M.ARRIZABALAGA
Recita y memoriza: «La princesa está
triste, qué tendrá la princesa...». Los versos de Rubén Darío, que
quienes estudiaron la EGB recuerdan hoy sin vacilar, aún se siguen
aprendiendo de memoria en las aulas junto a las tablas de multiplicar,
las preposiciones, las cordilleras, los elementos de la tabla periódica,
la fecha de la Revolución Francesa o los órdenes arquitectónicos
griegos. En la era de las nuevas tecnologías, ¿la memorización es un
recurso en vías de extinción?
Ahora «la escuela está instalada en una cultura digital», advierte Miguel Ángel Santos Guerra,
catedrático emérito de Didáctica y Organización Escolar en la
Universidad de Málaga. Cuando el conocimiento se guardaba en la escuela
era importante que estuviera bien seleccionado, transmitido y aprendido,
pero hoy se encuentra en múltiples lugares. Existe una auténtica
«avalancha» de datos a disposición de los alumnos y los profesores
«deben ayudar a ver dónde hay información válida y dar criterios para
discernir qué conocimiento es fiable y no está alterado», explica Santos
Guerra, que ve ahí un desafío para la escuela, que . «tiene que
desarrollar esa nueva función».
José Antonio Marina advertía
sin embargo «que Google y Apple «no pueden encargarse de educar a
nuestros chicos».«Es un fallo pensar que si puedes buscar una cosa para
qué la vas a estudiar», defendía el filósofo y pedagogo con motivo de la
presentación de su libro «La inteligencia ejecutiva». «Los niños deben aprender de memoria cuanto más, mejor», añade, porque «la inteligencia reside en la memoria» ya que «cuando pensamos lo hacemos con contenidos y conocimientos».
Bernardino Salinas,
profesor de Didáctica y Organización Escolar y vicedecano de la
Facultad de Magisterio de la Universidad de Valencia diferencia entre
los contenidos que se aprenden de memoria. «Hay un contenido escolar,
por ejemplo, las tablas de multiplicar, que nos resulta necesario
recordar, guardar en la memoria, de tal manera que, llegado el momento,
sepamos responder sin dudas y sin necesidad de cálculos o de papel y
bolígrafo».
La gente recuerda de forma
automática que siete por cinco son treinta y cinco, continúa, porque en
algún momento fue capaz de recitar «de memoria» la tabla del siete (o
del cinco) «pero también porque ese recuerdo lo utilizó» para resolver
operaciones y problemas matemáticos en la propia escuela o después en su
vida cotidiana. Sin embargo, el dato de que la Guerra de Independencia
española transcurrió entre 1808 y 1814 «es posible que días después del
examen se haya olvidado porque no resulta de utilidad o interés en la
resolución de situaciones».
«En el camino por comprender el mundo y enfrentarnos a las situaciones y problemas que nos van apareciendo la memoria y la memorización, como capacidad de esforzarse por recordar aquello que nos resulta importante son fundamentales para avanzar en la vida», estima Salinas.
Para el vicedecano de la Universidad
de Valencia, los buenos maestros se diferencian por ser capaces de
situar a sus alumnos ante situaciones, problemas o actividades en las
que identifiquen y reconozcan lo que es importante, apasionante o
interesante y por tanto merezca la pena guardar en la memoria. «Esa
competencia profesional es mucho más "educativa" que hacer "memorizar"
un conjunto de datos, hechos, definiciones, clasificaciones... cuya
mayor utilidad es la de aprobar un examen en un momento puntual», señala
antes de preguntarse por cuestiones por las que él mismo se examinó
durante su escolaridad. «¿Quién se acuerda de la ley de BoyleMariotte o
de los afluentes del río Turia? ¿Cuál es el lugar del Rubidio en la
tabla periódica? ¿Qué es un morfema? Enhorabuena si tiene las respuestas
correctas y si además es capaz de interpretar correctamente un recibo
de la luz, no solo tiene buena memoria, también dispone de competencias
valiosas para la vida», añade.
Discrepa en este punto Alberto Royo,
secretario general del Sindicato de Profesores de Educación Secundaria
(SPES). Para este profesor de instituto, el ejercicio de la memorización
«sigue siendo imprescindible en la enseñanza» pese a que «a partir de
la implantación de la LOGSE en 1990 se ha venido despreciando la memoria
con el pretexto de que memorizar excluye razonar o pensar, como si la
repetición de un concepto hasta su asimilación fuera en contra del
desarrollo creativo del alumno». ¿Cómo aprender música sin memorizar las
notas, las figuras, los compases; literatura sin memorizar el nombre de
autores y obras literarias; historia sin memorizar el de reyes, héroes,
batallas...?, se pregunta. «Nadie pone en duda el poco sentido de
memorizar la lista de los reyes godos»,
continúa, «pero extender este absurdo a cualquier memorización, por
ejemplo, la de la lista de los Austrias o los Borbones, indispensable
para tener al menos unas nociones de historia moderna y contemporánea de
España, no resiste la más elemental de las discusiones».
Citando a Fernando Savater, Royo
subraya que «la educación humanista no solo consiste en enseñar a
aprender, en fomentar la espontaneidad creadora del alumno, ni mucho
menos en preparar técnicamente, sino también en transmitir contenidos fraguados en la dialéctica de los siglos y en desarrollar la memoria de un legado pasado que da sentido al presente y abre paso al futuro».
La memorización «es uno más» de los
procesos que se llevan a cabo con el aprendizaje, que «no es
incompatible con el raciocinio o la capacidad y contrastar información»,
subraya Royo.
El primo Genito
«El peligro está en que se plantee que hay que repetir lo que dice el libro para aprobar»,
considera Santos Guerra, que recuerda exámenes dignos de guardar en la
memoria. «Un profesor preguntó a un alumno quién había sido el sucesor
de Felipe II y se quedó atónito al escuchar su respuesta: Su primo Genito»,
relata Santos Guerra subrayando cómo el estudiante aseguraba que ésa
era la respuesta que había leído en el libro. O la del niño de 10 años
que a la pregunta sobre «¿cómo viven las vacas?», respondió con un
escueto «Bien» y se lamentaba de la mala nota obtenida por no haber escrito
«lo que ponía el libro: en ganadería extensiva o intensiva».
«Si hubiera repetido las palabras
del libro sin entenderlas le hubieran puesto un bien. Los estudiantes
buscan tener éxito en los exámenes y si lograrlo implica repetir, pues
se repite», indica el catedrático de Didáctica para quien este tipo de
evaluación genera un aprendizaje más pobre ya que valora la función
mental de menor complejidad según la clasificación de Doyle
(memorización, aprendizaje de algoritmos, comprensión, análisis, opinión
hasta la creación). «Hemos de crear, de opinar, analizar, comprender y
memorizar», destaca Santos Guerra.
La memoria, añade, «es la sustancia
de la vida» y «si no existiese no tendríamos conciencia. Hay que
cultivarla, desarrollarla, entrenarla». Por eso defiende que los niños
memoricen algunos conceptos porque este esfuerzo «genera unos hábitos y
entrena a la mente en una tarea que es imprescindible», pero insiste en
que los exámenes no deben ceñirse a exigir meras repeticiones.
José Antonio Marina advertía sin embargo «que Google y Apple «no pueden encargarse de educar a nuestros chicos».«Es un fallo pensar que si puedes buscar una cosa para qué la vas a estudiar» goodnightpublishing.com/programa-iptv-para-pc/
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