GEMA LENDOIRO
Los niños experimentan buscando, haciendo cosas y
preguntando y preguntándose hasta donde pueden llegar. Ellos no conocen
los límites, somos los adultos quienes tenemos que marcar las pautas de
lo que sí está bien o lo que no lo está. Pero, ¿cómo lo hacemos? ¿Cuál
es el mejor método para conseguir el principal objetivo, es decir, que
distingan lo bueno de lo malo? Los pedagogos llevan años discutiendo
teorías mientras los niños siguen haciendo siempre lo mismo: investigar.
Da igual la cultura, la clase social, la raza, el lugar, el tiempo,
ellos siempre intentarán subirse a esa ventana, coger el juguete de otro
niño, aquello que un adulto usa con punta.
¿Cuáles son las mejores maneras de enseñar a los niños
aquello que está bien y aquello que está mal? Semanas atrás hemos visto
que los gritos, los castigos físicos, sólo consiguen crear rabia y
desencuentro, además de conseguir que el niño actúe por miedo y no
porque verdaderamente haya aprendido qué es bueno y qué es malo. Hace
tiempo se puso de moda la llamada «silla de pensar» consistente en
castigar a un niño que ha hecho algo mal a sentarse en una silla durante
un rato a pensar sobre lo que ha hecho. Hemos querido hablar con Deheni
Rubio, psicopedagoga de la Pedagogía Blanca y autora de www.mimamadice.com
—¿En qué consiste la famosa «silla de pensar» aplicada a los niños?
Desde hace unos años, la silla de pensar, el tiempo fuera o
el time out se volvieron recursos sugeridos y utilizados por las
escuelas y padres de familia. En su momento causó un gran revuelo la
posibilidad de «ofrecer un momento para pensar a los chicos que han
hecho algo mal» y, como otras muchas prácticas novedosas, también se
concluyó que la técnica, lejos de ofrecer un momento de reflexión, no
deja de ser una práctica conductista (que condiciona a un comportamiento
esperado) que se enfoca a la obediencia, aportando poco a la autoestima
infantil y al esperado pensamiento reflexivo de las conductas
realizadas.
—Es un castigo disfrazado…
En su momento se presentó como una alternativa para la
autorregulación infantil, siendo en pocas palabras un castigo disfrazado
de «buena voluntad». Ahora sabemos que el empleo de los castigos, lejos
de ser beneficiosos para la educación, impone un modelo de crianza
basado en el poder. Es preciso considerar si queremos criar a nuestros
hijos a partir de este principio o bien si queremos propiciar en ellos
la posibilidad de la reflexión y la (re) solución de problemas.
—¿Qué implica la silla de pensar?
La silla de pensar se utiliza cuando se considera que el
niño no ha tenido una conducta adecuada y ha reaccionado ante
determinada situación, invitándolo a «reflexionar» en la silla por unos
minutos (se sugiere un determinado tiempo, según la edad). El niño debe
estar solo y regresar cuando se haya calmado.
—¿Y qué se supone que pasa cuando el niño está «pensando» en su silla?
En realidad cuando el niño está en la silla, está aislado,
enojado y frustrado. Ha reaccionado ante una situación que no ha podido
resolver verbalmente, por tanto ha reaccionado impulsivamente. Como
cualquier otro humano, cuando estamos enojados y respondemos ante
determinada situación, a menudo no nos detenemos a pensar si es adecuado
o no lo que dijimos/hicimos.
Al estar obligados a «un momento de pensar» seguimos
enojados y probablemente un poco más que antes, siendo este un momento
para acrecentar los sentimientos y por el contrario a lo que se piensa
no invita a la reflexión de la conducta realizada. Él está sentado en la
silla mientras los demás esperan a que ÉL sea quién arregle las cosas a
partir del aislamiento y el supuesto momento de pensamiento/reflexión
que se espera llegue solamente por estar en la silla sin brindarle
acompañamiento emocional y físico.
-Entonces…¿no funciona?
-Rotundamente no.
