LUIS GUIJARRO
Durante la primera quincena de septiembre más de ocho millones de
estudiantes no universitarios inician el nuevo curso escolar. Son niños
que empezarán las clases con un "déficit de naturaleza", termino acuñado
por el periodista americano Richard Louv en su libro Last Child in the Woods.
Es cierto que el creciente distanciamiento del ser humano respecto a su
medio natural está provocando en los más jóvenes graves dificultades de
adaptación. Además, la falta de contacto con el mundo natural está
también en la base del grave "analfabetismo ecológico" que padecen los
más jóvenes aumenta sus niveles de estrés y no favorece el desarrollo de
una conciencia ecológica que promueva una cultura de sostenibilidad para el planeta.
En El Huffington Post hemos preguntado a varios expertos sobre juventud y educación ambiental:
¿cuándo debería comenzar este tipo de materia? ¿Quién debería
impartirla y dónde? ¿Qué papel tiene la familia dentro de este proceso
educativo?
Susana Calvo, jefa de servicio de coordinación de educación ambiental del Organismo Autónomo Parques Nacionales, considera que la Educación Ambiental (EA) en los jóvenes debe comenzar en la infancia. "Si esperas a que sean jóvenes
será más difícil captar su interés. Creo que el aspecto más interesante
sería el establecer los objetivos, o sea, para qué se hace".
Calvo considera que la sensibilización es un término débil, que no
lleva muy lejos y que la EA debe estar enfocada hacia lo concreto, "qué
se puede hacer". Por eso recomienda "partir de las ideas y conocimientos
previos de un determinado grupo, y desde ahí ver cuáles son sus
intereses y sus posibilidades de acción. Las recetas generales son de
poca utilidad y últimamente ha faltado centrarse en lo concreto.
Eslóganes como Salvar el Planeta o que Hemos roto el equilibrio de la naturaleza no sólo son banales, sino poco exactos desde el punto de vista científico".
La
jefa de servicio del OA Parques Nacionales asegura que "los primeros
valores y la base de la educación nacen en la familia. Creo que es clave
crecer en un entorno familiar que favorezca el respeto tanto por lo
natural como por lo urbano. También hay que mencionar los aspectos
sociales, es decir, prestar atención a los aspectos socioambientales,
que es lo que se dice cuando se habla de la EA actual".
Para María Pérez, profesora titular de Ecología de la Universidad Pablo Olavide,
la Educación Ambiental "es una materia obligatoria para todo ciudadano
desde el mismo momento en que nace, y alberga una importancia incluso
superior a otras materias que se nos inculcan de forma oficial y
reglada, pues de esta depende nuestra supervivencia".
Pérez
explica que desde el mismo momento en que un nuevo ser es engendrado,
socialmente se crea ante los padres y el nonato toda una parafernalia de
signos orientados a aculturarlo y a hacerlo uno más del grupo. Eso pasa
por crear un ambiente agradable donde recibirlo y acomodarlo, ropa
adecuada para la criatura en cada momento, juguetes más o menos
educativos, y a medida que crece se dedica un gran esfuerzo a la
enseñanza del lenguaje, expresiones propias de cada familia, de cada
grupo, modales, rutinas higiénicas, por no hablar de modos de
supervivencia en un mundo más o menos hostil. Sin embargo, "de lo que
parece que nos hemos olvidado los aculturadores es de que la hostilidad
del medio la creamos nosotros mismos. Del mismo modo que para un
Neandertal fue elemental limpiar su cueva y respetar los ciclos
biológicos de las especies vivas que le servían de sustento, para un
Homo Sapiens Sapiens del sigo XXI, el conocimiento de su entorno —el de
todos, no sólo el suyo y el de su familia o grupo—, de los valores que
nos aporta y de la necesidad de preservarlo debería serle inculcado
desde que nace", insiste la profesora de la UPO.
