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Ocho claves para actuar ante la odisea de tener un hijo caprichoso

L.PERAITA
Tener un hijo caprichoso supone una verdadera odisea para los padres. Si no se accede a sus constantes peticiones «montará un numerito» que acabará en rabieta. Lo peor del caso es que, por tranquilidad de los padres y por no pasar un mal trago delante de personas en el portal de casa, el supermercado o la sala de espera del dentista, suelen ceder ante los gritos y pataletas del pequeño antes de que vayan a más y todo el mundo les mire.
Sí, efectivamente, actuando de este modo habrán evitado la rabieta, pero el niño se ha salido con la suya y ha aprendido que la póxima vez que quiera algo le bastará con gritar y tirarse al suelo de nuevo para conseguir sus objetivos. ¿Cómo romper este círculo vicioso?
«Lo primero de todo es predicar con el ejemplo —asegura David Cortejoso, psicologo y creador de psicoglobalia.com—. Los padres no pueden pretender que sus hijos no sean caprichosos cuando ellos cada vez que salen de casa se compran lo que les apetece. Ahora es más fácil fomentar que los niños sean más caprichososo porque hace años cuando se estropeaba algo, nuestros padres nos lo arreglaban, y hoy lo tiramos y compramos otro nuevo. No les transmitimos el valor de las cosas del mismo modo. Antes teníamos un reloj y nos ilusionábamos con él, ahora tenemos cinco. Tendemos a tener muchas cosas y de lo mismo».

No tienen tolerancia a la frustración

Este psicólogo explica que un niño caprichoso se caracteriza por su egocentrismo. No piensa en las necesidades de los demás. Está claro que el egocentrismo es algo normal en su desarrollo, pero deben aprender cuanto antes a satisfacer las necesidades de otro.
Otra de las actitudes que definen a los hijos caprichosos es que no tienen tolerancia a la frustración o esta está muy baja. Cuando algo se les niega, montan en cólera, arman un buen jaleo para llamar la atención, gritan, lloran, tienen una gran rabieta… y todo para conseguir lo que los padres le están negando.
«Además —prosigue David Cortejoso— no cuidan las cosas, sus juguetes, sus pertenencias, y básicamente se produce porque nos las valora. Pide lo que quiere en esos momentos, lo que quiso otro día, pierde interés. Los hijos caprichosos pueden surgir de dos situaciones contrapuestas, o bien no se les presta la atención que reclaman de sus padres o bien se les presta demasiada. Por lo que suelen ser hijos infelices o insatisfechos, y muchas veces con jugar o estar más tiempo con ellos se cubre dicha necesidad».

Ocho claves para los padres

ABC, Miércoles 23 de octubre de 2013

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