MARGARITA LÁZARO
Vivimos inmersos en la cultura de la ducha diaria. Hemos pasado de
una España en la que el baño era un lujo, a una España en la que casi la
mitad de la población pasa diariamente por este trámite.
Nos duchamos día sí y día también e invertimos una media de 11
minutos en esta actividad, según la última encuesta de Demoscopia.
Muchos ya no concebimos la idea de llegar al trabajo sin antes
despejarnos bajo el reparador chorro de agua caliente. Lo hemos
convertido en algo así como una necesidad básica. Y no decimos que esté
mal hacerlo, el problema es que muchas veces no lo hacemos como
deberíamos. Un mal uso de la ducha puede provocar multitud de problemas
cutáneos.
1. Nos duchamos demasiado
La piel es el órgano más extenso de nuestro cuerpo y el primer mecanismo que tenemos para defendernos de los agentes externos. “Si estamos continuamente rasurando, lavando o haciendo correr agua por ella estamos quitando nuestras defensas”, explica la doctora María Sainz, jefa del servicio de Medicina Preventiva del Hospital Clínico San Carlos de Madrid y FUNDADEPS. Piensa que el ser humano es el único mamífero que realiza esta tarea para reprimir su olor corporal.
La piel es el órgano más extenso de nuestro cuerpo y el primer mecanismo que tenemos para defendernos de los agentes externos. “Si estamos continuamente rasurando, lavando o haciendo correr agua por ella estamos quitando nuestras defensas”, explica la doctora María Sainz, jefa del servicio de Medicina Preventiva del Hospital Clínico San Carlos de Madrid y FUNDADEPS. Piensa que el ser humano es el único mamífero que realiza esta tarea para reprimir su olor corporal.
2. Usamos demasiado del jabón
Pasar por debajo del chorro de agua a diario no es tan pernicioso
como lo es el uso continuado de gel, “especialmente si tenemos una piel
sensible y vemos que nuestro cuerpo no lo tolera bien”, nos explica el
doctor Ramón Grimalt, especialista en dermatología y miembro de la Asociación Española de Dermatología y Venereología (AEDV).
Este especialista insiste en la necesidad de recurrir el sentido
común para limitar su uso, mientras que otros hablan de emplearlo dos o
tres días a la semana. “A no ser que hagas deporte o tengas un exceso de
sudoración”, señala la doctora Sainz que insiste en que no hay que
tomarse esta recomendación como una norma para toda la población sino
como una orientación. Porque no es lo mismo ser chico que chica. Tampoco
es lo mismo hacer deporte a diario que llevar una vida no tan activa.
Ni vivir en un clima cálido o en uno frío. “Para el grueso de la
población se recomienda usar jabón sólo por la zona de mayor sudoración y
que en el resto del cuerpo que corra el agua y listo”, añade Sainz.
No seguir estos pasos y abusar del uso de geles no neutros
significaría que estaríamos atacando constantemente el manto lipídico
que recubre nuestro cuerpo destruyendo su pH, que se encarga de
defendernos de agentes externos como bacterias, virus, ácaros y demás
microorganismos. Esto podría llegar a causarnos problemas mayores como
dermatitis atópica, que afecta a un 10% de la población; infecciones
como pitriasis alba (manchas blanquecinas o falta de pigmentación en la
espalda y extremidades superiores) o alergias. “No es que no haya que
lavarse todos los días, hay que hacerlo con un gel no abrasivo o hacerlo
por parroquias como se suele decir”, explica Fernando Pérez Escanilla,
responsable del Área de Salud Pública de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).
3. El agua suele estar demasiado caliente
Si bien no deberíamos usar gel todos los días, especialmente en el
caso de niños o ancianos, tampoco podemos ducharnos a altas
temperaturas. Así lo expresa la Academia Española de Dermatología y
Venereología (AEDV) en su lista de consejos para cuidar el pH de la piel:
“No te duches con agua demasiado caliente porque podrían desintegrarse
algunas moléculas del manto ácido y esto propiciaría una excesiva
resequedad”.