María Pérez considera que se ha dejado pasar la oportunidad, a lo
largo de numerosas generaciones, de reconocer estas necesidades,
eludiendo la responsabilidad familiar y dejándola recaer en las
instituciones educativas y en los medios sociales. Por eso insiste en
que "la sociedad tiene que esforzarse en recuperar el tiempo perdido y
promover que nuestros jóvenes aprendan y aprehendan el valor del medio
que nos sustenta desde el minuto primero en que son escolarizados, no
dejando para mañana lo que debió de hacerse ayer, y la familia aquí es
crucial. Los mayores, en un porcentaje superior al deseable, han
olvidado enseñar a los más jóvenes aquello que nuestros ancestros
entendían como razones de supervivencia".
La profesora de Ecología
comenta que estamos viviendo una paradoja ya que "los niños adquieren
en los colegios y en actividades de carácter social la importancia y
necesidad de reciclar, no contaminar, no incendiar un bosque, o
simplemente no matar un insecto porque desconocemos su valor, y ellos
son quienes están actuando de maestros de sus mayores. La esperanza
reside en los más pequeños, que crecerán con estos valores integrados en
sus vidas y volverán a ser los mentores de sus descendientes, como
nunca debió dejar de ser".
EDADES DISTINTAS, LECCIONES DIFERENTES
La Educación Ambiental para José Antonio Corraliza, catedrático de psicología social y ambiental de la Universidad de Córdoba,
es un conjunto muy variado de recursos educativos para promover
valores, creencias y comportamientos proambientales. En este sentido
considera que la EA "no tiene edad pero sí tienen edad las estrategias
que se utilizan en la educación ambiental" e insiste en que "utilizar
una estrategia de adoctrinamiento en los niños pequeños es inadecuada".
Corraliza
asegura que las fases de la Educación Ambiental podrían ayudar a
plantear los contenidos de la asignatura en los colegios. Serían cuatro
niveles:
- Conseguir que los niños tengan emociones positivas sobre la naturaleza. Para ellos es muy importante establecer contacto con elementos naturales como el paisaje, la vegetación, los árboles, el agua, etc. Hoy los programas escolares están demasiado cargados y no hay tiempo para promover el contacto fuera del aula, algo que se soluciona poniéndoles un vídeo o con el ordenador. "Nosotros defendemos el contacto directo con la naturaleza".
- Una vez que hemos creado una relación positiva, se deben establecer hábitos proambientales, como por ejemplo cuidar un huerto, ahorrar agua, controlar el consumo de papel "pero no pretendiendo adoctrinarles sobre el tema sino creando hábitos".
- El tercer nivel lo encontramos a partir de los 12 años y es el de promover conciencias proambientales, es decir, que los niños busquen las razones de lo que hacen.
- En el cuarto nivel se busca promover estilos de vida proambientales, crear contextos donde integrar valores, creencias y emociones.
Según el catedrático de psicología
ambiental, es muy importante el orden: no podemos empezar culpando a los
demás y diciéndoles 'qué malo eres, no respetas la naturaleza, gastas
mucha energía pidiendo que te lleven siempre en coche'. Muchos niños no
tienen autonomía suficiente para recibirlo y lo importante es que la
educación ambiental utilice estas estrategias adaptadas a la edad, al
nivel de desarrollo psicológico para alcanzar una cultura proambiental y
que no sólo trate de "promover comportamientos aislados como muchas
veces sucede y que si no se hace bien pueden producir ecofatigas, es
decir la sensación de para qué vas a hacer algo si no puedes hacer
nada".
El profesor recuerda que la escuela es una agencia de
socialización que compite con otras muchas como la familia, los medios,
los videojuegos "que van definiendo el curriculum oculto, es decir los
contenidos que los niños aprenden no sólo porque se lo enseñan sino
porque están implícitos en las actividades de su vida diaria". Así, la
frecuencia de contacto que los padres tienen con la naturaleza influirá
mucho en los tipos de relación que los niños establecen con la misma.
"La familia determinará valores, emociones y sentimientos, para bien y
para mal y debería ser el escenario que posibilite el desarrollo de los
hábitos prombientales que los niños han aprendido".
HUFFINGTON POST, Miércoles 14 de septiembre de 2016
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