Mucha gente tiene la costumbre de hacer vaticinios cuando se enteran de
que estás esperando un bebé. En mi caso, me soltaron un montón de
pronósticos sobre lo que suponía convertirse en padre. Aquí explico
algunas de las cosas para las que no me prepararon. Si alguna vez te has
preguntado qué ocurría en el corazón y la mente de los padres de niñas,
considera esta lista como un pequeño escaparate de mi alma.
1. Nadie me avisó de que empezaría a fijarse en chicos tan pronto.
Como
muchos de nosotros, me tragué la teoría social antropológica que
considera a los chicos agresores románticos y a las chicas, como poco,
generosamente tolerantes con sus capturas. Todo esto cambió una noche de
gimnasio, cuando mi hija Mary Grace me agarró del brazo muy seria y
articuló: "Papá, ¿ves a ese chico? ¡Me gusta!". Mientras nos bebíamos
nuestros smoothies en la cafetería del gimnasio, no dejaba de
darse la vuelta para ver dónde estaba y lo miraba con atención. Hasta el
chico se acercó a nuestra mesa. Se llamaba Harrison y era educado,
alegre y bienhablado. La trató con amabilidad y con mucho respeto. El
único inconveniente de este primer flechazo era que el chico tenía 19
años, pintas de surfero y físico de futbolista. Era el camarero de la
cafetería. Y mi hija tenía 3 años. En serio.
2. Nadie me dijo lo mucho que podía enamorarme de mi mujer.
Tener
una versión mini de Mary en la casa me ayudó a replantearme quién es
ella para mí. Muchas de las idiosincrasias y disposiciones que me habían
frustrado durante años se moldeaban ahora en la persona de nuestra
hija, permitiéndome ver con una nueva perspectiva y compasión algunas de
las formas de ser que antes me parecían ajenas. Por poner un ejemplo:
nunca era capaz de entender las decepciones que se lleva mi mujer cuando
falla un plan. Hasta en las cosas más mundanas, se altera y le afecta
mucho anímicamente. Una vez la vi llevarse un chasco tremendo en la cola
de la cafetería cuando vio que la última muestra de su
sándwich de costillas de primera se la llevó la persona que tenía
delante. Da un poco de miedo, pero Mary Grace es exactamente así. Pero
como ella es inocente, estoy obligado a computar sus emociones con un
cálculo más caritativo, y al hacerlo me doy cuenta de que en todas estas
pequeñas tragedias, subyace un entusiasmo salvaje por la vida. Como
consecuencia, llego a entender a mi mujer. Antes pensaba que su actitud
era infantil; ahora sus reacciones inocentes me parecen bonitas. Supone
una gran diferencia. Ojalá pudiera volver atrás y quererla siempre tanto
como ahora. Se lo merece.
3.
Nadie me dijo que todos mis intentos previos por entender la anatomía
femenina se verían completamente revolucionados por un simple pañal.
La
fuerza resultante de cambiarle el pañal -lleno de caca- a una niña es
impactante. Literalmente, me quedaba de pie frente a mi hija con una
toallita en una mano y unas gafas de aumento en la otra, quitándole como
un profesional las manchas de caca de su culito.
4. Nadie me dijo que al tener una hija me haría automáticamente feminista.
5. Nadie me advirtió que la ternura podía llegar a esos límites insospechados.
Es
habitual que los padres de niñas digan cosas como: "Crees que sabes lo
que es el amor, pero prepárate. Nunca has sentido nada igual". En parte,
tienen razón. La niña de papá y el papá alrededor de su dedito
es un fenómeno bien documentado. De lo que se habla menos es de la
inmensa RABIA que provoca el otro lado de la moneda, la parte delicada
de la ternura. Se te mete una ferocidad indescriptible y cinética en los
huesos. Me acuerdo de ir lívido de terror por un mercado atestado de
gente con la niña en el carrito, incapaz de disfrutar por las visiones
de violencia que se me venían a la mente, ante las que tenía que estar
preparado entre ese gentío. Es complejo para el corazón de un hombre
sentirse al mismo tiempo tan decidido a dar su vida como a quitársela a
alguien. Quizás esconde una moraleja.
6. Nadie me dijo que las canciones de cuna son las mejores canciones jamás escritas.
Aunque
sean bobas, empalagosas o forzadas, cuando tienes una hija, ejercen un
poder emocional misterioso y violento que resulta irresistible. El
pasado verano en la boda de un amigo, estuvimos haciendo una
recopilación de canciones y riéndonos un rato... y acabé emocionado
mientras bailaba con mi hija.
7. Nadie me dijo la extraordinaria importancia del color rosa.
Para
las pasadas navidades, Mary Grace pidió una muñeca. Cuando le
preguntamos de qué color la quería, contestó muy resuelta: "¡Rosa!". La
he visto llorar al oír que su plato rosa estaba en el lavavajillas y que
tendría que usar otro para cenar. Ya puede presentarse cualquiera con
un unicornio alado azul en su habitación, y te aseguro que ella lo
pediría rosa.
8. Nadie me dijo (bueno, quizá mi mujer sí, pero nunca la creí) que muchas chicas empiezan a pensar en su boda desde niñas.
Personalmente,
echo la culpa a Disney. Cada trozo de tela blanca que tenemos en casa
vale para hacer un ensayo falso de boda. Y ella se lo toma muy a pecho.
Al principio era monísima, porque quería casarse conmigo, pero desde
hace poco tengo un contrincante que va con ella al cole y me ha quitado
el puesto de novio. Ella argumenta que el niño "hace mucho el tonto y es
muy guapo".
9. Nadie me dijo el enfado irracional que me
produciría el saber que mi hija quería casarse con el chico bromista y
guapo de su clase en vez de conmigo.
10. Nadie me
dijo lo que disfrutaría de la manicura, las fiestas de chicas, las
exploraciones por el armario, los bailes repentinos, las cajas de
pasteles y las muñecas.
Algunos
lectores sólo se quedarán con lo empalagoso. Pero los que tengan hijas
también captarán lo aterrorizadora, vulnerable, desorientadora... y
sagrada que es nuestra misión.
Este post apareció por primera vez en The Dad Issues en este enlace. Puedes seguir a Bret Spears en Facebook o en Twitter.
Traducción de Marina Velasco Serrano
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THE HUFFINGTON POST,
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