4. Abusamos de la esponja
En su lista de consejos, la AEDV señala que no debemos enjabonarnos
más de una vez y que habría que “limitar el uso de esponjas con fibras
demasiado ásperas” si queremos que el nivel alcalino del ‘manto’ se
mantenga equilibrado entre los 5.5 y los 5.9 grados de acidez.
El dermatólogo Raúl González
recomienda emplear esponjas solo “una o dos veces a la semana” y
secarlas con la luz del sol después de usarlas “para evitar la
colonización con mohos” que pueden causar foliculitis, hongos u otras
infecciones peores.
En cuanto al uso de guantes y estropajos no debería hacerse más de un
día a la semana porque resultan traumáticos para la piel. “Las cremas
exfoliantes pueden utilizarse cuando no hay lesiones inflamatorias y no
se está ingiriendo vitamina A (piel más sensible). Su aplicación debe
ser muy espaciada, preferentemente una vez al mes”, asegura este
especialista.
5. No nos lavamos bien el pelo
Del mismo modo que si queremos cuidar nuestra piel no deberíamos
lavarnos con jabón todos los días, si queremos cuidar nuestro cuero
cabelludo tampoco podemos lavarnos el pelo a diario. El cuidado del
cabello también es importante y para ello la AEDV aconseja emplear “un
champú con pH 5.5, usar lociones y hidratantes y cepillarse a diario con
un cepillo de cerdas suaves”.
Lo curioso es que muchos eligen bien el champú pero luego no saben
cómo aplicarlo, especialmente las personas con pelo largo. "Debe
realizarse en sentido vertical y no acumularlo en la parte alta de la
cabeza. Esto puede crear un enredo permanente imposible de solucionar
como no sea con el corte, es lo que se denomina cabello en nido de
pájaro", explican en el documento de cosmética capilar
de la AEDV. Posteriormente hay que "enjuagarse muy bien con agua
abundante, si se desea puede aplicarse un acondicionador, peinar con un
peine de púas anchas que ayude a desenredar, y posteriormente secar".
Terminado este proceso, la doctora María Sainz insiste en que embadurnar
el cuero cabelludo con colonia, una práctica muy frecuente en los
adolescentes, es peligroso por su alto contenido de alcohol: “Se ha
comprobado que esto acelera la aparición de la calvicie en gente con
predisposición a tenerla por la abundante presencia de alcohol".
6. Tampoco elegimos bien la toalla
Toda ducha debe terminar con un secado pero para ello no valdría
cualquier toalla. Muchas veces las elegimos por estética, porque quedan
bien con los azulejos del baño, y no nos preocupamos de si son o no
adecuadas para nuestra piel. Una toalla rugosa o demasiado áspera puede
irritar las pieles sensibles e incluso resecarlas. Lo aconsejable es que
sea suave de algodón absorbente. Para usarla hay que hacerlo mediante
ligeros toques que eliminen el exceso de humedad y no frotando.
Las manos son otra cosa
Las recomendaciones en el uso diario de jabón no deben seguirse al pie de la letra cuando hablamos del lavado de manos. Esta parte de nuestro cuerpo va por libre. El hecho de estar en contacto directo con factores externos hace que los gérmenes aparezcan cada tres horas por lo que hay que lavarlas con mucha más frecuencia. Además, la piel de las manos se regenera cada cinco días, señala la doctora Sainz.
En ningún caso el lavado de manos tiene que ser una obsesión aunque sí habría que hacerlo de forma más o menos constante. “Lo ideal sería que nos laváramos las manos una media de siete veces al día”, apunta la especialista. Y aunque te parezca mucho no lo es tanto “porque vas un mínimo de tres veces al wáter cada día y comes dos o tres veces”. La razón es que si en las primeras manipulaciones transmitimos riesgos, en las segundas los asumimos.
EL HUFFINGTON POST
03/04/2014
Imagen: Abril 2012
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