JESUS MARTÍNEZ ÁLVAREZ
"Lo que no mata, engorda"
"Si tropiezas y no caes, adelantas terreno"
El Medico de mi hij@
Debo reconocer que la OMS me inquieta. Por unas u otras cosas, nos
tiene siempre en vilo. Desde la nefasta gestión de la gripe A, tiene la
misma credibilidad que el cuñado de Aznar. La última, la crisis del
beicon y la posibilidad de que si nos comemos aviesamente un trozo de
lacón entre tanto grelo podríamos tener papeletas para sufrir un cáncer
de colon es, cuando menos, inquietante. El titular es terrible; carne
roja igual a cáncer, mi querido chuletón de Avila o de Berriz, el
villagodio de buey, el solomillo a la pimienta o al cabrales son
equiparables a un cartón de tabaco o al peligroso amianto. No me lo
puedo creer, no sin tener en cuenta que el cáncer es multifactorial o
las cantidades de carne que ingerir y durante cuánto tiempo o los tipos.
Porque no todo es lo mismo.
Los que trabajamos con niños
sufrimos a un colectivo muy sensible y alarmista que se toma estas cosas
muy a pecho, nunca mejor dicho. Las mamás y papás de lactantes viven a
veces estas situaciones de manera exagerada e incluso histriónica en
aras de una súper-protección de su camada. Normal, ya que es la infancia
la que más sufre de esos tipos de alimentos elaborados, como el mal
llamado jamón de york, que de jamón no tienen nada, o salchichas de dios
sabe qué, nuggets, medallones, y figuritas de carne o pescado. Todo lo que sea con tal de que no se parezca al jamón, a los filetes o a un pez.
Toda
sociedad desarrollada como la nuestra se vuelve hedonista y miedosa,
todo tiene que estar controlado, asegurado y satisfactorio, no cabe el
riesgo. Por eso mismo, el sector seguros está boyante. Y no digamos nada
de los seguros de salud, que viven su época dorada y ofertan tests y
diagnósticos que aseguran que no se pondrá malo el niño o que se
detectarán enfermedades antes incluso de que se produzcan. Y eso vende
mucho.
Todo tiene que tener una solución, la sociedad se
medicaliza y requiere con la exigencia del derecho a la salud que todo
tenga solución y un remedio adecuado. Los servicios de salud se
hipertrofian y pasan a un primer plano en la vida diaria de la crianza, y
cualquier variación de la normalidad es vivida como si de una
enfermedad se tratara, necesita su control y su medicación o, en su
defecto, el placebo que una mano complaciente les ofrecerá.
Muchos
podrían ser los ejemplos, pero ya que hemos comenzado con el beicon,
podríamos seguir con los alimentos que curan enfermedades imaginarias,
los biológicos sin riesgo de intolerancia -aunque no haya tal
intolerancia- o hipoalergénicos, para no entrar en contacto con el
temido gluten, aunque la barra de pan nos siente bien. También están los
que son bajos en colesterol. O incluso los que ayudan a reducirlo, sin
darse cuenta que el colesterol muy bajo también podría ser un riesgo de
cáncer. Menos mal que son un engaño, que si de verdad lo bajaran,
tendríamos más de un problema. Os recuerdo que la leche de madre es
grasa pura, y que el cerebro es colesterol con forma de neurona.
"Si tropiezas y no caes, adelantas terreno"
¿Son dichos del pasado? Mi generación es esa que cuando nuestras
madres y abuelas veían al niño lleno de granos los juntaban a dormir con
los hermanos en la misma habitación y llamaban a primos y vecinos para
que pasaran la varicela. Y puesto que era una enfermedad banal que había
que pasar y no se le temía, se pasaba pronto y te quitabas el asunto de
faltar al colegio, que era el mayor problema. Ahora, la varicela se ha
convertido en una enfermedad temida con un 0,02% de complicaciones,
sobre todo en el adulto, pero que ha sufrido la ley seca. Una
vacuna que se pone en calendario gratuito en algunas comunidades con tal
de llevar la contraria al Gobierno de la nación del partido contrario.
Se crea la necesidad y luego se quita, con lo que padres y madres se
lanzan al estraperlo y al contrabando en Andorra -como los Puyol- o en
Portugal para traer de soslayo dosis para vacunar a sus hijos de una
enfermedad que podría diezmar a la población infantil o iniciar una
crisis similar al Walking dead en la próxima temporada.
Algo
parecido estamos viviendo en estos días con la vacuna del meningococo
B, una vacuna que ha pasado de ser de diagnóstico hospitalario y solo
para casos indicados, a ser de venta libre en farmacias por estar en
época preelectoral y por la presión de padres y pediatras afines y
acríticos. Pocos casos registrados (164 el año pasado en España, más o
menos los mismos que los premios gordos de la primitiva) para una
enfermedad conocida desde siempre, una vacuna que sale al mercado en
fase 3, sin estudios clínicos que la avalen, solo con proyecciones
estadísticas y con muchas preguntas por responder. Y los padres, hartos
de ir a Portugal o Andorra a buscarla, celebran que esté de venta en
farmacias. Eso sí, a cuatrocientos euros la vacunación, cuando en
Inglaterra está a cien euros al cambio -aunque eso es otro debate, el de
cómo los gobiernos negocian con las farmacéuticas). Cuatro dosis de
momento si no hay que poner luego algún recuerdo, que todavía no se
sabe.
No se admiten riesgos. Todo debe estar asegurado. Se
esteriliza el chupete del bebé para que no toque ningún germen.
Biberones y vajilla sufren el mismo trato. Los mocos se intentan quitar
todos, no sea que viajen al pecho, o a oídos, o vaya usted a saber.
Sillas anatómicas hasta los doce años para que el niño no se mueva en el
coche. Sistemas de videovigilancia para escuchar y ver mientras duerme,
apps que le controlan la temperatura y los latidos de su coranzoncito. Y más...
La OMS debería decir eso de que "vivir provoca un 100% de mortalidad".
HUFFINGTON POST, Miércoles 4 de noviembre de 2015
Comentarios
Publicar un comentario