
Tener un hijo caprichoso supone una verdadera odisea para
los padres. Si no se accede a sus constantes peticiones «montará un
numerito» que acabará en rabieta. Lo peor del caso es que, por
tranquilidad de los padres y por no pasar un mal trago delante de
personas en el portal de casa, el supermercado o la sala de espera del
dentista, suelen ceder ante los gritos y pataletas del pequeño antes de que vayan a más y todo el mundo les mire.
Sí, efectivamente, actuando de este modo habrán evitado la rabieta, pero el niño se ha salido con la suya y ha aprendido que la póxima vez que quiera algo le bastará con gritar y tirarse al suelo de nuevo para conseguir sus objetivos. ¿Cómo romper este círculo vicioso?
«Lo primero de todo es predicar con el ejemplo —asegura David Cortejoso, psicologo y creador de psicoglobalia.com—.
Los padres no pueden pretender que sus hijos no sean caprichosos cuando
ellos cada vez que salen de casa se compran lo que les apetece. Ahora
es más fácil fomentar que los niños sean más caprichososo porque hace años cuando se estropeaba algo, nuestros padres nos lo arreglaban, y hoy
lo tiramos y compramos otro nuevo. No les transmitimos el valor de las
cosas del mismo modo. Antes teníamos un reloj y nos ilusionábamos con
él, ahora tenemos cinco. Tendemos a tener muchas cosas y de lo mismo».
No tienen tolerancia a la frustración
Este psicólogo explica que un niño caprichoso se
caracteriza por su egocentrismo. No piensa en las necesidades de los
demás. Está claro que el egocentrismo es algo normal en su desarrollo,
pero deben aprender cuanto antes a satisfacer las necesidades de otro.
Otra de las actitudes que definen a los hijos caprichosos
es que no tienen tolerancia a la frustración o esta está muy baja.
Cuando algo se les niega, montan en cólera, arman un buen jaleo para
llamar la atención, gritan, lloran, tienen una gran rabieta… y todo para
conseguir lo que los padres le están negando.
«Además —prosigue David Cortejoso— no cuidan las cosas, sus
juguetes, sus pertenencias, y básicamente se produce porque nos las
valora. Pide lo que quiere en esos momentos, lo que quiso otro día,
pierde interés. Los hijos caprichosos pueden surgir de dos situaciones contrapuestas, o
bien no se les presta la atención que reclaman de sus padres o bien se
les presta demasiada. Por lo que suelen ser hijos infelices o
insatisfechos, y muchas veces con jugar o estar más tiempo con ellos se
cubre dicha necesidad».
Ocho claves para los padres
ABC, Miércoles 23 de octubre de 2013
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