Una de las grandes metas que tenemos en la educación de nuestros pequeños es enseñarles a ser asertivos.
La asertividad no es lo que algunos piensan equivocadamente: una
especie de carácter impertinente que van adquiriendo algunos niños y
niñas que les hace no cerrar la boca ante nada ni nadie y decir
enseguida lo que les viene a la cabeza (obviamente, entendiendo que no
es lo mismo hablar de un niño de 2 años que de uno de 8). Una actitud
asertiva es la que pone en práctica aquel que tiene la capacidad de
decir y hacer lo que considera que debe decir y hacer respetando a la
otra persona y a sí mismo. Una actitud asertiva tiene que ver
también con la capacidad de defender tus derechos, de escuchar,
comprender posturas opuestas (aunque no las compartas), negociar y
llegar a acuerdos, etc.
La edad de 5 a 10 años es una edad ideal para enseñar comportamientos
y valores específicos, pues es una edad en la que, además de ir
pudiendo razonar de un modo un poco más complejo (salvando las
distancias de edad, como siempre recuerdo), también es una edad en la
que los niños suelen estar muy predispuestos a hablar, de hecho nos
buscan para ello. Sin embargo, suele ser la etapa en la que nos quejamos
de que no tenemos suficiente tiempo para estar con ellos y enseñarles
todo lo que quisiéramos. Con la “Técnica del sándwich” ya no tenemos excusa, pues le podemos enseñar una pauta práctica, clara y sencilla para resolver algunos conflictos interpersonales
con otros amiguitos o compañeros, pues lo podremos hacer mientras nos
acompaña en la cocina al prepararle el sándwich de la merienda o la
cena.
Sobra decir que el sándwich es una metáfora que vamos a usar para
explicarle cómo puede comportarse, un recurso que, gracias a la fuerza
de la ilustración, le va a ser muy fácil recordar.
Básicamente, esta técnica consta de tres pasos, como las
partes de un sándwich. Éste se prepara con dos rebanadas de pan y un
relleno al gusto. Las dos rebanadas de pan son el paso 1 y 3, y el
relleno el 2. Al igual que el sándwich, las rebanadas de pan (pasos 1 y
3) son similares, pero con los matices que una se pone al principio del
proceso de preparación y la otra al final, para tapar y completar el
sandwich.
¿Qué simboliza cada elemento?
1. Las rebanadas de pan son los hechos objetivos, los sucesos que han ocurrido o queremos que ocurran.
La primera rebanada son los hechos pasados, aquello que ha ocurrido y
no se puede discutir, y que ha provocado el malestar. La segunda
rebanada son los hechos futuros, lo que querríamos que ocurriera a
partir de ahora, nuestra propuesta de cambio.
2. El relleno son las consecuencias de los hechos pasados
(de la primera rebanada). Son las consecuencias tanto en nosotros como
en los demás o las circunstancias. En estas consecuencias se incluyen
también las plenamente subjetivas: nuestros sentimientos.
Una vez entendido esto, los tres pasos de nuestra técnica (la preparación del sándwich) son los siguientes:
1º- Hechos objetivos pasados, 2º- Consecuencias, 3º- Propuesta hechos futuros.
1. Ponemos en el plato la primera rebanada (hechos ocurridos).
Le explicamos que lo primero que debe de hacer es recordarle a su amigo
lo que ha pasado, los hechos sencillos, sin más. Lo que no se puede
discutir. Por ejemplo: “Carlos, ayer no me dejaste jugar a la pelota y yo todos los días que traigo la mía siempre te dejo jugar”.
2. Ponemos el relleno del sándwich (consecuencias).
Si le acostumbramos a diferenciar este punto del anterior le estaremos
proveyendo de dos herramientas cognitivas fundamentales para toda la
vida: a) el distinguir los sucesos de sus consecuencias y b) la
capacidad de identificar sus emociones así como de expresarlas de modo
adecuado. Le explicaremos que en este segundo paso le deberá decir a su
amigo cuál o cuáles han sido las consecuencias de los hechos anteriores.
Por ejemplo: “Al no dejarme jugar con tu pelota me tuve que ir con
otros niños durante el patio del cole, y además me sentí muy triste,
porque mis amigos estaban jugando contigo y tu pelota y porque tú que
eres mi amigo no me habías dejado jugar”.
3. Tapamos el sándwich con la rebanada final. Esta parte es la de pedir una nueva acción o comportamiento, más acorde con lo que creemos que debería haber sido la primera o como modo de enmendar el daño. Esta
tercera parte puede ser muy variada y también será bueno que le
enseñemos a nuestro hijo/a a pensar en opciones y sus respectivas
consecuencias. Algunos ejemplos diferentes podrían ser: “¿Me puedes
decir por qué no me dejaste jugar?” (no olvides que el pedir una
explicación también es un tipo de acción que pedimos, y muchas veces es
la mejor para empezar), “Espero que hoy me dejes jugar”, “Me gustaría que no vuelvas a hacerlo”, etc.
Incluso, el hablar de las consecuencias/acciones que implantaremos si el comportamiento no cambia también puede ser un tipo de “hecho futuro” a proponer en este tercer paso, como por ejemplo: “Si
vuelve a ocurrir otra vez el que no me dejes jugar con tu pelota me
traeré todos los días la mía e invitaré a mis amigos a jugar con mi
pelota”. Si bien el ser asertivo es evitar la agresividad esto no
quiere decir que tengamos que identificarlo con la candidez; muchas
veces la actuación asertiva tiene que ver con la firmeza y el
planteamiento de consecuencias por nuestra parte. En esta variedad de
opciones en el tercer paso es en la que debemos también entrenar a
nuestro hijo/a en cuanto a saber elegir la mejor opción en cada caso.
Espero que este simpático modo de enseñar asertividad te sea útil. No olvides que la asertividad es la cara actitudinal de la autoestima.
Como si de una moneda de dos caras se tratase, autoestima y asertividad
van muy unidas. La primera es la actitud interior de valorarse uno
mismo de una forma sana y la segunda es la plasmación de esa fortaleza
interior en un estilo de comportamiento. Al igual que actuando sobre
el desarrollo de la autoestima ayudamos a mejorar en el comportamiento
asertivo de nuestros hijos/as, enseñando a ser más asertivos les
ayudamos también a fortalecer su autoestima.
Un saludo.
Jonathan Secanella
Coach y formador
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