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Cómo educar un niño de entre seis y once años

IRATXE SANCHEZ

La segunda infancia es la etapa entre la primera infancia y el comienzo de la adolescencia, que se extiende más o menos desde los 6 ó 7 años de edad hasta los 10 u 11. Durante esta etapa, el ritmo de crecimiento se hace más lento y constante. Esto quiere decir, que aunque los niños crecen un tanto cada año que pasa, en esta etapa, el aumento proporcional es menor.
A lo largo de la segunda infancia, muchos niños adquieren una gran habilidad para controlar sus propios cuerpos, logrando destrezas como cepillarse los dientes, abotonarse la chaqueta, etc. Estas habilidades les proporcionan independencia y sensación de capacidad, que les hace relativamente felices y capaces.
A medida que van desarrollándose, adquieren una creciente conciencia de sí mismos y de los otros, por esto, si existe algún tipo de limitación física, esta puede convertirse en un problema potencial, sobre todo si interfiere con la aceptación de los pares y la asistencia escolar.
La prevención es fundamental ya que cualquier problema de salud afecta al rendimiento escolar´, así como a la imagen de sí mismos y sus relaciones con los demás.
Podemos decir que existen tres niveles fundamentales de prevención:
  • Prevención Primaria: Podemos conseguir este nivel, desde las escuelas y en casa, con una ventilación adecuada de las estancias, cuidando la higiene de forma adecuada y proporcionando espacios al aire libre, por ejemplo.
  • Prevención Secundaria: Con esta prevención, podemos reducir los casos nuevos de enfermedad entre los niños de alto riesgo. Si una familia tiene antecedentes genéticos de alergias, por ejemplo. Una evaluación de un profesional sanitario puede prevenir el manifiesto de la enfermedad, en gran medida.
  • Prevención Terciaria: Es la prevención de la enfermedad grave, una vez que se reconoce la dolencia. Por ejemplo, en caso de un niño con asma, el uso de inhaladores u otros materiales hipoalergénicos adecuados, disminuyen la tasa de ataques.
El desarrollo encefálico
El encéfalo continúa creciendo con más rapidez que el resto del cuerpo del niño y alcanza el tamaño adulto aproximadamente a los 7 años. A medida que se acumula experiencia, se desarrollan las áreas básicas de las cortezas sensitiva y motora.
Durante la primera infancia comienza a surgir la regulación emocional, la teoría de la mente y la coordinación izquierda-derecha, la parte ejecutiva del cerebro planifica, supervisa y evalúa todos los impulsos que recibe, sobre todo desde los centros emocionales. Este desarrollo se sigue perfeccionando durante la segunda infancia, adquiriendo más control y capacidad.
Esto quiere decir, a medida que crecen y su desarrollo encefálico aumenta, pueden modificar varias conductas comunes en la primera infancia. Conductas como los berrinches o la inatención, por ejemplo.
Otros adelantos de las funciones ejecutivas, son los procesos de control mental que proveen al niño del autocontrol necesario para alcanzar un objetivo futuro, permiten al niño mantener en mente, los objetivos. Pudiendo por tanto, analizar las posibles consecuencias de sus actos y de esta forma aprender a regularlos.
Otra de las capacidades que se perfecciona en esta etapa, es la atención, en concreto la atención selectiva, que es la capacidad de concentrarse en un estímulo y excluir los demás. Esta atención requiere mielinización continua y aumento de la producción de neurotransmisores, que también se encuentran entre los progresos de la segunda infancia.
El segundo progreso importante de la función cerebral es la automatización, es un proceso por el cual la repetición de una secuencia de pensamientos y acciones hace que esa secuencia se torne automática y rutinaria y no requiera pensamiento consciente.
Al principio, casi todas las conductas requieren una concentración cuidadosa, lenta y focalizada la primera vez que se ejecutan. Después de muchas repeticiones, con neuronas que disparan juntas en una secuencia particular, el comportamiento se torna más automático y más estructurado.
Por último la prueba más obvia de la maduración neurológica son las habilidades motoras del niño. Cada destreza requiere varias capacidades distintas y todas ellas mejoran durante la segunda infancia.
Los adultos podemos observar como el juego y la actividad física de los niños de 6 a 11 años, aportan beneficios a los mismos, como:
  • Mayor autoestima.
  • Mejor salud.
  • Menos obesidad.
  • Valoración de la cooperación y del juego limpio.
  • Aumento de la capacidad de resolver problemas.
  • Respeto por los compañeros de juego y los oponentes.
En definitiva, el niño crece y cambia, sus respuestas y acciones se vuelven más complejas y elaboradas y es importante entender que cambios biológicos son los que influyen en estos cambios que observamos.
EL CONFIDENCIAL, Jueves 30 de mayo de 2013

Comentarios

  1. https://grupoeducativa.blogspot.com/2010/11/quienes-deben-educar-la-sexualidad-de.html
    En definitiva, el niño crece y cambia, sus respuestas y acciones se vuelven más complejas y elaboradas y es importante entender que cambios biológicos son los que influyen en estos cambios que observamos.

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