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El desayuno no es la comida más importante del día (tampoco para tus hijos)

DIANA OLIVER
Es mejor que un niño no desayune a que desayune leche chocolateada y magdalenas”. Esto, que recientemente señalaba el cocinero Juan Llorca en una entrevista en La SER, y que se ha hecho viral los últimos días, no es una novedad. Tampoco las reacciones, más o menos subidas de tono, que han surgido ante su reflexión. Muchos dietistas-nutricionistas y pediatras llevan tiempo afirmando lo mismo. Para muestra, Carlos Casabona, pediatra especializado en obesidad infantil, en este artículo sobre el desayuno insano de los niños españoles en el que afirmaba que “vale más que un niño no desayune nada a desayunar de manera insana ya que puede tomar un bocata de pan integral y una fruta en el cole 90 o 120 minutos más tarde. Tenemos un organismo garantizado durante miles de años que puede esperar ese tiempo sin sufrir ningún trastorno serio”.

Como siempre ocurre cuando se saca de contexto una declaración, han saltado todas las alarmas y al cocinero le han llovido no pocas críticas; algunas respetuosas, otras bastante pasadas de tono. También se han mezclado churras con merinas. Como siempre ocurre también en estas circunstancias y contextos. Claro, nos sentimos atacados. Y es normal. Sucede que cuando alguien cuestiona nuestras costumbres y nuestras creencias, cuando esa atalaya desde la que vemos la vida pasar se tambalea, reaccionamos. Pasa con la lactancia materna. Cuando alguien menciona que la leche materna es el mejor alimento para bebés y niños (aunque realmente la leche materna sea mucho más que “solo” alimento), siempre hay quien va a sentenciar que no se es peor madre por no amamantar. Informar no es juzgar, pero somos especialmente susceptibles a según que temas, sobre todo con aquellos que tienen que ver con la crianza, el cuidado y la educación de los hijos. En cierto modo nos sentimos cuestionados desde ese pequeño reflejo de nuestro espejo. O desde nuestras decisiones, libres o no.

No, no es la comida más importante del día

Partimos de una premisa: el desayuno no es la comida más importante del día. No lo digo yo, lo han dicho en numerosas ocasiones expertos en nutrición como Julio BasultoJuan Revenga o María Manera Bassols. Precisamente Manera incidía en unas declaraciones a este periódico que la primera comida del día es tan “trascendental” como pueden serlo el resto de los alimentos que se ingieren a lo largo del día. “De nada serviría un desayuno nutricionalmente perfecto si la comida o la merienda, por ejemplo, estuvieran compuestos de alimentos superfluos y poco saludables”, decía.
Si dentro de una oferta de alimentos saludables, el niño o la niña no quiere desayunar al levantarse, quizás el problema no sea la oferta sino el apetito. No todos sentimos la necesidad de comer “cuando toca”. Tampoco “cuanto” esperamos que coman, ni lo “que” esperamos que coman. ¿Es mejor ofrecer productos fabricados para gustar, aunque sean insanos, con tal de que coman algo? Personalmente no lo creo. Quizás mis hijos no siempre han querido desayunar nada más levantarse pero sí han pedido un rato después alguna pieza de fruta, incluso la comida o la cena del día anterior.
Atención que voy a derrumbar otra creencia: las cinco comidas al día no son obligatorias. Tenemos que empezar a vivir con ello. Si bien durante muchos años ha flotado un globo con el mensaje de que debemos desayunar (y hacerlo como reyes), tomar un tentempié, comer, merendar y cenar, la evidencia científica actual lo ha pinchado. Y en realidad, como ya ha explicado Aitor Sánchez en Mi dieta cojea (Paidós, 2016) o Lucía Martínez en Vegetarianos concienciados(Paidós, 2018), lo importante no es cuántas veces comemos sino la ingesta total a lo largo del día y el tipo de alimentos que elijamos para esas ingestas. De nuevo, ¿qué ocurre si los niños se saltan el desayuno al levantarse pero comen después? Quizás a veces nos falta flexibilidad cuando nuestras expectativas de lo que “debe” ser no se cumplen.

