CARLOTA FOMINAYA
La situación económica podría haber afectado también a la
estatura de los niños. Al menos, esta es una de las hipótesis plausibles
del Estudio Cuenca, llevado a cabo por el Centro de Estudios
Sociosantiarios de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM),
tras haber analizado a escolares de 21 colegios, en los que se aprecia
que puede llegar a existir hasta una diferencia de entre 4 y 5
centímetros según el trabajo y los estudios de sus padres. De tal manera
que mientras que entre los niños nacidos en 1999-2000 no hay
diferencias significativas en su estatura según el nivel socioeconómico
de sus progenitores, entre los niños de 4 a 6 años en el año 2013, y que
por tanto habían nacido en 2007-2008, hay hasta casi 5 cm de diferencia
en su estatura dependiendo de que el estatus de sus familias sea alto o
bajo.
Otra de las llamativas aportaciones hechas en el estudio
dirigido por el catedrático Vicente Martínez Vizcaíno desde su
departamento en la UCLM, tras la medición corporal y seguimiento de la
alimentación de los niños desde 1992 es que los niños más obesos
no son precisamente los que ingieren más calorías, pero sí son los más
sedentarios. Y al contrario, que los que más comen son precisamente los
niños más delgados, hasta 200 kilocalorías más diarias de media que los niños con sobrepeso.
«La ingesta de alimentos —apunta este experto— tiene menos importancia
en el origen de la obesidad infantil en niños españoles que el exceso de
sedentarismo». La explicación para este fenómeno, según Martínez
Vizcaíno —también profesor en la Facultad de Enfermería de la UCLM—
podría encontrarse en que «la expresión de los genes relacionados con la
obesidad se puede modificar a través de la actividad física. Además la
actividad física en edades precoces puede diferenciar células madre
pluripotenciales a masa magra y así aumentar el metabolismo basal, es
decir, el consumo de energía del organismo de por vida».
Deporte en el colegio
Dicho Estudio de Cuenca
ha medido también cuán activos son los escolares y la conclusión es que
no se mueven lo suficiente, ya que si bien es verdad que practican una
hora de actividad física de intensidad moderada al día (deportes o
juegos), el resto del tiempo (un 80%) permanecen inactivos.
Esto los convierte en niños «sedentariamente activos», matiza Martínez
Vizcaíno: niños (incluso de tres años) que se mueven, pero no lo
suficiente. El problema, advierte Mairena Sánchez López, coordinadora
del programa, «es que el sedentarismo deja su impronta negativa
independientemente de la actividad física, y todavía no existe una
conciencia clara del riesgo que supone para la salud». Para combatir ese
«sedentarismo activo»,
el Estudio de Cuenca puso en marcha un programa de intervención en
escolares para aumentar el tiempo de actividad física semanal mediante
actividades lúdicas no competitivas extraescolares denominado programa de juegos MOVI. Tras varios años en marcha han constatado que este proyecto, asegura Sánchez, «ha conseguido disminuir la obesidad entre los escolares, reducir el sedentarismo
y mejorar la salud y la condición física de los niños que han
participado». Para la coordinadora del programa, el éxito radica en que
«principalmente se proponen a los alumnos actividades de juego no
competitivas, sino recreativas, es decir, juegos que permiten participar
a todos los niños y niñas, independientemente de su condición física,
sexo o habilidad para el deporte. Se trata de llegar mediante el juego a
todos por igual».
El ejemplo finlandés
Lo que esta experta propone a los centros es que, además de
utilizar la hora de los recreos, se realice el trayecto hasta el
colegio andando y que se incluya el movimiento en el curriculum: «En Finlandia, por ejemplo, donde están muy por delante de España en los resultados PISA, ya practican este sistema con cincuenta minutos lectivos y diez de actividad física». «Es un hecho que a los niños «se les ha robado la calle», pero debemos conseguir que la escuela activa sea toda una filosofía de vida»,
concluye Vizcaíno. Por lo tanto la recomendación sería, concluye la
profesora Mairena Sánchez, «practicar algo de actividad física en cada
hora del día y olvidar la idea de que el juego roba horas de estudio,
pues el ejercicio físico produce también un beneficio en el rendimiento
escolar de los niños».
ABC, Miercoles 11 de marzo de 2015
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