
«Queremos que crezcan felices, de la infancia a la adolescencia», el
nuevo libro de la psicóloga infantil Silvia Álava, llega a las librerías
casi por petición popular. «Tras la publicación de "Queremos hijos
felices", muchos padres nos comentaron que querían saber cómo actuar con
hijos más mayores. Por eso en esta nueva entrega hemos decidido
centrarnos en el periodo que va comprendido entre los seis y los doce
años». Así, a través de experiencias reales vistas en consulta, Álava va
tratando todo aquello que causa dudas a la familia, y hace que los
padres se sientan mal, fallen, pierdan la paciencia, griten o digan
cosas de las que luego se arrepienten.
-Muchos padres de hoy se ven perdidos ante tanta información de cómo educar a sus hijos.
-Los padres de hoy lo tienen más difícil que nunca. Porque se les
junta que es verdad que están muy preparados a nivel profesional pero
luego tienen un nivel de exigencia altísimo. A los padres de hoy en día
se les exige prácticamente que sean perfectos en todas las facetas de su
vida, incluida la paternidad. Pero es que la sociedad también exige a
los niños que sean perfectos. Los niños desde bien pequeños ya tienen
que estar apuntados a idiomas, a algún deporte, sacar unas notas
estupendísimas… Creo que debemos relajarnos, intentar disfrutar de la
paternidad, y que los niños disfruten de la niñez. Los padres deben ya
no solo trabajar ese sentimiento de culpabilidad, sino también que somos
imperfectos. Deben asumirlo. Lo van a hacer lo mejor posible, pero
nunca hay que buscar ser el padre perfecto, porque el padre perfecto y
la madre perfecta no existen.
-Los niños de hoy, también parecen
estar expuestos a demasiada información, y a un altísimo nivel de
exigencia. Con cuatro años van a clases de chino, de equitación, de
música, y de predeporte.
-Los niños necesitan tiempo para jugar, y también necesitan tiempo
para aburrirse. Hay momentos y edades para todo. Pero incluso cuando son
un poquito más mayores, que ya no estamos hablando de niños pequeños, a
partir de los 6 años, también necesitan un "tiempo en blanco", por así
decirlo. Lo que no podemos pretender es que un niño tenga desde que se
levanta hasta que se acuesta incluida toda la tarde completamente
planificada de tal forma que no les sobra ningún minuto libre. Ese ritmo
no hay quien lo aguante. Porque eso implica estar en una continua
capacidad de atención, de organización, de planificación… no les das
tiempo para distraerse un minuto con un muñeco. Los niños de hoy en día
tienen que aprender a aburrirse.
Es genial aprender a aburrirse, aprender a estar con uno mismo… Si
están todo el tiempo con un adulto que les guía, les planifica la tarea,
no les dejas favorecer su autonomía, no les dejas generar recursos...
No decimos que los niños no tengan que hacer actividades, pero sí que
hay que reservar un tiempo libre para que estén ellos solos, que
aprendan a entretenerse, que aprendan a aburrirse, y a generar una serie
de competencias.
-Pero ahora todos los niños van a extraescolares. Parece que si no puede jugar en desventaja con otros niños de su entorno.
-Respecto a esto, es importante saber que cada niño tiene una
velocidad de desarrollo. Y que no le podemos comparar ni con los amigos
ni con los hermanos. Eso hay que asumirlo. A lo mejor el hijo del vecino
tiene otra realidad, u otras competencias diferentes. Cada niño puede
tener unos puntos en los que destaque, y esto no significa que sean ni
mejores ni peores. Dentro de la familia, educar no es favorecer una
competición para ver qué hijo es el mejor. Cada niño tiene que hacerlo
lo mejor que pueda según sus posibilidades. Y nosotros tenemos la
responsabilidad de reforzar según sus posibilidades, pero no se les
puede exigir a todos los niños lo mismo. Eso es una faena. Porque hay
algunos que pueden dar muchísimo y otros no te pueden dar todo. Y por
supuesto no puedes compararle con amiguitos o vecinos…
-Muchas veces son ellos mismos los que a edades muy tempranas se miden con aquellos niños que les rodean de forma habitual.