Una reflexión y algunas ideas para mejorar el desayuno en casa

Hay quien opina que no se puede desayunar de forma más saludable sin dinero y sin tiempo. Sobre lo primero, el dinero, ¿desayunar sano es caro? Esta es la excusa que siempre sale a colación cuando se empieza una conversación sobre alimentación saludable. Inmediatamente alguien afirma que comer sano es más caro. ¿Comparado con qué? Cuando dejamos de comprar alimentos procesados para toda la familia, y no solo para desayunos o meriendas sino para las comidas principales, la cesta de la compra se equilibra. También cuando ampliamos el imaginario acerca de lo que nos han vendido como el desayuno “ideal” y de obligado consumo. Hay muchas más posibilidades, hay vida más allá de las magdalenas, prometido. Y no tiene por qué ser más caro si equilibramos nuestra cesta de la compra.
Sobre lo segundo, el tiempo, estoy firmemente convencida de que es una cuestión mucho más compleja. Decir que no se “tiene” tiempo es reduccionista, y es otra excusa más, de las tantas que nos ponemos en nuestro día a día. Es cierto, somos esclavos de un mundo rápido, de trabajos precarios, de jornadas imposibles, pero la vida es también elecciones y prioridades. Priorizamos continuamente, a veces obligados y condicionados por nuestra situación, otras por gusto. No es fácil aprender a organizar ese tiempo, priorizar requiere de una organización germánica. Y no es que la alimentación de nuestros hijos no sea una prioridad, es que a veces no lo es ni para nosotros. Estamos hablando de tomar un desayuno, no de preparar un banquete en el Palacio Real. ¿Cuánto tiempo empleamos en pelar o lavar una fruta? ¿Y en tostar un poco de pan integral?
El desayuno no es un jeroglífico. Tampoco es como el sabidillo marketing nos ha hecho creer. De hecho, tal es su influencia que ha (re)modelado nuestras costumbres alimentarias sin que nos haya dado tiempo a pestañear. Me consta, porque así me lo han contado pediatras y nutricionistas, que una de las preguntas más habituales de las familias cuando acuden a la consulta es: ¿Y qué le doy de desayunar (o merendar)? Muchas veces no es que no queramos mejorar los hábitos familiares, es que no tenemos ni la menor idea de por dónde empezar. Y la mayoría de las veces ocurre esto porque nosotros mismos, por ejemplo, desayunamos mal o regular. O no desayunamos. O lo hacemos por separado, de pie en la cocina y corriendo. Quizás si queremos que nuestros hijos desayunen mejor debemos empezar por replantearnos qué desayunamos nosotros, y después compartir ese momento con ellos. Un momento agradable, no la III Guerra Mundial. Si a alguien le quedan dudas sobre si hay que obligarles a comer, le recomiendo leer sobre por qué no debe hacerlo.
Para responder a la cuestión de qué darles de desayunar, aquí algunas ideas para tomar un desayuno en familia, y que demuestran que hay vida va más allá de bollería industrial y la leche con chocolate y azúcar.
- Sobras de la comida o la cena del día anterior, y que entendemos que no será la pizza fría que trajo un repartidor.
- Pan integral tostado con tomate rallado o aguacate, aceite de oliva virgen y frutos secos molidos por encima.
- Pan integral tostado con crema de cacahuete casera (basta con triturar cacahuetes sin sal, pelados y tostados) y plátano en rodajas.
- Pan integral con hummus que podemos preparar el fin de semana (10 minutos) y tener listo en la nevera para comer en cualquier momento.
- Palitos de zanahoria con hummus de garbanzos y pimiento rojo que podemos tener preparado en la nevera durante varios días.
- Fruta fresca variada lavada o pelada y cortada. También en macedonia, con o sin canela, sin añadirle azúcar.
- Manzana pelada y cortada con canela molida y nueces picadas. Basta con meterla en el microondas cinco minutos y listo.
- Un yogur natural sin azúcar (de vaca, de cabra, de soja) con frutas, semillas o frutos secos molidos y copos de avena.
- Un tazón de copos de gachas de avena con frutas de temporada cortadas y canela molida. Se tarda diez minutos: basta con poner en un cazo un vaso de leche, bebida vegetal sin azúcar o agua y cuando empieza a hervir añadir cuatro o cinco cucharadas de copos de avena. Cuando comienza a espesarse la sacamos, la dejamos templar un poco y le añadimos frutas y la canela.
- ¿Algo de beber? Leche de vaca, bebida vegetal sin azúcares añadidos o agua.
EL PAÍS, Martes 04 de diciembre de 2018

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