
«Objetivo:
Generar talento. Cómo poner en acción la inteligencia». Se trata del último
libro publicado por el filósofo, escritor y pedagogo José Antonio
Marina, quien reconoce que es difícil definir «talento» porque no es
un concepto científico, sino de la psicología popular. «Me parecía que había
que recuperar este concepto para distinguirlo de la inteligencia, porque el
talento está relacionado con el buen uso, el uso brillante, de la
inteligencia», sostiene.
-¿Por qué se ha puesto de moda hablar de
talento?
-La razón es económica. Durante muchos siglos, la riqueza de las naciones se
ha relacionado con la población agrícola, la densidad demográfica, etc. Ahora
estamos en la sociedad del conocimiento, lo que supone que la riqueza de las
naciones está en su capacidad de producir talento para aprovechar el resto de
recursos de un país y saber cómo adaptarlos y hacerlos más productivos.
El talento tiene que ver con la acción, con la toma de decisiones y la
generación de proyectos y, para ello, intervienen muchos aspectos como pensar
bien, tener buena información, pero también supone gestionar bien las emociones
y tener desarrolladas las virtudes de la acción: la perseverancia, la valentía,
la tenacidad, el saber soportar el fracaso... Todo ello integra el talento, un
concepto mucho más amplio de lo que tradicionalmente se conocía como
inteligencia, que es la capacidad de pensar y de razonar, pero no la capacidad
de actuar.
-¿Es innato?
Eso se creía. Pero, no es así. Mi nuevo libro está basado en la neurología,
que es una ciencia optimista porque cada vez que hace un descubrimiento asegura
que tenemos más posibilidades de las que se suponía que teníamos. Los niños
nacen con su mecanismo de inteligencia, que es su cerebro, y lo desarrollan o
no según aprenden a utilizarlo. Y ahora sabemos que el talento no se genera
antes, sino después, de la educación. La educación genera el talento.
Esta premisa es muy importante porque significa que la función de la escuela
es generar un talento que de otra manera no va a existir. Hay niños con altas
capacidades que tienen muchas competencias y aprenden con mucha rapidez, pero
¿eso significa que van a desarrollar su talento? No. De hecho un porcentaje muy
alto de estos niños no desarrollan su talento, se pierden en el camino. Por eso
tenemos que fijar ese objetivo en el mundo educativo.
-¿No se está haciendo ya? ¿Cómo se genera
talento desde las escuelas?
-Se está empezando a hacer pero con iniciativas que no se han vuelto
sistemáticas. Es decir, hay algunos centros que lo hacen, ciertos profesores...
Mi interés es que esto se integre en el sistema educativo.
-¿De qué manera?
-Se tiene que iniciar en cada momento de la educación de una manera
distinta, pero lo esencial está en que es necesario educar en dos aspectos
fundamentales. El primero de ellos es la memoria porque el talento se basa en
ella. Eso de decir a los niños «no te lo aprendas de memoria que eso no sirve
para nada» es un error. Todo lo aprendemos con la memoria. No hay otra forma.
-Pero esta postura tendrá muchos
detractores, precisamente ahora que se tiende más a que los alumnos sepan
localizar la información para no aprenderla de memoria?
-Efectivamente, hay docentes contrarios, pero por pura ignorancia. Vemos
desde la memoria, leemos desde la memoria, comprendemos desde la memoria,
inventamos desde la memoria... La memoria es la que nos facilita el
aprendizaje, de manera que tenemos que enseñar a los niños a que configuren su
memoria para tener buenas ocurrencias, pensamientos ágiles, buenos sentimientos
que motiven y den capacidad de resolver problemas... Son hábitos que se
adquieren con la memoria.
En segundo lugar, que ya empieza poquito a poco a hacerse desde la infancia,
hay que enseñar a los niños a diseñar su propio cerebro. Este es el gran
asunto.
-Y eso , ¿cómo se logra?
–Mediante un entrenamiento intelectual que tiene que ver con cómo maneja el
niño la información, la relaciona... Hay protocolos que deben estar integrados.
Por ello, estamos haciendo programas para que las escuelas enseñen las cosas de
otra manera, no hace falta que se cree una clase específica para entrenar el
cerebro. El objetivo es organizar la memoria del niño para que pueda sentir que
aprende y progresa. El gran anzuelo educativo es que el adolescente se de
cuenta de que es capaz de hacer una cosa y al ser una experiencia tan agradable
querrá repetirla otra vez y no abandonará los estudios.
-¿Cuál sería el papel de los padres en este
asunto? ¿Qué pueden hacer por sus hijos?
-Dependen de la edad del niño. Si tiene tres años es el momento de enseñarle
a fijar su atención y dirigirla para seguir indicaciones porque va a ser una de
las grandes destrezas. Como no se está haciendo porque no nos ha parecido
necesario, los niños están sometidos a una riqueza de estímulos y, por ello,
nos encontramos con un número creciente de niños con un déficit de atención muy
alto. Este déficit es un obstáculo para el desarrollo del talento porque no
pueden dirigir su atención a lo que quieren aprender. Necesitamos que los niños
configuren dentro de su memoria un sentimiento de seguridad en sí mismos.
Los padres deben convencer al niño de que el mundo es acogedor porque
atiende sus demandas; que es previsible, porque sino se va a asustar mucho, y
deben establecer rutinas para dar tranquilidad al niño, y eso significa poner
límites, que son los que le aportan seguridad. Si no tiene límites se
encontrará muy perdido.
Cuando entra en la escuela se debe insistir en que el niño se sienta capaz
de hacer las cosas y educar por proyectos tiene una gran eficacia en este
sentido puesto que le ayuda a dar sentido a lo que está haciendo, y cuando se
acerca a su objetivo, se motiva.
En el último curso de Primaria lo que hay que primar más es que sepa
independizarse de su grupo, puestos que el poder del grupo en la adolescencia
es muy poderoso.
ABC, 04/04/2016
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