Las consecuencias de los castigos físicos como los cachetes o
las nalgadas perduran durante años provocando trastornos mentales y
aumento de agresividad.
Un
cachete suele ser un impulso de los padres, producto de la impotencia, la falta de control, o el cansancio ante las
rabietas
de los niños. Lo que ellos no saben es que hacer eso es una victoria
nefasta en sus relaciones de ahora, mañana y siempre. Desde hace años se
sabe la ineficacia de 'la bofetada a tiempo' como método educativo. Ahora unos investigadores dan un paso más gracias a un estudio de 20 años que conluye que los niños a los que se castiga físicamente se vuelven más agresivos y pueden sufrir problemas de
desarrollo intelectual.
El estudio publicado en la Revista de la Asociación Médica Canadiense
(CMAJ, siglas en inglés) encuentra relación directa entre el castigo
físico y algunas alteracciones de áreas en el cerebro vinculadas al
rendimiento en
pruebas de coeficiente de inteligencia.
No al cachete educativo
Los
doctores Joan Durrant y Ron Emson, artífices del estudio en cuestión,
analizaron durante 20 años sobre las consecuencias de los
castigos corporales tales como las
bofetadas, las
nalgadas, los cachetes... La conclusión ha sido contundente: "sin ninguna excepción" los niños castigados físicamente son más agresivos hacia
padres,
hermanos y otros
niños y posteriormente sus
parejas.
"Virtualmente sin ninguna excepción, estos estudios desvelaron que el
castigo físico estaba asociado con mayores niveles de agresión"
afirmaron la doctora Joan Durrant, del Departamento de Ciencias Sociales
de la Familia de la Universidad de Manitoba y Ron Emson, del Hospital
Infantil del Este de Ontario.
Causas directas del castigo físico
Los autores añadieron que "los resultados sugieren de forma consistente que el castigo corporal tiene un efecto causal directo en la exteriorización de comportamiento, ya sea a través de una respuesta reflexiva al dolor, modelización (se alienta un
tipo de comportamiento con el ejemplo) o procesos familiares coercitivos".
Este estudio también revela que estos mismos castigos físicos durante la
infancia
están asociado con problemas mentales como depresión, ansiedad y el
consumo de drogas y alcohol de adolescentes y adultos. Concluyen que los
castigos pueden incluso "cambiar áreas en el cerebro vinculadas al rendimiento en pruebas de coeficiente de inteligencia y aumenta la vulnerabilidad de la dependencia de drogas y alcohol."
Por: Ana Palicio
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