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Los mitos sobre el cerebro que seguimos creyendo

CRISTINA G.LUCIO
"Sólo usamos el 10% de nuestro cerebro". ¿Cuántas veces ha oído esta frase? ¿Usted mismo la ha pronunciado para rebatir a su cuñado en alguna cena familiar? Pues sepa que no es cierta ni tiene ningún respaldo científico.
No se apure, no es el único que estaba equivocado. Pese a ser errónea, la creencia está muy extendida, como también lo están muchas otras falsas ideas sobre el cerebro, un órgano cuya aureola de misterio parece dar especial pábulo a la fabulación.
La idea de que sólo empleamos un pequeño porcentaje de un 'ordenador' con un grandísimo potencial que sólo espera a ser 'despertado' para ponerse a trabajar es fantástica. Abre la puerta a todo un mundo de capacidades por explorar. Sin embargo, la ciencia ha demostrado en numerosas ocasiones que "el cerebro no mantiene zonas en desuso y en realidad funciona como un todo", tal y como aclara Pablo Irimia, vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
"Este neuromito es tan popular que hasta ha sido el punto de partida de diversas obras literarias o cinematográficas, como la película reciente 'Lucy'. Pero los estudios de neuroimagen funcional han sido capaces de mostrarnos la variedad de áreas cerebrales que se activan según diversos procesos biológicos. El reconocimiento facial, las emociones, el humor... Todas ellas son funciones cerebrales que se producen por la activación de diferentes áreas" en toda la estructura cerebral, coincide Ayoze González, neurólogo del Hospital San Roque de Las Palmas de Gran Canaria.
Detrás de la popularización de este mito, comenta Irimia, no sólo está la ilusión colectiva de la existencia de un potencial desarrollo cerebral aún virgen, sino también una malinterpretación de los resultados de los estudios científicos.
La investigación, explica el neurólogo, ha permitido identificar áreas específicas que están relacionadas con algunas funciones, como el lenguaje; y esto ha hecho que muchas personas imaginen el cerebro como un conjunto de 'oficinas' que funcionan de forma independiente. Pero esta concepción está muy alejada de la realidad, confirma González.
"No hay que pensar en el cerebro como un órgano formado por compartimentos estancos encargados de una función determinada. La realidad es que neuronas se conectan unas a otras formando redes neuronales intrincadas que relacionan unas funciones con otras", aclara.

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"Este mito, que está tan extendido, ha contribuido a crear un halo de misticismo sobre el funcionamiento del cerebro", reflexiona González. Pero no es el único que circula ampliamente.
Un estudio publicado recientemente en Frontiers in Psychology repasa algunas de las falsas creencias más comunes y da cuenta de lo extendidas que están. Por ejemplo, hasta un 64% de los 3.045 individuos que estudiaron pensaba que en todas las personas existe una predominancia de uno de los dos hemisferios cerebrales, lo que ayuda a explicar sus diferencias de aprendizaje. Aunque en menor medida, este mito también estaba extendido entre profesionales de la educación (49%) y hasta en individuos con cierta formación en ciencias (32%).


"El hemisferio cerebral izquierdo controla la parte derecha del cuerpo y es el responsable de las funciones analíticas, numéricas, lógicas o el lenguaje en aproximadamente el 80% de la población", explican los neurólogos. En el derecho, por su parte, están en general localizadas funciones afectivas o de comunicación no verbal o cuestiones como la entonación del lenguaje o el componente afectivo del mismo. Y es de aquí, señala González "de donde derivan conceptos como el de dominancia cerebral o 'neurotalento'", que presuponen que una persona será más o menos creativa en función del 'poder' de sus hemisferios cerebrales. Sin embargo, en realidad "las diferentes aptitudes que todos tenemos no están vinculadas a la predominancia de un hemisferio cerebral", desmiente Irimia.
Tampoco es cierto que, tal y como creen muchas personas, "el cerebro se apaga mientras dormimos". En realidad el sueño no es algo pasivo, sino "un proceso activo en el que tienen lugar mecanismos fundamentales para el organismo, como la consolidación de la memoria", señala el vocal de la SEN. Ni si quiera es un proceso estático, añade González, sino "dinámico en el que se suceden, en ciclos de alrededor de 90 minutos, cinco fases del sueño". Dormir es fundamental para el organismo, subrayan ambos especialistas. Por eso, cuando no descansamos adecuadamente disminuyen la capacidad de concentración, de planificación, de memoria y el rendimiento en general.

'Siempre se puede aprender'

Otra de las creencias erróneas que, en general, es bastante popular según el reciente estudio, es la idea de que, para aprender, el cerebro genera nuevas neuronas. No es cierto. Lo que ocurre en los procesos de aprendizaje es que las neuronas ya existentes crean nuevos lazos de comunicación. Se establecen nuevas conexiones, abriendo nuevas redes o potenciando las ya existentes. "Este es el fundamento de la neuroplasticidad", comenta González. También ocurre a la inversa. "Las redes neuronales que no se utilizan se van perdiendo. Así, si hemos aprendido un idioma nuevo o a tocar un instrumento, pero no practicamos vamos perdiendo la habilidad aprendida", señala. Eso sí, una vez retomamos la actividad, es más fácil recuperar la destreza, porque las redes neuronales ya están creadas y sólo hay que 'desperezarlas'.
Este neuromito entronca con otro que también está bastante difundido y dice que hay cosas que sólo pueden aprenderse de niños. "Hay que desterrar esta idea porque siempre se puede aprender", remarca Irimia. Es cierto que es más fácil aprender de niño porque el cerebro es más plástico, está más preparado para el aprendizaje en la infancia, apunta el especialista. "Pero la capacidad de aprender es posible a lo largo de toda la vida", zanja.
En torno al cerebro se han creado muchas más concepciones místicas y pseudocientíficas que respecto a otros órganos del cuerpo humano. "Es difícil saber de dónde parten muchos de estos mitos", coinciden en señalar los neurólogos consultados, pero está claro que todos tienen que ver con un intento de dar explicación a lo desconocido. Porque, aunque la ciencia ha avanzado mucho en las últimas décadas, en muchos sentidos el cerebro sigue siendo un gran misterio.
EL MUNDO, Lunes 21 de agosto de 2017

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