L.PERAITA
No hay padre ni madre que no se eche a temblar cuando su hijo les dice «¡me aburro!». Muchos no saben cómo actuar y se soprenden al ver a los pequeños bloqueados sin saber qué hacer.
Sin embargo, antes de entrar de lleno en la materia y de
que los padres se pongan a hacer el pino para distraer y divertir a sus
hijos aburridos, Veronica Corsini, psicóloga de Servicios Psicológicos Koan, matiza que es necesario reflexionar sobre el verdadero significado de «¡me aburro!».
Explica que es muy habitual que los padres den por hecho que el aburrimiento en los niños responda a un cansancio o tedio debido no encontrar algo que les distraiga y les divierta. Ante esta demanda que hace el niño, los padres suelen reaccionar de dos maneras:
distraerles dándoles algo para tratar de cubrir sus necesidades y
rellenar ese hueco o, todo lo contrario, no prestarles atención.
«El primer problema que acarrean estas reacciones de los
padres, está en que cuando un niño dice que se aburre, no siempre
responde a una emoción de aburrimiento. Muchos niños cuando están
angustiados, disgustados, tristes, con miedo, molestos con algo… suelen recurrir a esta frase como único medio que tienen de expresar sus emociones», asegura Verónica Corsini.
En lugar de poder decir «estoy triste», recurren al «me
aburro» que es anterior al reconocimiento de emociones profundas. «Si
respondemos de igual manera a esta frase sin tener en cuenta la emoción que está detrás, estamos desatendiendo lo que realmente necesita y
dando una misma solución frente a demandas completamente
distintas—advierte—. Por eso es importante poder llegar a entender qué
emoción está detrás de esa demanda de nuestro hijo para ayudarles a
aumentar su repertorio emocional y a la vez poderles dar una respuesta
adecuada en cada situación».
El segundo problema que se plantea es la sobreestimulación a la que están expuestos los niños. Según Corsini, en las últimas décadas han aumentado considerablemente los diagnósticos de Hiperactividad y Déficit de Atención.
«Quizás deberíamos pararnos a pensar en cómo los niños de hoy en día
tienen su agenda repleta de actividades estructuradas de todo tipo:
desde el colegio, pasando por las actividades extraescolares, fiestas de
cumpleaños, juguetes, ordenadores, televisión… Una cantidad ingente de
actividades dirigidas que les permite, muchas veces de manera pasiva,
estar estimulados constantemente».
Frente a esto, los niños cumplen o no con esas actividades
pero no miran realmente lo que quieren. «Para que el niño pueda ponerse
en contacto con su deseo, con lo que quiere hacer y le gusta, es
necesario que pase por un momento de no saber qué hacer—asegura esta
experta—. Es necesario que se aburra para que desee crear algo de manera activa.
Y por activa me refiero a que el propio niño ponga en la actividad una
parte de sí mismo. Esto genera una mayor autonomía respecto del adulto
que lleva a una mayor seguridad, así como a tolerar la frustración de un
modo más efectivo ya que puede reconocer sus propios recursos».
¿Cómo podemos entonces ayudarles como padres? La propuesta
de Verónica Corsini está en servirles de guía para poder ayudarles a
buscar problemas y así crear nuevas soluciones. Resalta que es
importante tratar de averiguar qué emoción está detrás del aburrimiento
ofreciéndole opciones: «Quizás no estés aburrido, sino enfadado
porque…». Un niño necesita aumentar su repertorio léxico para poder entender qué es lo que siente y a su vez aumentar el repertorio de sentimientos.
Por otro lado, si realmente está aburrido, «podemos tratar
de ayudarle a pensar acerca de lo que realmente quiere hacer dándole
opciones: "tienes estos 4 juguetes, a ver qué se ocurre a ti que puedes
inventar o crear con ellos". De este modo, se le ayuda a que adquiera
una mayor capacidad simbólica, la cual está estrechamente relacionada
con la creatividad».
ABC, Martes 31 de marzo de 2015
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