JESÚS MARTÍNES ÁLVAREZ
El médico de mi hij@
Hay situaciones donde la vida nos enfrenta a nosotros mismos, la
enfermedad es una de esas ocasiones y sobre todo si es incurable e
intratable, sé que puede sonar a exageración pero hablar de la gripe
como enfermedad incurable e intratable no es sino ajustarse a la
realidad, será prevenible por la vacunación, no lo tengo muy claro, pero
lo que está claro es que no hay nada conocido que acorte la duración de
la enfermedad y los síntomas evolucionan a su gusto hasta que el virus
acaba su ciclo y decide abandonar la invasión.
El estar en pico
epidémico, el haber pasado el proceso en mis propias carnes, la falta de
memoria histórica que me hace pensar que la de este año es la peor que
han visto mis ojos en consulta, es un caldo de cultivo para reflexionar
sobre la levedad del ser.
Impotencia, no de esa de la que no se te
levanta, sino la de sentir incapacidad para enfrentarte contra algo
intangible e inalcanzable, enfrentarte a una enfermedad que si bien
sabes que tiene un límite corto y que acabará en unos días, te hace
rebelarte contra eso que te obliga a parar. Analgésicos y buena
hidratación es lo que recomendamos los médicos, pero el paciente
atropellado por un tren, sometido al abrazo del oso, dolorido y aturdido
por la fiebre, rápidamente deriva en rebeldía.
"¿Qué más puedo hacer? Esto no puede ser"
La
industria conoce muy bien este sentimiento y acude rauda a ayudar,
cientos de anuncios en televisión, prensa, redes sociales y allá donde
haya un mocoso tosedor tendrá información para que compre esto o aquello
que le va a solucionar su problema. Todos reaccionamos con un
sentimiento de ver luz al final de túnel y corremos raudos a la farmacia
y herbolarios que hacen caja estos días como si de una temporada alta
veraniega playera se tratara. Hasta la televisión pública dedica
especiales matutinos para hablar de plantas y falacias que le evitarán
caer en el abismo de la enfermedad. Indignante. Buitres alrededor del
cadáver griposo.
"¿Qué más puedo hacer?"
Al fin y al cabo
somos mayorcitos y cada uno puede gastarse el dinero y envenenarse con
los potingues que quiera, aferrarnos a la fe como si de estampitas de la
virgen se tratara aliviaran nuestros males, aunque terminemos con una
preciosa gastritis por los jarabes, o una tos aún peor por haber
utilizado los falsamente calificados como descongestivos o agilipollados
por el uso de la codeína tan ubícuamente usada en mezclas antigripales.
Somos adultos y libres, pero ¿qué ocurre con los menores? Llevo 30
años trabajando con la infancia como pediatra y cada día me importan
menos los mayores, allá ellos, pero los peques son indefensos y están al
albor de los deseos y miedos paternos.
"¿Qué más puedo hacer?"
Es
una frase muy de madre. Es frecuente oír en consulta a una mamá
agobiada explicar que ya le da paracetamol y que lo alterna
indebidamente con ibuprofeno, además le ha comprado un jarabe para la
noche para que no tosa y otro para el día para que le disuelva los
mocos, otro porque estos dos jarabes le han irritado el estómago y está
vomitando, unas bolitas homeopáticas de azúcar que le provocarán caries y
perdida de dinero, el própolis que anuncia Saber vivir en la 1
(falacia), por cierto que también toda la familia inhala limones a
diario para evitar el cáncer porque la presentadora dijo (denunciable),
mucha agua, miel, un jarabe de cebolla que vio por Internet y el niño
sigue durmiendo mal, tosiendo y con fiebre.
"¿Qué más puedo hacer?", suplica la madre.
Paciencia,
¿recordáis lo que es? Mimos, cariños y besos, sentarse a su lado y
llorar con él, no hay porque acallar todo mal, también se puede aliviar y
mejorar su estado, se beneficia más de un abrazo de madre que de un
potingue mal sabido. Mejoran más unos brazos de madre o de padre durante
la noche que todos los jarabes que anuncian en la tele.
Con los
niños no olvidemos los cuidados, ni comprar todos los juguetes los hacen
más felices, ni comprar todos los jarabes les mejoran, más bien al
contrario empeoran su consumismo y les crean valores equivocados como
efectos secundarios de una preocupación inadecuada.
La gripe nos
recuerda lo que somos y es sabio aceptarlo, no pelear contra lo que no
se puede sino aliviar y favorecer las defensas naturales del peque que
son al fin y al cabo las que van a ganar la batalla, mimos y cuidados
generan más defensas que cualquier preparado. Abraza a tu bebé febril,
el contacto piel con piel le hará bajar la temperatura y si está
tiritando de frío le aportarás el calor que necesita.
Y recordad, la epidemia de gripe viene todos los años, pero todos los años se va.
THE HUFFINGTON POST, Martes 2 de febrero de 2015
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