S.F.
La revisión ocular de los más pequeños no solo es importante para comprobar el estado de su salud visual, sino que es clave para poder valorar el correcto funcionamiento de los ojos, músculos, nervios y cerebro que intervienen en el proceso completo de la visión. Porque una buena salud visual repercutirá tanto en una buena visión como en el rendimiento y en los resultados académicos de los niños.
Así, tal y como advierte Antonio Fernández, óptico optometrista deVisionlab, las edades comprendidas entre los 5 y los 8 años son las más propensas al desarrollo de defectos refractivos como la hipermetropía, el astigmatismo, la miopía, el estrabismo o la ambliopía u ojo vago. Por eso, advierte, «se recomienda realizar revisiones a partir de los 3 años, siempre y cuando no existan enfermedades visuales hereditarias o que hayan sido detectadas en sus primeros años de vida».
Es primordial, prosigue este experto, «estar alerta ante posibles síntomas con el fin de detectar rápidamente cualquier anomalía y afección, ya que el periodo entre los 4 y 6 años un ojo con cualquier defecto refractivo que no se trate, puede provocar un aumento de la graduación en torno a 1 dioptría al año».
Por ello, continua Fernández, «hasta los 8 años es conveniente realizar las revisiones anuales donde se analice la agudeza visual, motricidad ocular, alineación de los ejes visuales, entre otras, con el fin de evitar consecuencias negativas».
Señales que deben alertar al adulto
Entre las alteraciones visuales infantiles más comunes, señala este óptico optometrista, se encuentra la miopía, un defecto de refracción que se manifiesta, entre otros síntomas, con la aparición de visión borrosa de lejos. Entre los 3 y los 4 años, un 10% de los niños padecen esta afección la cual puede desarrollarse y evolucionar tras el inicio del colegio, de tal forma que alrededor del 20% de los niños de entre 6 y 10 años padecen esta enfermedad.
En esta situación, señala, «tiene un papel fundamental el uso continuado de smartphones, tablets y ordenadores influyendo además de manera poco positiva la ausencia, cada vez más, de las actividades al aire libre. Estas nuevas conductas y las nuevas formas de vida poseen una relación directa con el síndrome de la fatiga o estrés visual, ya que el sistema visual inicialmente no ha evolucionado tan rápido como para adaptarse a las nuevas tecnologías».
En este sentido, concluye Fernández, «los problemas de visión pueden afectar directamente a sus resultados académicos siendo los responsables, en muchas ocasiones, de la falta de entendimiento o visualización de los contenidos y figuras que fomentan la distracción y el aislamiento».
Por eso, padres y educadores pueden estar alerta ante varias señales que indiquen cualquier síntoma:
—Lagrimeo constante durante la realización de las tareas del colegio
—Torcer la cabeza frecuentemente
—Entrecerrar los ojos
—Aproximarse a la TV o a cualquier aparato electrónico
—Dolor de cabeza
—Frotarse los ojos con frecuencia
—Tropezar bastante
—Ojos rojos
ABC, Domingo 13 de enero de 2019
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