Conseguir que los niños coman verduras resulta en muchas casas misión imposible. Pero no debería ser así. Según la doctora Paloma Gil, autora de «Los niños sí comen verduras», hay varias estrategias que ayudan a conseguirlo. Pero advierte que si en casa no se la ofrecen, «es normal que acaben comiendo macarrones con nata, pizza congelada, pollo empanado con forma de dinosaurio y beban zumo de bote y de postre se tomen un yogur que tiene de todo menos yogur».
La tasa de obesidad infantil en España es altísima. ¿Por qué resulta tan difícil en un país desarrollado como este, y con toda la información a nuestro alcance, conseguir que los niños tengan una alimentación correcta?
Parece raro, pero conseguir en nuestros días que la dieta infantil sea sana es una misión imposible. Vivimos en una sociedad donde la oferta de productos alimenticios, que no alimentos, para niños es casi infinita. Por mucho que nos empeñemos en que nuestros hijos coman de forma sana y equilibrada, competimos con infinidad de productos hechos para que nuestros hijos los adoren y nos vuelvan locos para que se los compremos.
Por supuesto que está en nuestras manos comprárselos o no, pero solo una determinación férrea es capaz de competir con la obstinación de un niño. Es evidente que una dieta infantil sana se basa en lo que nuestros hijos comen habitualmente y no en el consumo de caprichos habituales.
Es difícil abstraerse a esos «alimentos infantiles».
Les vamos a llamar alimentos infantiles porque los envases en los que se venden están diseñados para atraer al público infantil. Suelen llevar muñecos, personajes de dibujos animados o películas infantiles y/o frases que prometen mejoras en el crecimiento y desarrollo de quien los consume. Insisto, los productos infantiles están hechos para que les gusten a los niños, pero no para que mejoren ni su salud ni su crecimiento.
Pero, ¿qué entendemos como ocasional? ¿Un bollo al mes?
No es la frecuencia, sino cómo vas educado el paladar de tu hijo para que, cuando pueda comer lo que quiera, elija saludablemente. Y ahí los padres lo podemos tener muy difícil si no nos ponemos firmes con la alimentación de nuestros hijos.
Cada vez es más difícil que los niños no consuman más azúcar del que la Organización Mundial de al Salud recomienda diariamente.
Simplemente con que tu hijo tome la leche con cacao azucarado, el yogur con azúcar y te convenza para tomar de tentempié algo dulce, ya estás sobrepasando la cantidad de azúcar recomendada. Y eso sin contar el aZúcar añadido que ni siquera sospechas que existe en muchos alimentos. Por supuesto que muchos padres consiguen que sus hijos desayunen pan con aceite o con algo de proteína y que merienden bocadillos o fruta, pero no nos engañemos, no son la mayoría.
Partimos de la base de que un niño que no toma verdura no está bien alimentado, pero no es tan fácil... Llega un momento, de pronto entre los 3 y los 4 años, que se malean.
A esa edad es justo cuando se malean. Pero si nos preocupa la salud de nuestros hijos, debemos hacer que coman verdura les guste o no les guste. No se trata de obligarles a comer tapándoles la nariz, pero sí de que al menos la prueben y de que entiendan que la alimentación es una disciplina tan importante como la educación.
¿Cuál es el truco, si es que lo hay, para ir introduciendo poco a poco la verdura en sus vidas?
Que cada día se les ofrezca una alterntiva vegetal que deben probar sí o sí. Poco a poco iremos educando su paladar y acabarán comiéndolas sin problema. Si tú les vas ofreciendo día a día, acaban por entender que en casa se come lo que hay, no lo que ellos quieren. Habrá días que les guste más, días que menos... Se puede intentar alternar un primero que guste menos con un segundo que llene más y prefieran. Pero siempre que haya verdura. Un niño va a terminar por acostumbrarse en función del número de veces que lo pruebe. Algunos niños necesitan 90 días...
Ese es otro error que se comete a menudo en muchas casas. Como no quieren una cosa, se les cambia el plato.
Las familias deberían cumplir una regla en la mesa: que padres e hijos coman el mismo menú. El menú saludable para un niño es también saludable para un adulto. Y los niños aprenden de lo que ven y no de lo que oyen. Es lo mismo que pasa con el deporte. No pretendas que tu hijo sea deportista profesional cuando tú estás viendo todo el rato la tele. Lo que ocurre es que los primeros que tenemos miedo somos nosotros. A mi cuando era pequeña no se me ocurría decir que no me gustaba lo que había de comer.
Otra regla importante que siempre me gusta recordar es que el momento de la comida no puede ser un momento de pelea. El objetivo de este libro es conseguir que el niño coma lo que necesite y también lo que le guste, no se trata de torturalo, porque la comida es un placer.
ABC, Viernes 25 de mayo de 2018
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