-Sí. También ocurre. Pero muchas veces los niños no entienden que los
chavales con los que tratan son mayores que ellos. Y un año en un
pequeño de esas edades es muchísimo, es un mundo. Sobre todo porque
maduran cognitivamente como a estirones. Igual que cuando crecen en
altura. En este sentido a los 6 años hay un cambio muy importante, donde
la función ejecutiva se empieza a regular. Entorno a los 8 o 9 años se
produce otro cambio importante. De pronto se produce ese estirón y se ve
todo de golpe. De la noche a la mañana no pero si de una semana a otra.
No desesperemos. Cuando se trabaja con los niños determinados aspectos
de su evolución y no vemos resultados no es que no se estén consiguiendo
objetivos. Es que los niños necesitan un determinado periodo de tiempo
para ir asimilando el aprendizaje.
-En el libro nos ofrecen un consejo muy básico, como es no poner etiquetas al niño. ¿Qué alternativas hay?
-El niño nunca va a funcionar bien con etiquetas. Una de las cosas en
las que insistimos mucho es que en castellano existen dos verbos, ser y
estar. Podemos decir "tú no eres malo; te estás portando mal, y en
concreto hoy porque no has hecho los deberes, porque has gritado a tu
hermano…". Debemos especificar exactamente lo que está haciendo mal en
ese momento.
¿Dónde está el límite para llevar al niño a una consulta en el psicólogo infantil?
-La consulta de psicología infantil se ha polarizado mucho. Vemos
casos en los extremos, por así decirlo: Padres cuyos hijos no tienen
ningún problema de salud mental, que no tienen ninguna patología ni nada
clínico. Son historias que se valoran y a los que simplemente se les
ayuda porque quieren aprender a hacerlo mejor. Quieren tener menos
desgaste emocional en el día a día. O que ven que les está costando más
toda la parte emocional del niño. O que quieren aprender sobre
regulación emocional, y cómo afecta o cómo tolerar la frustración, cómo
se autocontrola. No son en absoluto casos patológicos, pero que acuden a
consulta porque quieren saber qué es lo que pueden hacer para mejorar.
Por otro lado están los otros casos en el otro extremo, que son
patologías más complicadas. Casualmente, son familias que tardan más en
venir a consulta. Si que es verdad que se complica pero siempre hay un
margen de reacción y un margen de mejoría, si no, no me dedicaría a esto
en concreto.
-A su juicio, ¿en qué aspecto deberíamos trabajar sí o sí todas las familias?
-En inteligencia emocional (IE). Aunque de unos años a esta parte ya
se empieza escuchar, sigue siendo un tema desconocido. Hay muchas
teorías y modelos para trabajarla. A mí me gusta mucho el modelo de
Salovey y Mayer, de la Universidad de Yale (EUA), que fueron los que
propusieron el propio término de IE. Ellos proponen un modelo basado en
cuatro habilidades: la percepción emocional, la comprensión emocional,
la facilitación emocional y la regulación emocional.
Hay muchos estudios que relacionan precisamente la regulación
emocional con un factor de predicción de éxito en la vida. Y también
mucha gente que piensa erróneamente que las emociones hay que
suprimirlas o hay que dejar de sentirlas, cuando eso es absolutamente
imposible. Tu tienes una emoción y la vas a sentir irremediablemente.
Lo que hay que hacer es aprender a regularlas. Tenemos que entender
que cuando afloran en determinados momentos, esas emociones van a
facilitarme las cosas, y simplemente tengo que dejarlas que fluyan,
porque son apropiadas para esa situación. Si me ha pasado algo puede ser
normal que surja la tristeza, y me tengo que permitir mi ratito de
estar triste. Pero si yo tengo que ir a dar una conferencia o hablar en
público o tengo una reunión en el trabajo y me estoy poniendo nerviosa,
eso tengo que aprender a regularlo. Porque ahí los nervios y la ansiedad
no me aportan nada, no me ayudan, y me van interferir en mi desempeño.
Los niños también deben aprender a regular las emociones. Hay muchos
padres que confunden regular las emociones con aceptar el estallido
emocional. Si a determinada edad el niño se frustra por algo, y le
permitimos una pataleta que no está ajustada a su edad, con un estallido
de gritos y contestaciones, el niño volcará su frustración en los
padres.
—¿Cuál debería ser la actitud de los padres ante una pataleta de un niño de 6 o más años?
—En ese momento no se puede dialogar, hay que decirle que se calme.
