KRISTIN SULENG
Dice la ciencia que los primogénitos nacen con las papeletas para ser los más listos, aunque también hay estudios que apuntan a que tienen peor salud que sus hermanos, como contamos en BuenaVida. Sobre los pequeños también hay investigaciones: son más propensos a tener peor comportamiento que los mayores, aunque la historia ha demostrado que son capaces de hacer grandes cosas (Marie Curie, Darwin o Bach son algunos ejemplos). Ahora, un estudio australiano desvela nuevas conclusiones sobre los segundos hijos: al parecer, podrían empeorar la salud mental de sus progenitores.
La investigación, que se ha basado la encuesta sobre hogares, ingresos y dinámicas laborales en Australia (HILDA), que se hizo a 20.000 australianos durante 16 años, analiza cómo afectan el nacimiento y la crianza de los hijos a la salud de los padres, tanto a corto como a largo plazo. Las conclusiones apuntan a que el segundo genera mucho más estrés que el primero, sobre todo a las madres. Pero la culpa podría no ser del pequeño de la familia.
La mayor parte de la carga recae sobre las madres
Si en España las mujeres dedican más tiempo que los hombres al cuidado de los niños, en Australia no es distinto. Allí, ellas cuentan con un año de baja por maternidad mientras ellos, en cambio, siguen trabajando debido a las reducciones de sueldo de las madres y a una mentalidad tradicional de los papeles de género. Esto hace que la mayor parte de la carga de los niños recaiga sobre ellas.
La llegada de un segundo hijo incrementa las exigencias y, lejos de facilitar las cosas, las empeora: aumenta las diferencias entre los roles y produce mayor estrés en las madres, un estado biológico que puede favorecer al desarrollo de graves problemas de salud. Los padres, por su parte, aunque también ven un deterioro de su salud mental en un principio, no lo sufren a largo plazo, según las conclusiones del estudio.
"El efecto sobre la salud mental es incuestionable, pero lo que lo empeora no es el hecho de tener un segundo hijo sino la falta de corresponsabilidad doméstica, además de las condiciones económicas y sociales", explica Alberto Soler, psicólogo especializado en crianza y autor del libro Hijos y padres felices: Cómo disfrutar la crianza. Parece que el estudio de Australia tiene un enfoque tendencioso.
Un problema de la sociedad
"La muestra del estudio se da en un contexto familiar tradicional en el que la mujer es la cuidadora y el hombre, el proveedor", observa Soler, quien considera que, como los valores en España empiezan a cambiar, "no tendríamos los mismos datos en un estudio nacional".
Aunque negativos para las mujeres, los resultados podrían tener su lado positivo: "Al aportar evidencias sobre la dificultad en la crianza de los hijos, la investigación podría contribuir al desarrollo y puesta en marcha de nuevas políticas sociales", indica Amaya Prado, psicóloga educativa y vocal de la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. Sin embargo, hay otro problema, en su opinión: "El estudio no plantea soluciones para que las parejas que lo deseen puedan tener un segundo hijo".
Desarrollar una paternidad positiva
Más allá de la respuesta como sociedad, también es necesario actuar en casa. Soler explica que muchos padres no son capaces de abandonar la visión hedonista de la vida cuando llegan los niños: "Los que tienen un problema son los que dicen querer tener hijos pero no quieren les cambien la vida". Y es algo inevitable, apunta, pues con su llegada cambia por completo "la forma de relacionarse con el mundo, con el trabajo y con la pareja".
También es cierto, señalan los expertos, que el segundo hijo añade más estrés a la ecuación, pero también hay formas de atajarlo y desarrollar una paternidad positiva. "Una clave positiva es que las habilidades parentales ya están cuando se tiene el segundo hijo, solo que el centro de atención se divide en dos", indica Prado, quien advierte a los padres que asuman que los momentos iniciales serán críticos para mitigar el futuro estrés y anticipar una solución a los problemas.
Para el control de las dificultades, la psicóloga Prado plantea llevar una planificación de rutinas y hábitos como reservar tiempos individuales. Esto incluye los momentos de los niños y también los de los padres tanto juntos como a solas, aunque sean periodos muy cortos. Por ejemplo: que uno salga a correr por la mañana y otro por la tarde.
"El tiempo donde pueda confluir la pareja también importa, como ver una película juntos mientras la prole duerme", señala. Todos esos pequeños respiros llevan a sentimientos más positivos. Para conseguirlo solo hace falta, dice la experta, "una buena comunicación", que debe empezar antes de la llegada de los niños. "Son cuestiones que se pueden consensuar antes del nacimiento y ayudan a prevenir y solucionar dificultades en la práctica", concluye Prado.
EL PAÍS, Lunes 21 de enero de 2019
Comentarios
Publicar un comentario