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Por qué los niños mienten

SANDRA TORIBIO CABALLERO

Antes se atrapa al mentiroso que al cojo”. Aunque este refrán es bien conocido, todos hemos mentido alguna vez. Unas personas lo hacen con mucha frecuencia, otras con menos. A pesar de esto, es normal que muchos padres y madres se preocupen cuando descubren que sus hijos e hijas mienten, pero…

¿Por qué mentimos los adultos?
Normalmente se miente por miedo a las consecuencias que puede suponernos el decir la verdad. También para protegernos de supuestos cuestionamientos o a modo de mecanismo de defensa si sentimos amenazada nuestra autoestima. A veces mentimos con amigos o amigas, otras en el trabajo, en entrevistas… Existen también las mentiras piadosas, aquellas que se dicen con el fin de tratar de proteger o evitar un sufrimiento a otro. 

Y, ¿por qué mienten los niños?
Hasta antes de los cinco años (edad aproximada) es posible que los niños digan cosas que tienen que ver con su mundo de fantasía, sin que haya una intención de mentir plenamente consciente. Es más o menos a partir de esa edad cuando niños y niñas pueden empezar a mentir. En ese momento ya son conscientes de ser personas diferenciadas de un otro, con mente y pensamientos propios, que pueden o no compartir con los demás. Mentir conlleva ponerse en el lugar (en la mente) del otro y pensar qué quiere y qué no quiere oír.
Es posible que mientan si tienen baja autoestima o inseguridad: quizás les preocupa que puedan castigarles o que sus padres dejen de tener la imagen que tienen de ellos. Muchos niños y niñas con dificultades en los estudios mienten para ocultar sus notas. Saben que los mayores se acabarán enterando, pero piensan: “cuanto más tarde mejor…”. A veces también se miente para tener mejor aceptación en el grupo de amigos (por ejemplo, presumir de haber hecho determinadas cosas sin ser cierto) o para conseguir la atención de iguales o mayores.
En ocasiones, si el padre o la madre son muy insistentes y “quieren saberlo todo”, las mentiras serán para los niños una forma de “protegerse, de asegurarse de que tiene una mente propia, con “zonas” a las que sus padres no tienen acceso. La mentira representará una especie de juego en el que sólo él o ella saben la verdad.
Los adolescentes mienten sobre dónde van, qué hacen o con quién; a veces también sobre sus notas. En ocasiones con el fin de que sus padres sigan teniendo la imagen que hasta ahora han tenido de él o ella.
Pero tanto en niños como en adolescentes, las mentiras tienen que ver con tratar de evitar un castigo o tratar de conseguir un beneficio.

¿Qué pueden hacer padres y madres si descubren que sus hijos mienten?
Es fundamental que puedan transmitir la importancia de decir la verdad. Decir la verdad supone hacerse cargo de nuestras acciones, asumir la responsabilidad de las mismas. Los adultos son inevitablemente un ejemplo para los niños, por lo que es importante que nosotros hagamos lo mismo que les pedimos a ellos. Ser coherentes con lo que decimos y hacemos es una enseñanza fundamental para que los niños sepan a qué atenerse; les da seguridad y confianza. Esto es algo que va más allá del tema de las mentiras: supone no decir cosas que no podamos o vayamos a cumplir.
Como decíamos, cuando los niños y niñas mienten, puede tener que ver con el miedo a la reacción del adulto. Esto no significa que no haya que enfadarse nos cuenten lo que nos cuenten, pero sí que tengamos en cuenta que ni desde la mentira ni desde el enfado se solucionarán los problemas. Será importante poder negociar y llegar a un entendimiento.
Una vez que se ha descubierto la mentira o entendemos que nos están mintiendo, es importante que haya posibilidad de reparación (que puedan disculparse y pedir perdón) y también pensar sobre los motivos de porqué lo han hecho. Con los niños más pequeños, será importante explicarles que mentir está mal, pero que eso no significa que sean malos.
Es importante que los padres y madres puedan respetar la intimidad de los hijos, aunque no siempre sea fácil. En ocasiones el deseo de los padres es “saberlo todo” acerca de sus hijos, pero hay que dejar un espacio para que ellos decidan qué cosas contar. Muchas veces padres y madres se debaten entre preguntar mucho y de forma insistente (“es que si no, no me cuenta nada”), y otros tienden a no preguntar (“casi prefiero no saber…”), sobre todo en la adolescencia. Sin duda no es fácil, pero será fundamental que se construya una relación de confianza que permita a los niños y adolescentes crecer y desarrollarse.
Por último, y sin dejar de tener en cuenta todo lo anterior, es importante que padres y madres puedan estar alerta si las mentiras están muy presentes en el día a día. Más allá del enfado que puedan tener al descubrir que su hijo o hija mienten, es importante poder pensar si detrás de esas mentiras se esconde algún problema de tipo emocional o si existe malestar. De ser así, y si los padres consideran que es necesaria ayuda, es importante poder consultar a un profesional para que evalúe la situación.
EL CONFIDENCIA, Jueves 9 de mayo de 2013

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