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Muchos padres se quejan de que dicen algo a sus hijos «por activa y por pasiva» y que no hacen ni caso. La cuestión es que la orden va tomando fuerza según se va repitiendo más veces, hasta que llega un momento en que, los padres, desesperados, optan por gritar de
nuevo la orden a la espera de mostrar al niño que ellos tienen la
autoridad y asustarles para que cumplan de una vez por todas con lo que
se le pide.
Por desgracia, se trata de una fórmula muy socorrida.
Muchos padres salen del trabajo cansados, estresados y cuando están con
sus hijos pierden la paciencia fácilmente. Lo malo es que el grito no
es la forma más adecuada de lograr que obedezcan. Es más, las
consecuencias son más negativas que positivas.
¿Qué se puede hacer para no gritar? Según Pedro García Aguado y Francisco Castaño, autores de «Aprender a Educar» (Editorial Grijalbo), es mucho más recomendable utilizar un tono serio sin elevar el volumen y repetir la orden como máximo un par de veces.
Apuntan que si estamos muy enfadados debemos tratar de tranquilizarnos durante unos minutos, recordar que nuestro objetivo es que nos escuchen, no desahogarnos. «Cuanto más lenta y plácidamente nos expliquemos, mayor atención captaremos». Los dos autores consideran también importante no perseguir nunca al niño por la casa gritándole, sino situarnos delante de él y explicarle lo que esperamos de él.
Si aún así, los padres no pueden
controlar el grito, Pedro García Aguado y Francisco Castaño recomiendan
seguir las siguientes pautas:
—Sujetaos ambas manos para frenar cualquier expresión corporal.
—Sentaos con el niño. Estar sentados reduce la tensión.
—Mirad al suelo, respirad profundamente y contad hasta diez.
—Un niño de menos de 9 años necesita el contacto visual para prestar atención. Una vez os esté mirando, habladle.
ABC, Jueves 25 de septiembre de 2014
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