El niño tiene que aprender a calmarse. El problema fundamental es que
intentamos dialogar con los niños y hacerles razonar en el momento de
estallido emocional, y entonces lo único que conseguimos es que la
situación, por así decirlo, termine de explotar. Porque además, como
padre o como madre, es muy difícil mantener la calma con un niño
gritando. En ese momento hay que dejar que la situación pase, y será
cuando el niño esté tranquilo, cuando realmente se pueda hablar y tratar
de razonar con él. Al niño le ha podido sentar mal una cosa pero eso no
le da derecho a volcar su frustración con la persona que tiene delante.
Ya sea su padre, su madre o su hermano.
-¿Qué hacemos con un niño manipulador en casa?
-Los niños manipuladores tienen muy claro su objetivo y no les
importa en un determinado momento darle la vuelta a la situación para
salirse con la suya. Hay que tener cuidado con los niños que tienen esa
tendencia a manipular y ven que la manipulación les sale bien, porque
entonces lo van a seguir haciendo. El problema es que se ven muy
reforzados, porque consiguen su objetivo. Pero cuando sean un poquito
más mayores, o fuera de casa, se van a dar cuenta de que la manipulación
no funciona.
Por eso nosotros insistimos tanto en el libro como en consulta que en
casa se le puede querer mucho y permitirles todo, porque el amor hacia
los hijos es incondicional, pero el problema es que esos niños luego
tienen que salir a la sociedad y sus amigos y sus profesores no van a
tener un amor incondicional hacia ellos. Los padres sí, y es genial que
lo tengan porque además es su labor. Pero también lo es ayudarles a que
sean capaces de regularse, de aprender unas básicas que luego le
permitan ser feliz en el trabajo y en la vida.
-¿Cuáles son los síntomas más claros de baja tolerancia a la frustración?
-Cuando algo no les sale a la primera a estos niños, o no les sale
como creen que les tendría que estar saliendo, entonces se enfadan, y
tiran lo que están haciendo al suelo, o tachan, y borran el dibujo.
Cuando son más mayores, abandonan y se van del juego. Además se crean
ellos mismos una película mental que cada vez les va bloqueando más. Por
eso es muy importante que trabajen la frustración. Porque con ella no
se consigue nada en la vida. Y encima, les hace sentirse francamente
mal, porque cada vez es más difícil conseguir resultados. Hay que
entrenar a los niños en el esfuerzo y en la constancia y en que aprendan
que es raro que las cosas nos salgan bien a la primera. Que lo normal
es que todos tengamos que hacerlo varias veces antes de tener éxito.
Ojo, que también hay que ajustar un poco los objetivos que les pedimos.
-Los niños se pelean. ¿Cómo podemos darles alternativas, sin intervenir?
-Lo ideal es que si tienen la misma edad, es decir, si es entre
iguales, que aprendan a resolverlo entre ellos sin intervención de un
adulto. Porque si intervenimos, no aprenden los recursos y la próxima
vez no sabrán como solucionarlo porque pensarán que ya vendrá alguien a
solucionárselo. Pero eso no quita para que una vez que ya ha pasado la
pelea, hablemos sobre ello, y veamos qué pasó. Para que les preguntemos:
¿Qué es lo que tú sentías? ¿Qué es lo que sentía el otro niño? ¿Por qué
discutíais? ¿Cómo se te ocurre a ti que podíais arreglarlo? Si vemos
que una situación es muy repetitiva, podemos intentar ensayarla y llegar
en común a una solución. Lo que en psicología llamamos «role-playing».
-Los niños de hoy tienen móvil cada vez antes. ¿Qué opina de esto? ¿Cuáles cree que deberían ser las normas en una familia?
-Es importante que quede claro que el móvil lo pagan los padres, y
que los niños entiendan desde el primer momento que no tienen derecho al
móvil. Que si nos cogemos la Ley de Derechos del Niño, en ninguno de
los punto o cláusulas pone que los niños tengan derecho al móvil. El
móvil se lo tienen que ganar. ¿Y cómo se lo tienen que ganar? Cada
familia tiene que decidir cuáles son las cosas que hay que cumplir. Si
los chavales tienen que haber hecho los deberes, que haber estudiado,
haber recogido la casa, ayudado a poner la mesa, a hacer la cama… que no
está mal que los niños ayuden en casa y que aprendan a ser cada vez más
autónomos. La familia es un equipo donde todos tienen que hacer cosas. Papá y mamá no están para servir al niño. Están para darle su amor incondicional, pero no para ser sus súbditos.
ABC, 5/11/2015
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