LUCÍA PALACIOS
Parece extendida la idea de que llorar es cosa de cobardes.
Quizá por eso cada vez que uno derrama sus lágrimas, baja la mirada y
trata de esconderlas. Y más si los espectadores son sus hijos. Pero, ¿qué hay de malo en mostrar las emociones?
¿Qué hay de malo en que los niños se den cuenta de que los mayores en
ocasiones también están tristes? Estas reflexiones las hace la pediatra
alicantina Lucía Galán en un post que ha recibido miles y miles de
visitas y que circula por esos ya famosos grupos de WhatsApp de madres
del cole.
Sus cinco consejos básicos
1. Da ejemplo. Los niños son lo que somos, hacen lo que hacemos y sienten de la misma forma que sentimos.
2. Ponte en su lugar. Conecta con tu hijo, no desde el autoritarismo y el «porque yo lo digo»,
sino desde el «Cariño, sé que no quieres ir al colegio, a mí me ocurría
lo mismo cuando tenía tu edad, pero piensa que hoy ya es viernes y
cuando salgas tendremos toda la tarde para estar jugando juntos».
3. No le grites. Para su autoestima es nefasto.
4. Cuéntale historias. Háblale de cómo te ha ido el día, haz que desarrolle su imaginación, su creatividad.
5. Dale la oportunidad de elegir. Y de equivocarse también. Es la única manera de aprender.
La bloguera critica que en esta «sociedad excesivamente competitiva» se prepara a los niños para ser los mejores, para lograr la excelencia, con la incoherencia de que número 1 solo hay uno…. «Me importa un pimiento que mi hijo sea el más rápido en cálculo mental. Lo que no consiento es que se venga abajo por ser el segundo, el tercero o incluso porque no haya sido seleccionado entre los 10 primeros», dice con firmeza esta madre de dos niños que tiene ahora el sueño de plasmar sus vivencias del blog en un libro.
—¡Qué difícil tarea esta de educar…!
—Cierto, ¡qué difícil! Pero al mismo tiempo es apasionante
ver crecer a nuestros hijos y tener la posibilidad de ir dando forma a
su personalidad y temperamento. ¡Es casi mágico ver esa evolución!
—¿Los padres se están volviendo ahora un poco locos con esto de la educación?
-¡Un poco tarumbas nos estamos volviendo, sí! Somos muy
exigentes con nosotros mismos, queremos dar lo mejor de nosotros como
padres, fruto, en parte, del nivel de exigencia tan alto al que estamos
sometidos actualmente en esta sociedad. De vez en cuando hay que poner
los pies en el suelo y, como yo digo, parar y contar hasta 10. Casi todo
en esta vida puede esperar, así que... tranquilidad, que seremos madres
toda la vida. El camino es largo y se trata de disfrutar de él.
—O sea, que hay una preocupación excesiva en ser mejores padres.
—Nos preocupamos mucho, pero creo que eso es positivo. Cultivar nuestra inteligencia emocional nos hace ser mejores personas y, por extensión, mejores padres.
—¿Considera
que se forma uno en profundidad para el mercado laboral pero no lo hace
para una tarea tan importante como es educar?
—Absolutamente de acuerdo. ¿Quiénes son nuestros maestros de vida? Nuestros padres, hermanos...
Aquellos que han estado ahí, en las buenas y en las malas. Copiamos
patrones. Somos lo que hemos vivido. En la universidad aprendemos
conceptos, pero la verdadera universidad es la vida misma. Las
verdaderas lecciones de vida son nuestros fracasos, nuestros desengaños,
nuestras pérdidas, nuestras victorias, nuestro sudor y lágrimas. Eso no
se olvida.
—¿Vivimos en una sociedad excesivamente competitiva?
—Demasiado. Qué pena. Pero, ¿cómo cambiarlo? Yo no lo sé…
—¿Cómo hacer para que esto no afecte a los niños?
—Mis hijos son «mi territorio». Ahí estoy yo para mostrarles lo verdaderamente importante de la vida. Esa es mi lucha. Eso sí me quita el sueño, y no que no sea el primero en «mates».
—¿Cómo proporcionar a los hijos las armas adecuadas para el éxito?
—La sociedad actual prepara a los niños para el éxito. Qué
fácil es recibir palmaditas en la espalda, qué maravilloso es que te
cuelguen medallas. Pero, ojo, éxitos en la vida hay pocos. Y, de hecho,
saboreamos esos triunfos gracias a que previamente hemos experimentado
la derrota en cuerpo y alma. Creo que el secreto de manejar el éxito es
enseñar a nuestros hijos a mantener los pies en el suelo: «Hijo, los
pies en el suelo, no olvides tus orígenes y no dejes nunca de mirar al
prójimo, quizá necesite tu ayuda».
—¿Y cómo se les prepara para el fracaso?
—Uffff, qué difícil. Esto es especialmente difícil. Intento
decirles a mis hijos que la vida es eso: éxitos y fracasos. Que no hay
unos sin otros. Que tenemos (todos) que levantarnos en cada caída y
seguir luchando. Que la lucha nos hace fuertes y que, pase lo que pase,
al final SIEMPRE sale el sol.
—Mamá también llora, dice en su post. ¿Es bueno que el niño conozca los problemas de sus padres?
—Más que «tus problemas», yo diría «tus emociones». Sí,
creo firmemente en ello. No somos máquinas. No somos perfectas. Al menos
yo no lo soy. No pasa nada por decirle a tu hijo «Cariño, mamá es de
carne y hueso, y cuando está muy triste llora, del mismo modo que si está muy contenta ríe a carcajadas».
—¿Considera que la sobreprotección es uno de los problemas para la educación de los niños?
—Sí, sin duda. Es difícil no sobreproteger. Queremos hacerlo tan bien que a veces nos pasamos.
—Dice que otra educación es posible… ¿Por cuál apuesta?
—Este tema está muy de moda. En mi artículo de «Mamá también llora» del blog «Lucía, mi pediatra»
criticaba duramente una práctica que se hace en algunas escuelas: las
olimpiadas de cálculo mental, de ciencias. Se selecciona a uno o dos
niños de cada clase (los mejores, por supuesto), cronómetro en mano y
frente a un tribunal de profesores y padres, se les bombardea a
preguntas. He visto en consulta a niños con verdaderos cuadros de
ansiedad por este motivo. Pero, ¿estamos locos o qué? Yo apuesto por una
enseñanza en la que los profesores se adapten al nivel de cada niño y no a la inversa de una forma rígida e inflexible.
—¿Y cuál es el mayor error que se puede cometer?
—El mayor error desde mi punto de vista es no educar las
emociones. Educar a los niños como el que programa un ordenador: ahora
va a ir a esta guardería, va a tener estos amigos, después irá a este
otro colegio...
—En términos generales, ¿se es hoy mejor padre que ayer?
—Creo que sí. Estamos más concienciados en cuidar de su
salud emocional igual que de su salud física. Del mismo modo que les
preparamos con mimo el zumo de naranja recién exprimido, debemos
cultivar su inteligencia emocional, su empatía. Solo así podrán ser
verdaderamente felices y llevar una vida plena.
ABC, Domingo 22 de febrero de 2015
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