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Si queremos dar ejemplo a nuestros hijos, debemos limitar el uso del móvil

ARNE ULBRICHT
"Hanna, sabes que se te daría mucho mejor el francés si no estuvieras mirando el móvil constantemente".
Mi alumna me mira atentamente, su respuesta me deja patidifuso: "Sí, lo sé. Pero es como una adicción".
No quepo en mi asombro. Normalmente los niños y los adolescentes no son capaces de llegar a semejante nivel de autoconocimiento. Pero, ¿acaso no es nuestro deber protegerles de la posible adicción al móvil para que aprueben las asignaturas o para que puedan aprovechar el tiempo de forma más eficiente?
Sí, efectivamente, es nuestro deber. Y como padres debemos ser los primeros en dar ejemplo. Hace tiempo que dejamos de ser un modelo a seguir y ahora somos igual de adictos a este dispositivo que nuestros hijos.
El otro día había en el tren un niño que gritaba sin parar. Me sorprendió, porque normalmente llega un punto en el que el niño para. Pero en este caso, la madre estaba a otras cosas: miraba a la pantalla del móvil como si estuviera hipnotizada.
También vi a un padre que llevaba a su hijo de unos dos años en el carrito. El niño, con los ojos como platos, observaba y señalaba a un perrito, pero su padre no se dio cuenta, porque parecía haber encontrado algo más divertido en el móvil. El padre sonreía a la pantalla, con aire enamorado.
Es horrible. En todas partes hay adultos que sostienen el móvil en las manos como si fuera una prótesis de la que solo se deshacen cuando se van a dormir. Hoy en día, este dispositivo es parte indispensable de los seres humanos, al igual que un órgano vital, como el corazón, el hígado o los pulmones. Y cuando se le acaba la batería es como una debacle personal, porque parece que la vida social se ha quedado estancada de repente.
Pero hay algo que los adultos tienden a olvidar: los niños son testigos de este comportamiento desde pequeños y lo consideran normal.
Así pues, a nadie le sorprende que los niños y los adolescentes se conviertan en yonquis del teléfono.
¿Y qué hacemos entonces? Muy sencillo: Como padres, debemos empezar a limitar de forma masiva el uso que hacemos del móvil y dar ejemplo de que la vida sin este dispositivo no solo es posible, sino también atractiva. De repente se dispone de mucho tiempo y calma. Y justo ese es el problema: En nuestro mundo, los móviles son como los hombres grises de Momo: ladrones del tiempo. Y las personas que nunca tienen tiempo viven en un estrés constante.
Está claro que se rinde mucho menos si se pasa el día pegado al móvil. Por ejemplo en el trabajo: nos lleva a dejar cosas sin acabar, lo cual provoca estrés.
Además, ¿quién consigue hoy en día relajarse de verdad? Casi nadie. Con un móvil en la mano es imposible cerrar los ojos un momento y desconectar.
Con el tiempo, los smartphones se han convertido en nuestros administradores de tareas. Sí, es verdad, a veces es útil echar un vistazo para saber qué tiempo va a hacer. Pero también es divertido llevarse una sorpresa de vez en cuando.
Por ejemplo, durante mi periodo de prácticas de profesor, en la era pre-móviles, fui con una clase de cuarto de Secundaria a montar en piragua. Por la tarde empezó a llover a cántaros y tuvimos que sacar el agua que caía en las piraguas. Pero nunca volví a pasármelo tan bien con mis alumnos. Hoy en día se interrumpen o se cancelan las excursiones cuando el móvil nos avisa de que las previsiones meteorológicas no son las más favorables.
Reducir el consumo del móvil no solo implica mayor contacto verbal con las personas, sino también más contacto con los hijos. Al no tener móviles se juega y se habla mucho más.
¿Acaso no estamos perdiendo tiempo con nuestros hijos pequeños si les mostramos día a día que nosotros tampoco podemos vivir sin smartphone?
Por eso, quiero animar a la gente a llevar a cabo un experimento: establezcamos cada día varias horas sin móvil. Creo firmemente que, a largo plazo, todos salimos ganando. Nuestro día a día se desacelera si no estamos disponibles constantemente y no tenemos la necesidad de escribir a los demás todo el rato.
De no empezar a aplicar este ejercicio día a día, es probable que, en pocos años, haya que someter a todas aquellas personas que no sean discípulos del móvil o las redes sociales a una especie de test de inteligencia. Los médicos les recetarán un uso obligatorio del móvil y tendrán su propia jaula en el zoo, al lado de la de los chimpancés.
Arne Ulbricht (46 años) es profesor y escritor.
HUFFINGTON POST, Lunes 7 de mayo de 2018

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