa.
  4. Ofrecer un espejo pacífico en el que se reflejen nuestros hijos y favorecer un ambiente tranquilo donde los desacuerdos se resuelvan sin confrontaciones personales.
  5. Buscar momentos para estar en contacto con la naturaleza y hacer ejercicio. Canalizar la energía de los niños con actividades físicas les ayuda a gestionar sus emociones.
  6. Explicar al niño la importancia del sueño y el descanso. El ejemplo de un adulto que respeta sus horas de sueño cada día y disfruta de su descanso porque entiende la importancia de hacerlo para su bienestar es la mejor forma de que los niños adopten la misma rutina de descanso nocturno.
  7. Sacar nuestro niño interior para recordar que hay comportamientos propios de la infancia. Los niños están en la edad de aprender y no pueden gestionar las emociones de la misma manera que un adulto que cuenta con una experiencia y recorrido al respecto. Nuestro papel es ayudarles en ese proceso de crecimiento personal, ofreciéndoles opciones alternativas para canalizar la ira, como buscar un lugar tranquilo hasta que regrese la calma o hacer alguna actividad, como escuchar música, pintar o simplemente estar un tiempo en soledad y silencio.   
  8. EL PAÍS, Lunes 17 de diciembre de 2018

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