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Cuando el niño se traga una moneda o una pila

LAURA TARDÓN / MADRID
Las salas de Urgencias pediátricas son auténticas 'bibliotecas' de historias curiosas que, aunque empiezan como un verdadero libro de terror, en la mayoría de las ocasiones guardan para el final la mejor parte, un desenlace feliz y sin riesgos para la salud. Niños que se tragan tornillos, pilas y monedas, pequeños que muestran un color de piel azulado o que vomitan de color rojo. Situaciones, a priori, alarmantes y que, por suerte en un alto porcentaje de los casos, sólo se quedan en una anécdota que pasa a formar parte de la memoria familiar.
"La ingesta de pequeños objetos son motivo frecuente de las visitas a Urgencias", señala Gabriel Jiménez, médico del grupo de Urgencias de Semergen. "Mientras no tengan saliente, no hay más problema. Basta con que el niño siga una dieta rica en fibra, beba mucha agua y que los padres controlen su expulsión a través de las heces".
Muchas veces, los progenitores se presentan en Urgencias muy preocupados por el color de piel de sus hijos. "Recuerdo un niño azul, casi casi como un pitufo". En un principio, "nos preocupaba mucho porque este tipo de coloración está relacionado con patologías respiratorias y cardiacas. Sin embargo, su estado general era muy bueno". Al final, después de indagar encontraron al culpable: "el tinte de unas botas que su madre había comprado en el mercadillo. Lo absorbió la piel, pasó a la sangre y la coloración azulada se extendió por todo el cuerpo".
Al hilo de este caso, Ignacio Manrique, director del Instituto Valenciano de Pediatría, también ha tenido alguna experiencia similar. "Una vez exploré a un niño que tenía las palmas de los pies y las manos amarillas. Su madre temía que fuera hepatitis", pero nada más lejos de la realidad. "Simplemente, se debía a que había tomado muchas zanahorias".
Curiosamente, tal y como relataba su madre, otro pequeño paciente (de tres años) vomitaba con un color rojo. Francisco Javier Fonseca, coordinador del grupo de Urgencias de Semergen, atendió aquel día a este menor. "La madre explicaba que tenía dolor abdominal y los vómitos de sangre. Como esto es muy raro en la población infantil, su estado general era bueno y la exploración que le hice en la boca no mostraba restos de sangre, seguí preguntando" hasta dar con el origen. Al cabo de unos minutos, "vomitó en la consulta y no era sangre. Lo que había pasado era que había comido mucho chorizo".

El color del licor

Los tres especialistas que han compartido sus experiencias con EL MUNDO recuerdan numerosos casos de niños intoxicados por despiste. "Los padres les traen a Urgencias preocupados porque están muy dormidos. Inmediatamente les preguntamos si han tomado algún fármaco y, aunque creen que no, al final, tras un análisis de sangre, vemos que, efectivamente, el pequeño ha cogido el jarabe para la tos y se lo ha tomado", cuenta Fonseca.
El color del colutorio también resulta atractivo para una mirada infantil, al igual que los licores. Sobre todo en fechas navideñas, narra Ignacio Manrique, "atendemos a niños que se han tomado un chupito de licor, que está muy dulce y se suelen servir en vasos pequeños. Los beben del tirón y esto les afecta claramente".
Los padres no se dan cuenta y acuden con miedo a los servicios de urgencias. "Una mujer me explicaba que su hijo estaba dormido en el sofá, se despertaba, vomitaba, decía que estaba muy mal, volvía a dormirse, se despertaba, volvía a vomitar...". Se había tomado anís, resuelve Jiménez, quien destaca otra de las historias de sus pequeños pacientes.
"Hubo un niño de tres años que se quejaba de dolor en la nariz. En teoría, no se veía nada, pero después de dilatarle el orificio nasal, vi que tenía metido un maletín de los playmóvil. Se lo saqué sin problema", ¿pero quién lo iba a pensar?

Errores comunes

Otras curiosidades que se ven en Urgencias, con las que hay que tener mucho cuidado, según Manrique, están relacionadas con las quemaduras en la población infantil. "Vemos a menudo niños con quemaduras que los padres tratan con pasta de dientes, lejía y hasta les colocan hielo. No deben hacerlo nunca porque empeorarán las lesiones".
En definitiva, es importante que los padres alejen posibles fuentes de intoxicación de sus hijos, estén alerta de lo que se meten en la boca y no empeoren sus lesiones. También es muy frecuente, "más de lo que parece, que los padres den a sus hijos suero de deportistas en lugar del suero oral que se compra en las farmacias. No es lo mismo. El primero tiene mucha glucosa, pero está preparado con el objetivo de hidratar a los pequeños cuando tienen diarrea. Vemos casos de pequeños deshidratados por este motivo [...] Hay quien les da un preparado casero de limonada alcalina (agua, zumo, limón, sal y bicarbonato) y esto tampoco les mantiene suficientemente hidratados".
EL MUNDO, Viernes 22 de noviembre de 2013

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