CARLOTA FOMINAYA
«Detrás de todo adulto dañado hay un niño que no ha disfrutado de una parentalidad positiva», afirma Félix Loizaga, doctor en Psicología por la Universidad de Deusto, para quien la salud global (física y psíquica) de las personas está íntimamente relacionada con el trato recibido en la infancia.
—La parentalidad positiva, ¿es exclusiva de los padres?
—No. Por fortuna, la parentalidad positiva no se limita a
los padres, sino que abarca a todos aquellos adultos de referencia del
menor, bien sean los abuelos, tíos, primos, profesores o cuidadores
principales que te escuchan, te acompañan, te aconsejan y que ayudan a
los críos a pensar... Es decir, que es sobre todo social y supera la
concepción de familia nuclear y biológica.
—¿Cuál es la influencia de un parentalidad positiva en los hijos?
—Disfrutar de una parentalidad positiva hace que los menores estructuren su mente, su lenguaje, sus relaciones interpersonales y su yo de manera armoniosa y madura,
lo cual les ayuda a convertirse en adultos sanos. Los primeros apegos
son la base de la construcción de la persona. Cuantos más apegos seguros recibidos de pequeños, mejor salud mental tenemos de mayores. Y por contra, todo lo que está mal elaborado, vuelve a salir al tirar del hilo, según Freud. La memoria emocional reprime, pero no olvida.
—Una buena infancia, ¿es una especie de seguro contra los problemas de comportamiento futuros?
—Los problemas de comportamiento no se dan fácilmente si
los padres ponen límites desde el principio... Entendiendo que siempre
hay días mejores y otros peores, y que hay niños con un temperamento más
complicado de arranque que quizás sí necesitarían padres con una
madurez y seguridad mayor. Pero si los padres regulan bien desde el
principio, el resultado suele ser bastante bueno.
—En un contexto ideal, ¿cuáles son las actitudes básicas que deben producirse para elaborar un buen apego?
—En los primeros años —de cero a tres, pongamos—, debe
haber cuidados básicos, gestos de cercanía física y de cariño, por
ejemplo, mediante los abrazos. Después, de cara a las relaciones
emocionales que se generarán luego, contará cada vez más el tiempo de
juego compartido. En la medida que crecen, resultará importante la
comunicación, las conversaciones que se mantengan con ese niño. Por otra
parte, el optimismo es uno de los rasgos claves de la parentalidad
positiva, al servir de ejemplo: ayuda a enfrentar con buen ánimo y
perseverancia las dificultades, favorece lo positivo que tienen los
hijos y ayuda a confiar en nuestras positibilidades como grupo familiar.
—¿Y cuál es la clave en el día a día?
—Hay familias que programan detenidamente la educación, los
juegos y el tiempo libre de sus hijos. Algunas casi hasta los temas de
conversación que se mantienen. Y esto puede ser efectivo, pero la
parentalidad positiva supera lo manifiesto, lo que se ve directamente.
La parentalidad positiva es fundamentalmente invisible, y se basa más en
la comunicación no verbal y en los gestos que en las propias palabras
que emitimos. Querer es más que decir «te quiero»,
proteger es más que «dar de comer» y acoger no es solo decir «ven». Las
emociones que acompañan las palabras marcan el estilo de parentalidad.
Encuesta para investigar los vínculos y la parentalidad
ABC, 07/01/2015
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