SAPOS Y PRINCESAS
Aunque los padres siempre estemos ocupados y estresados, si queremos que nuestros hijos sean sanos y felices necesitamos dedicarles nuestra atención a diario. Esa atención no es decirle que sí a todo. Sino detenernos, centrarnos en ellos y darles una importante dosis de amor y afecto. Ellos necesitan sentir que les queremos y escuchar cómo se lo decimos.
El afecto de los padres tiene un impacto positivo para toda la vida de los hijos. Este tipo de afecto también se ha vinculado a una mayor autoestima, un mejor rendimiento académico, una mejor comunicación entre ambos y menos problemas de comportamiento y psicológicos. Por el contrario, los niños que no reciben afecto por parte de sus padres tienden a sentirse más alienados, hostiles, agresivos y antisociales.
Esto lo apoyan varias investigaciones que destacan la relación directa entre el afecto recibido en la infancia con la salud, la felicidad en el futuro de los niños y el éxito.
Psicólogos investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Duke monitorizaron el afecto y el nivel de atención de la madre de 500 bebés hasta que fueron adultos. Treinta años después se les entrevistó sobre su salud emocional. Los adultos cuyas madres mostraron afecto “positivo” eran mucho menos propensos que los demás a sentirse estresados o a tener problemas de ansiedad, así como menos probabilidades de mostrar hostilidad o interacciones sociales angustiosas. Así mismo, descubrieron que los bebés con madres más afectuosas crecen y son más felices, resilientes y con menos problemas de ansiedad. Otra conclusión a la que llegaron estos investigadores es que la oxitocina podría ser responsable de este resultado. Esta hormona se libera en los momentos en que una persona se siente querida y en conexión con otras personas. Se ha demostrado que la oxitocina puede ayudar a los padres a vincularse con sus hijos, lo que les da un sentido de confianza y apoyo.
Un estudio de la Universidad de California en Los Angeles, UCLA, que va en la misma línea de conclusiones también demostró el impacto negativo de la falta de afecto y como influye en los niños, tanto mental como físicamente. Los científicos piensan que el afecto de los padres en realidad puede proteger a las personas contra los efectos nocivos del estrés infantil.
Por último, un estudio de la Universidad de Notre Dame mostró que los niños que reciben afecto físico de sus padres eran más felices como adultos. Fueron encuestados más de 600 adultos sobre cómo se criaron y la cantidad de afecto que sintieron. Los adultos que habían recibido más afecto en la infancia mostraron menos depresión y ansiedad, por el contrario aquellos que no lo habían sentido tuvieron problemas sociales, de relación con otras personas e incluso de salud mental.
Consejos para transmitir afecto a nuestros hijos
Por lo tanto los padres tenemos que ser concientes de que nuestros hijos necesitan sentir este afecto desde el primer día de su vida y seguir demostrándolo incluso en la adolescencia. Aquí os vamos a dar unos sencillos consejos para todos los días y que resulte efectivo.
1. Abraza a tu bebé
Desde el primer momento en que una madre o un padre sostiene a su hijo en brazos debe intentar transmitir su cariño. Hay que sostenerlo en brazos y acariciarlo para que su piel sienta nuestra piel. Olvida todos esos consejos sobre que se puede acostumbrar a los brazos. Los niños necesitan sentir nuestro amor desde el primer día y aunque no entiendan lo que les decimos, empecemos a expresarlo.
2. Momentos de calidad cuando va creciendo
Cuando va creciendo nuestro hijo necesita seguir sintiendo nuestro cariño incondicional. Una buena idea es dedicar todos los días un rato a una actividad divertida como bailar o algún juego tonto y divertido. Si estás cansado, tal vez leer un cuento adaptado a su edad sea una buena idea. Encontremos unos 20 minutos al final del día, y que sean en exclusiva para él. Dándole nuestra completa atención y escucha.
3. También en la adolescencia
Nuestros hijos necesitan sentir nuestro cariño incluso en la adolescencia cuando ya evitan cualquier contacto físico. Antes de irse al colegio, cuando llegan a casa y antes de acostarse podemos darles un buen abrazo. Digámosle que somos nosotros los que necesitamos ese abrazo, seguro que no se resisten. Incluso cuando les regañamos por algo que han hecho mal podemos poner la mano en su hombro para que sepan que les queremos siempre. Es necesario decírselo, “aunque no estoy de acuerdo con lo que has hecho, te quiero. Eso no lo cambia nada.” Somos incondicionales y tienen que sentirlo ahora más que nunca.
4. Enséñales a ser positivos
Si desde pequeños les enseñamos a ser positivos y valoramos su esfuerzo, nuestros hijos sentirán nuestro apoyo constante. Saber buscar los puntos positivos siempre será una buena enseñanza. Equivocarse es parte del camino de la vida, es normal que las cosas no salgan a la primera. La resiliencia les ayudará a adaptarse a los cambios y superar cualquier caída. Formemos la perspectiva que los fracasos son necesarios para aprender y nos sirven para entender lo que no funciona.
EL MUNDO, Martes 29 de mayo de 2018
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