
Tener hijos en una ciencia. Más que una frase hecha, es uno de los pilares que dan sentido al libro 'El cerebro del niño explicado a los padres'
(Plataforma Actual, 2015), del neuropsicólogo Álvaro Bilbao, con el que
pretende ayudar a los progenitores a estimular la inteligencia de sus
hijos.
Con citas de la educadora María Montessori, el psicólogo
Abraham Maslow o Daniel Goleman ('padre' de la concepto de la
inteligencia emocional) encabezando los capítulos, Bilbao trata de
explicar de manera sencilla cómo funciona el cerebro de los más pequeños.
Pero no es un tratado científico, es una guía educativa: habla del
desarrollo cerebral, cómo motivar la conducta del niño o cómo ponerle
límites sin dramas.
Pero sin duda uno de los capítulos más útiles para los lectores es el referente a los castigos,
que el autor considera "una estrategia torpe y poco evolucionada de
educar a los hijos". El psicólogo asegura que privar a un niño de su
bicicleta o prohibirle salir de su cuarto como represalia a un mal
comportamiento puede tener el efecto adverso con tres consecuencias
posibles. "La primera de ellas es la de enseñar al niño a utilizar el castigo contra
los demás como forma válida de relación", explica Bilbao en el libro.
La segunda consecuencia inmediata es la aparición del sentimiento de
culpa, que hace que la reprimenda finalice: "En el momento en el que el
niño llora o su dignidad se rompe y pide perdón, el papá o la mamá
suelen levantar el castigo".
Pero sin duda hay
una consecuencia a la que el autor apunta con más gravedad: el niño se
define así mismo a través del castigo, lo que puede afectar a su
autoestima: "Cada vez que decimos al niño cualquier frase que empiece
por 'eres', su cerebro guarda esos datos en una estructura llamada
'hipocampo' que está encargada de almacenar todos los conocimientos,
sobre el mundo y sobre sí mismo, que van a permitirle tomar decisiones
en la vida", señala el autor.
Para evitar esta senda, Álvaro Bilbao desgrana cinco claves para poner límites a los niños sin necesidad de castigarles.
- Ayudar a conseguir sus metas. El experto recomienda adelantarse al fracaso que desencadenará la discusión y darle herramientas a los niños para resolver sus problemas. El autor pone un ejemplo práctico: "Si sabes que tu hijo Santiago tiende a morder a su hermana cuando se frustra, no esperes a la pelea, ayuda a Santiago a no morderla. Siéntate cerca de él y cuando lo notes frustrado, ayúdale a controlarse".
- Establece consecuencias. Antes de enfadarse, el experto aconseja crear una relación causa-consecuencia con el niño: "Imaginemos que en casa de Martín siempre hay discusiones y enfados porque este deja todo el cuarto de los juguetes patas arriba. Sus padres pueden establecer la norma de que no se puede sacar otro juguete hasta que no recoja el que Martín no está usando".
- Cambia la perspectiva. Se trata simplemente de dar un giro positivo a la acción de corregir al niño."La norma puede ser: ' Los niños que se portan bien en la merienda pueden ver los dibujos. De esta manera, la atención se enfoca en el buen comportamiento y el cumplimento de la norma se asocia con un sentimiento de satisfacción".
- Repara las acciones. Enseñar a los niños que sus acciones tienen consecuencias y que hay que repararlas es fundamental. "Cuando un niño pega a su hermano, corregir el daño significa pedirle perdón y darle un beso", recomienda el doctor Bilbao.
- Recuerda. El experto también pone 'deberes' para los padres: "Todos los niños necesitan mucho tiempo de juego y atención por parte de sus padres".
EL MUNDO, Miércoles 27 de abril de 2016
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