ÁNGELES LÓPEZ / MADRID
Más allá de la genética heredada, los factores
medioambientales influyen, positiva y negativamente, en el desarrollo
del cuerpo humano. Esto, que es por todos sabido, se hace mucho más
evidente en un estudio que publica esta semana la revista JAMA Pediatrics, en el que se muestra que nacer en un entorno pobre impacta en el volumen cerebral de los niños.
Así lo han detectacto Joan Luby, de la Facultad de Medicina
de la Universidad de Washington (en San Louis, EEUU), y sus
colaboradores en un estudio en el que han estudiado cómo impacta la
economía familiar en el desarrollo cerebral examinando los volumenes de diferentes zonas del cerebro (la materia blanca y gris, el hipocampo y la amígdala)
en un grupo de niños de seis a 12 años, que ya formaban parte de otro
estudio sobre depresión en preescolares y que fueron controlados desde
los tres años.
A los 145 niños evaluados (algunos de ellos con depresión,
otros con trastorno por déficit de atención con hiperactividad y otros
sanos), se les realizó cada año una resonancia magnética, además de test
psicológicos y psiquiátricos para medir otras dimensiones del
desarrollo a nivel psicosocial y del comportamiento.
Los resultados del estudio demuestran que la exposición a la
pobreza en la infancia (cuyo límite está establecido en una renta
inferior a 23.500 dólares para una familia de cuatro personas)
está asociado con un menor volumen de materia blanca, corteza cerebral,
hipocampo y amígdala en niños y adolescentes. Además, comprobaron que
los principales cambios en el hipocampo de los niños de familias con
escasos recursos no se debía a un problema de dinero sino a la manera en
que sus padres les cuidaban, valorada mediante un test.
El problema que detectaron estos investigadores es que los
padres con pocos recursos estaban más estresados y eran menos capaces de
criar a sus hijos en los ejercicios que les realizaron. En los casos en
los que los progenitores con pocos recursos cuidaban mejor de sus
vástagos, los niños eran menos propensos a exhibir los mismos cambios
anatómicos en sus cerebros que aquellos que recibían peores cuidados.
"Los padres pueden ser menos reactivos emocionalmente por un
montón de razones", explica esta investigadora. "Ellos pueden tener dos
trabajos para conseguir dinero para alimentos. Quizás viven en un
entorno menos seguro. Pueden enfrentarse a mucho estrés, y algunos no
tienen la capacidad para dedicarse al cuidado de la misma forma que los
padres que no viven con circunstancias tan adversas".
Por otro lado, los niños de familias pobres viven más momentos estresantes, como puede ser varias mudanzas o cambios de colegio, que pueden influir en el desarrollo de su cerebro.
Estos cambios en el desarrollo cerebral pueden conducir a
diferentes problemas a lo largo de la vida como depresión, dificultades
en el aprendizaje y limitaciones a la hora de afrontar situaciones
estresantes. Además, el trabajo demuestra que estos cambios pueden
extenderse en función del cuidado ofrecido por los padres.
"Sabemos desde hace mucho tiempo, por estudios del
comportamiento, que la exposición a la pobreza es uno de los predictores
más fuertes de malos resultados cognitivos en la infancia", explica
Luby. "Un creciente número de estudios de imagen y de neurociencia han
mostrado recientemente que la pobreza también tienen un efecto negativo
en el desarrollo cerebral. Lo novedoso es que nuestra investigación
evidencia los efectos de la pobreza en un cerebro en desarrollo,
particularmente en el hipocampo, lo que está fuertemente influenciado
por el cuidado de los padres y factores estresantes que los niños
experimentan", aclara esta investigadora.
Este trabajo "nos muestra cómo dos experiencias específicas
-la calidad del cuidado y el estrés- pueden impactar en una estructura
[el hipocampo] que juega un papel principal en el aprendizaje y la memoria,
al igual que en la capacidad para modular la respuesta al estrés",
señala Charles A. Nelson, profesor de pediatría en la Universidad de
Harvard y director de Investigación en el Hospital Infantil de Boston,
en un editorial que publica también JAMA Pediatrics.
El estudio concluye que recibir una atención de calidad en
la infancia es un objetivo que "se puede lograr a través del apoyo y la
educación parental, junto con programas preescolares que ofrezcan un
buen suplemento para el cuidado y la seguridad de los niños pequeños más
vulnerables". Porque, como señala Luby, "los niños que reciben un buen cuidado en su infancia
no experimentan necesariamente problemas del desarrollo, cognitivo y
emocionales que pueden afectar a niños que no cuentan con este apoyo
parental y que es tremendamente importante. Este estudio nos da un
objetivo tangible y viable relacionado con intervenciones precoces que
se focalicen sobre el cuidado paterno".
EL MUNDO, Martes 29 de octubre de 2013
Imagen: El Mundo
Comentarios
Publicar un comentario