ROSA DEL BLANCO
Nuestro bebé se comió su primer cocido madrileño a los 9 meses, como
buen medio madrileño que es. Sin triturar, trozo a trozo, con sus
garbanzos, patatas, zanahoria y costillitas. Y lo hizo él solito, con
sus dos dientes y sus manitas, sentado en la mesa con el resto de la
familia ¿No me crees? Se trata de lo último en nutrición infantil: Baby led weaning (BLW por sus siglas en inglés, alimentación guiada por el bebé o alimentación libre de papillas)
Si hace un año me lo cuentan, tampoco me lo hubiese creído. Sí, los
bebes pueden masticar sólo con sus encías y no, no se ahogan porque
saben gestionar su comida perfectamente. Tosen cuando el trozo es
demasiado grande y siguen comiendo sin más. Hay que confiar en ellos y
dejarles espacio. Tampoco se trata de nada nuevo si lo piensas, sino de
volver a los orígenes. Al fin y al cabo los alimentos de farmacia son
inventos recientes, y la batidora también. ¿Cómo comían los bebés hace
unos siglos?
La mayoría tenemos la falsa creencia de que los bebés tienen que
comer papillas. De hecho es lo que a día de hoy siguen recomendando la
mayoría de pediatras, que, por desgracia, no siempre cuentan con una
buena formación en nutrición. De hecho, muchos te incitan a introducir
las papillas a los cuatro meses, cuando la OMS recomienda lactancia
materna exclusiva y a demanda hasta los seis meses. Incluso prescriben
la salvajada de enchufarles los cereales en un biberón antes de dormir
"para que duerman del tirón toda la noche", otro falso mito. Tampoco la
lactancia materna cuenta con todo el apoyo que debería por parte de los
pediatras.
Llegué hasta el BLW a través del grupo postparto del centro de salud. Me recomendaron el libro de Gill Rapley y Tracey Murkett: El niño ya me come solo, la biblia para entender las bases de este método. En el libro de Carlos González Un regalo para toda la vida
encontré las respuestas para la lactancia materna y los argumentos para
descartar cereales y papillas. Sobre nutrición encontré las claves en Mi niño no me come, del mismo autor, y en Se me hace bola,
de Julio Basulto. También se puede seguir a los autores en Facebook y
son muy útiles los grupos que en esa misma red hay en relación con BLW,
que nos han ayudado mucho a resolver dudas y a encontrar recetas. Sobre
todo soy fan del grupo de BLW de buen rollo.
El BLW- sin ánimo de ir de experta, sólo soy una mami contando su
experiencia- se trata de ir introduciendo la alimentación complementaria
con los sólidos directamente, sin triturar, sin obligar al bebé a comer
y respetando sus ritmos. Se ofrece la comida y se deja que la gestione
directamente, sin presionar, sin hacer aviones con la cuchara para
embutírsela cuando mire a otro lado, sin dramas, sin canciones... No hay
que agobiarse por si come o no porque la leche continua siendo su
alimento básico (materna o de fórmula). Por eso se llama alimentación
complementaria... a la lactancia.
Decidimos ponerlo en práctica con nuestro bebé, Mateo, y ha sido todo
un éxito. Conozco muchas otras familias que lo llevan a cabo con éxito y
compartimos recetas y trucos. En Inglaterra y en Estados Unidos parece
esta corriente que se va normalizando. Aquí en España apenas comienza y
tienes que soportar alguna crítica: ¿Pero no le das papilla?, ¿todavía le sigues dando teta?... Aunque lo cierto es que cuando la gente le ve comer, todo el mundo se calla.
A los seis meses, cuando Mateo ya se podía sentar solo -es uno de los
requisitos imprescindibles para empezar- le pusimos en su trona y
empezó a comer. Primero pan con aceite de oliva. Y luego poco a poco
fuimos introduciendo uno a uno los alimentos que comemos habitualmente
en casa: tomate, calabacines, patata, cebolla... Se introducía un
alimento nuevo y se repetía tres días, para poder identificar si algún
alimento le da reacción alérgica (menos el huevo, que lo introdujimos
siguiendo las últimas indicaciones de la SEICAP)
Nos sentamos a la mesa todos juntos y comemos en familia. Al fin y al
cabo, el ser humano aprende por imitación. Al principio Mateo jugaba y
tiraba la comida por los aires. De hecho, pusimos un hule en el suelo
para recoger y reciclar la comida. En la primera fase era un poco más
sucio el método, pero si no te desanimas la cosa va mejorando. Jugaba
con las texturas y se lo llevaba todo a la boca, aunque no siempre
llegase al estómago.
Cuando empiezas hay que ofrecer la comida en los trozos grandes, que
los alimentos sobresalgan un palmo de su mano. Y así lo iba cogiendo y
probando. Nunca olvidaré su cara de placer al comer la naranja, el
tomate, el brócoli, la barbacoa de calabacín, berenjena, pollo, ternera.
Disfruta de la comida y nunca ha rechazado nada. Aunque, según el
momento del día, le apetece una u otra cosa.
Mateo ya tiene 10 meses, pesa casi 10 kilos y su plato favorito es el
pollo asado con limón, el pavo, la manzana asada ecológica 100%, que
recogemos de nuestro pueblo Vozmediano, el salmón a la plancha, el
helado de plátano...
Ahora mancha mucho menos y es mucho más eficiente. Aunque no le
convence el babero -he empezado a pensar que igual porque los demás no
lo llevamos-. Además, ha aprendido a hacer la pinza con los dedos, por
lo que ya puede coger trozos pequeños. Mastica con sus encías que da
gusto y ahora está haciendo sus pinitos con cuchara y tenedor. Aunque
también hace catapulta de maravilla, para qué mentir.
Los beneficios son numerosos. Mateo ha aprendido a tener buena
coordinación mano-boca y podemos llevarle a comer a cualquier sitio. Y,
lo mejor, nos hemos comido una fase: no vamos a tener que pasar de los
purés a los sólidos. ¿Cuántos niños tienen problemas luego y no quieren
tomar más que triturados porque se les hace bola? Otro de los beneficios
es que predicamos con el ejemplo y nos hemos quitado de nuestra dieta
las cosas que no aportan nutrientes y están llenas de azúcar. Y yo
cocino más que antes. Nunca creí que iba a disfrutar de hacer pan con
harina integral, ajo y tomate o galletas de avena plátano y manzana.
Y sólo tiene dos dientes en la parte de debajo de la boca. ¡Imagínate
cuando tenga los dos de arriba! En nuestra casa no hay lágrimas a la
hora de comer. Si hay lentejas, si quiere las come y si no, las deja (a
él le encantaron, por cierto). Es un niño feliz y sigue mamando sin
parar. ¡Ah!, se me olvidaba, Mateo es medio inglés, así que tras el
éxito del cocido, pronto tendremos que introducirle las tradicionales
"beans" , porque el "Sheperds Pie" ya lo ha probado. ¡Ya os contaremos!
EL PAÍS, Miércoles 25 de noviembre de 2015
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