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‘Slow parenting’ o educar a fuego lento, lejos de las prisas

SAPOS Y PRINCESAS
Para muchos padres educar hoy en día se ha convertido en una tarea complicada. Por un lado, por la falta de tiempo ya la falta de conciliación laboral nos impide estar con nuestros hijos todo lo que desearíamos. Por otro lado, la gran competitividad de la sociedad actual que nos obliga a educar para que sean los mejor preparados y en muchas disciplinas. Un cóctel explosivo que lleva al agobio e incluso a sufrir episodios de ansiedad. Pero, ¿conoces la filosofía de vida slow parenting?
Ser padres es un trabajo gratificante pero también complejo y difícil. Nadie nace sabiendo. “A pesar de lo que mucha gente cree, pocas madres y padres saben, solo por instinto, cómo actuar y resolver las situaciones con sus hijos. Aunque los progenitores que han tenido más experiencia con niños –ya sea por sus hermanos, sobrinos o por haber hecho de canguros– se sienten algo más “capacitados” con los pequeños, todos tienen que aprender a actuar como padres como las muchas cosas que los humanos tenemos que ir aprendiendo a lo largo de nuestra vida: a leer, a conducir, a montar en bicicleta o a llevarse bien con los demás”, explican en este Manual didáctico para padres.

Nadie nace sabiendo 

Durante toda la historia de la humanidad los padres se han comportado como se esperaba de forma natural. Nadie les ha explicado cómo deben o no tratar a sus hijos. El instinto es lo que han aplicado siempre para poder afrontar la crianza, casi siempre basada en el modelo que adoptaron sus propios padres.
Sin embargo, en nuestro tiempo numerosos psicólogos y pedagogos nos alertan de las consecuencias que pueden tener para nuestros hijos la falta de atención o de una educación deficiente. Debido a las dificultades para la conciliación de la vida laboral y personal, la mayoría no pueden dedicar los ratos que desearían a su familia. Esta carencia se suele suplir con actividades, promesas y regalos. Ni puedo estar contigo esta tarde porque tengo una reunión importante, pero a cambio te dejo jugar con la tablet o te llevaré un regalo.

Los primeros en todo

Además, en la actualidad los menores están en un mundo muy competitivo en el que tienen que ser los primeros en todo. Esto hace que los padres les apunten en una espiral de actividades: inglés, robótica, piano o ballet. Niños que dominan varias disciplinas desde que son muy pequeños y que no tienen tiempo ni para aburrirse ni para jugar. Incluso desde pequeños estamos marcando pautas para que sean más autónomos sin tener en cuenta su desarrollo personal.
El resultado es que además de que los padres estén estresados, los menores también lo están. Numerosos niños y adolescentes tienen síntomas de ansiedad y depresión. Incluso con siete u ocho años sufren trastornos de sueño o de alimentación.

El slow parenting como alternativa

Para cambiar con este ritmo estresante de vida nace el slow parenting. Un movimiento social que promueve la necesidad de desacelerar el ritmo actual de la sociedad y optar por una crianza sin prisas. Una donde destaque el equilibrio, el respeto y que prevalezca el propio ritmo del niño para crecer y descubrir el mundo. Os vamos a dar algunos consejos para aplicar esta filosofía a vuestra vida diaria.

1. No presionar

Simplemente tenemos que “no presionar y no agobiar”, como primer mandamiento del slow parentingNo podemos permitir que tengan horarios de adultos levantándose a las siete de la mañana y sin tener un minuto para descansar. Tenemos que dejarles su espacio para el juego libre, para no hacer nada y relajarse. Su infancia no puede ser una carrera constante.

2. Estar presentes

En esta filosofía uno de los puntos principales es que tenemos que intentar estar presentes en la vida de nuestros hijos y no sustituir nuestra ausencia y culpabilidad con actividades o regalos. Estar presentes es complicado debido a las dificultades para la conciliación laboral pero los padres debemos intentar el mayor tiempo posible con ellos. Hay que promover políticas de conciliación que permitan ofrecerlo. Mientras que no tengamos el tiempo suficiente nos tendremos que conformar con que siempre sea de calidad y que ayude a reforzar el vínculo con nuestra familia.

3. Eliminar obligaciones y actividades

Un buen punto de partida es olvidar todas esas tendencias que encontramos por Internet. ¿Por qué nos empeñamos en que aprendan chino o vayan a clases de violín si sabemos que no les gusta? Tenemos que observar si esas actividades benefician aquí y ahora a nuestros hijos, no si en un futuro le serán de alguna utilidad. Tenemos que vivir el aquí y el ahora y no agobiarles con clases y horarios.

4. Aprender a escuchar

Hay que entender empáticamente lo que pueden estar viviendo. Si se sienten comprendidos convertirán los problemas en retos y oportunidades de cambiar la situación que están afrontando, responsabilizándose de sus actos. El slow parenting demuestra que está en nuestra mano enseñarles a ser solidarios y agradecidos. Ser conscientes de su suerte les hará ser más felices y generosos.

5. No existen los padres perfectos

Desde el minuto uno en el que tenemos a nuestro hijo en los brazos en el hospital, ninguna madre o padre sabe cómo debe actuar. Esa indecisión es parte del trabajo de ser padres. Tenemos que armarnos de paciencia e intentar seguir día a día haciendo nuestra labor. No podemos estar agobiándonos continuamente por si no hacemos lo mejor para ellos. Su prioridad es nuestra presencia, sentirse amados, queridos y protegidos. Debemos buscar un tiempo diario en el que no haya obligaciones, clases o actividades, sino que podamos disfrutar juntos de la vida.
EL MUNDO, enero de 2019

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