CARLOTA FOMINAYA
Que el filósofo José Antonio Marina
reconozca que «todos tenemos miedos» puede resultar tranquilizador.
Aunque haya un matiz que las personas, según este investigador,
deberíamos tener claro. «Hay
miedos que nos protegen y miedos que nos destruyen. Estos últimos son
nuestros enemigos y como tal hay que declararles la guerra». Esta
batalla de Marina está especialmente dirigida a los niños, porque sus
miedos, asegura, «pueden llegar a entorpecer su desarrollo». Sobre cómo
enseñarles a afrontarlos y vencerlos versa su último libro, «Los miedos y el aprendizaje de la valentía», toda una pedagogía del coraje.
—Dice usted que hay miedos que nos protegen, y miedos que nos destruyen. ¿Por qué a veces consigue dominarnos el miedo?
—Porque es muy astuto, es muy sutil,
nos engaña con mucha facilidad. Engaña porque nos presenta como solución
justo aquello que hay que evitar, que es la huida. Y con muy buenas
razones. Por ejemplo: una persona a la que le da miedo ir a una fiesta,
en vez de decir "me da miedo la fiesta", lo que piensa es "si va a ser
muy aburrida, para qué voy a ir, además no tengo que ponerme, y encima
que bien, porque dan una pelicula en la tele". Acaba no yendo, y su
decisión le tranquiliza momentáneamente. Pero la soledad es un antídoto
falso contra el miedo social. Falso porque en realidad lo está
alimentando. Al miedo hay que tenerle verdadero odio. Hay que declararle
la guerra.
—Este
libro está dedicado a los miedos infantiles y adolescentes. ¿Qué
tenemos que ver los padres en los miedos de nuestros hijos?
—Mucho. Los padres deben intentar no
transmitir sus miedos al niño, porque los miedos se copian. Otras veces
los niños aprenden los miedos porque se los contamos. Les damos
demasiadas advertencias del tipo: «No hagas esto que es muy peligroso»,
lo que hace que los pequeños vayan teniendo la idea de que viven en un
mundo hostil lleno de peligros, donde lo mejor es no salir mucho al
exterior. Es decir, si usted quiere un hijo miedoso y vulnerable,
protéjale, resuelva sus problemas, dele ejemplos de cobardía... En las
familias se aprende el modo de enfrentarse a los problemas, que es un
componente muy importante de la valentía. La valentía en realidad
significa: «Me molestan los problemas como todo el mundo, pero procuro
enfrentarme a ellos». En cambio las conductas de evitación favorecen el
miedo. Y muchos niños aprenden las conductas de evitación en sus
familias.
—Por contra, ¿qué podemos hacer los padres para criar hijos valientes?
—Lo importante es que el niño no
aprenda miedos exagerados o peligrosos para él. Eso se puede conseguir
demostrándole que vive en un ambiente seguro, que no todo el mundo es
malo, que el mundo es previsible (mediante unos ritmos estables de
vida...). También no provocándole experiencias de miedo injustificado,
ni asustándolo. Y por supuesto, premiando todas las conductas donde el
niño demuestre algo de valentía.
—¿Cómo actuamos, en cambio, cuando detectamos un miedo en nuestro hijo?
—Lo primero es no quitarle
importancia. Da igual que sea miedo o que viene lloroso porque no le han
invitado al cumpleaños de su amiguito. No son cosas de niños. Para el
niño en ese momento es muy importante porque está ocupando toda su
conciencia. Es muy conveniente que las primeras palabras que aprenda el
pequeño (a los dos o tres años) sean palabras que tengan que ver con los
sentimientos, tanto de tristeza como de alegría. En el momento en que
puede hablar de ellos, verbalizarlos, comunicarlos... también conseguirá
tranquilizarse. Hay que tener en cuenta que el niño se asusta cuando no
sabe qué le pasa. Si, definitivamente debemos hablarles y conviene
mucho que ellos hablen también de sus miedos. Los padres tienen que
tener paciencia para escucharles cuando hablan de esto o de cualquier
sentimiento que les perturba. Es importante también que sean conscientes
de que cuando tienen la primera noticia de los miedos de su hijo, no es
el momento de dar consejos, sino de acogerlo y confortarlo. Cuando esté
calmado, podremos hablar de ello. Convendría entonces preguntarle qué
solución se le ocurre a él. Los niños tienen ideas estupendas. Además,
esta es la forma de enseñarle a afrontar los problemas.
—La
timidez y las dificultades en las interacciones sociales de los niños
aparecen en su última obra como el problema más frecuente e importante
de los menores. ¿Cuáles son los procedimientos para luchar contra esto?
—Los procedimientos para luchar contra la timidez pasan por
no sobreproteger al niño, porque eso favorece las conductas de
evitación y las premia. También por no colaborar con su miedo,
permitiéndole que viva en permanente retirada. Y por intentar corregir
las explicaciones que se da acerca de su miedo. Sería conveniente
ayudarle a mejorar sus habilidades sociales, favoreciendo las ocasiones
de exposición al «peligro» (invitando amigos a casa, animándole a que
inicie interacciones, etc). También ponerle pequeñas tareas en las que
pueda triunfar y elogiar sus éxitos... Es importante combatir la timidez
porque esta priva al niño de uno de los grandes antídotos del miedo,
que es la amistad y una buena interacción con sus iguales.
El miedo al colegio
—En
«Los miedos y el aprendizaje de la valentía» usted cita el miedo a ir a
la escuela de determinados niños como otro gran problema en aumento.
¿De dónde nacen y cuál debería ser aquí el papel del docente?
-De que son niños que anticipan consecuencias
desfavorables: los compañeros se van a reir, les van a regañar, no van a
saber contestar, voy a ser más torpe que los demás... Por alguna razón,
estos chicos detectan algún elemento amenazador donde otros no lo ven.
Las dificultades de aprendizaje causan muchas preocupaciones. Algunos
niños llegan a hacer novillos porque les da miedo no aprender. Estos
miedos se podrían achacar a una mala acción del docente. Lo más
importante es que estos no caigan en esa tentación de utilizar el miedo,
porque es muy fácil hacerlo. Los docentes tenemos que estar alerta
porque con frecuencia los niños salen de la escuela sabiendo con certeza
para qué no sirven, pero sin tener una idea clara de sus fortalezas. Y
eso puede provocar un sentimiento crónico de no poder enfrentarse a los
problemas. Con mucha frecuencia se utiliza el miedo como herramienta
pedagógica pero la escuela tiene que ser un ámbito alegre y un ámbito de
confianza. Esto no se nos debe olvidar nunca.
«El mayor miedo de los adultos es a la evaluación de la mirada ajena»
ABC, Lunes 14 de abril de 2014
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