¿Por qué no utilizar la silla de pensar?
Transmitimos el mensaje de que solo se piensa cuando hemos
hecho algo mal y que solo debemos pensar nuestros actos cuando nos
enfadamos. Enviar a nuestros hijos a la silla no brinda la oportunidad
de reparar la conducta realizada y subsanar el hecho «lo tiro, lo puedo
levantar», «te pego, te puedo sobar», «te lo quité, lo podemos
negociar», «te grité, lo podemos hablar».
Este tipo de técnicas causan sensación de abandono en el
niño, de rebeldía, disminuye las posibilidades de diálogo y negociación,
entre pares y sobre todas las cosas con los padres. Se cree que los
niños por ser pequeños no comprenden los mensajes adultos, cuanta
sorpresa nos podemos llevar si prestamos atención a las actitudes de
ellos ¿Has visto cómo te imita? ¿Cómo cuando juega manda a sus muñecos a
la silla de pensar? Si es así, tienes la respuesta en tus manos.
Estamos hablando de criar de forma respetuosa, de aplicar la Pedagogía
Blanca, donde realicemos una verdadera reflexión de nosotros como
adultos, al ser empáticos con las acciones de los niños, de compartir
las vivencias y situaciones cotidianas en un ambiente libre de gritos,
golpes y castigos.
—¿Cómo resolver problemas pensando y sin silla?
Esta es una acción de compromiso por parte de los padres
que desean educar niños que de verdad sean reflexivos, pensantes y
empáticos ante las problemáticas familiares y sociales. Analiza: los
momentos en los que has utilizado la silla de pensar, reflexiona ante
estas situaciones y piensa ¿podría haberlo evitado? ¿Podría modificar
esa situación para que no se presente nuevamente? Considera: ¿crees que
puedes negociar diez minutos más de juego antes de bañarse o dar
opciones ante situaciones que pueden causar enfado?
Por ejemplo, diciéndole al niño: «puedes llevar solo
juguetes que quepan en tu bolsa, los grandes no caben, veamos cuáles sí»
Mostremos respeto ante sus decisiones, el niño —como cualquier otra
persona— quiere sentir control sobre sus decisiones.
Negociemos juntos que sí y que no, esto lo conseguiremos
estableciendo límites claros y reales en casa, no modificarlos y siendo
constantes. Si bien hay cosas que no podemos negociar, hay muchas otras a
las que podemos ofrecerles alternativas.
¿Qué hacer para resolver estos conflictos con los niños? Estamos hablando de tres, cuatro, cinco años…
Si queremos que nuestro hijo aprenda a resolver los
conflictos en la vida adulta, que aprenda a manejar el estrés en un
empleo o a negociar con otras personas, este es el momento de modificar
nuestras actitudes como padres, podemos/debemos aportar seguridad,
incrementar el vínculo madre-hijo, autoestima, brindar opciones de
negociación, resolución de problemas y abrir canales de comunicación.
Trata de solucionar juntos el problema ¿ha tirado la
comida? No le gusta lo que le has servido busca hacer una negociación
«puedes comerte solo la mitad y después levantamos juntos lo que has
tirado» cuando son pequeños muchos de los enojos surgen a partir de la
frustración de no poder expresar o realizar algo en particular, en este
caso podemos decir ¿te ayudo a alcanzarlo? ¿quieres que te muestre como
hacerlo?
—¿Y si quiere estar solo?
—Si quiere estar solo, también es válido, concédele ese
momento, sin hacer alarde de «estás solo porque te has portado mal», no
se relaciona querer tener un momento en silencio con soledad o castigo.
Como todo proceso, requiere de un tiempo, estamos hablando de cambiar
nuestro propio esquema de aprendizaje y educación previa. Requeriremos
hacer de esto un hábito para poder ver los resultados, mientras tanto y
en lo que llegamos a esto podemos emplear las siguientes estrategias
para no caer en la tentación de la silla de pensar.
Algunos consejos cuando se presente el conflicto
ABC, 14/12/2013
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