MARINA VELASCO
Raquel tiene casi 11 años y no se atreve a ir a comprar el pan a la tienda de enfrente, situada a apenas 200 metros de su casa. "Me da miedo. Nunca he salido sola a la calle", esgrime.
Situaciones
como ésta se repiten en muchos hogares del primer mundo y son fruto,
según los expertos, de un mismo árbol: la sobreprotección. Hace unos
meses, la revista digital estadounidense Slate realizó una encuesta entre 6.000 lectores
a los que preguntó qué cosas de las que hacían de pequeños permitían
hacer hoy a sus hijos. La conclusión fue clara: los niños actuales
tienen mucha menos libertad que sus progenitores.
Pero, ¿qué
diferencia hay entre los pequeños de ahora y los de hace 20 años? ¿Qué
ha cambiado para que la actitud de los padres haya variado de forma tan
radical? ¿Cuáles son las posibles soluciones?
NIÑOS "MÁS TORPES"
Pablo sigue tomando el biberón con cuatro años, pese a que los médicos recomiendan eliminar este hábito a los 13 meses.
Después
de 30 años en el mundo de la educación, Mercedes Gómez observa grandes
diferencias entre los niños de ahora y los de antes: al empezar la
guardería, los pequeños de hoy en día suelen ser más "torpes". Por
ejemplo, "no saben montar en triciclo y apenas saltan, porque sus padres
les llevan de la silla de paseo a la sillita del coche", explica esta
directora de la escuela infantil La flauta mágica de Ciudad Real. A su juicio, los menores están mucho más apegados a sus progenitores y les cuesta más adaptarse a los cambios.
Cuando
los niños inician su etapa preescolar, la situación no varía: también
son mucho más "inmaduros" que antes. Al menos así lo ve Carmen Velasco,
una maestra con 25 años de experiencia. Según la profesora, ahora los
pequeños se enrabietan a la mínima y son más ñoños y dependientes. "No
son capaces de hacer cosas tan cotidianas y sencillas como abrir un
grifo", lamenta.
Pero, ¿a cuándo se remonta el problema? Aunque es
difícil dar una cifra exacta, Velasco sitúa el punto de inflexión hace
15 años y argumenta que, entonces, por cada clase de preescolar sólo
había "uno o dos" niños que no controlaban el pis, mientras que ahora la
mayoría ni siquiera controla sus esfínteres.
'MAMÁS AGENDA' Y 'PADRES GUARDAESPALDAS'
Paula, madre de Irene, sale agobiada de recoger a su hija de clase. "¡Cuántos deberes nos han puesto hoy!", se lamenta.
Juan, de 12 años, presenta en el colegio un trabajo de tecnología que él no ha hecho. "Es que el padre de uno de sus compañeros es ingeniero y, claro, seguro que el niño lleva un proyecto mejor", se justifica su padre, tras dos días trabajando con circuitos integrados.
La
sobreprotección no disminuye a medida que el niño cumple años. Para
ilustrar la situación, Carmen Velasco cuenta: "El otro día, una madre
llegó diciendo que tenía la culpa de que su hija de 11 años sacara
peores notas en el colegio: 'Es que como he empezado a trabajar, ya no
me siento con ella para las tareas'".
Es un claro ejemplo de las llamadas mamás agenda. El pasado octubre, el blog de la ingeniera industrial y experta en coaching Noelia López-Cheda pasó de recibir 250 visitas por post a más de un millón de visitas gracias a una publicación titulada Me niego a ser la agenda de mi hija por WhatsApp.
Miles de padres se sintieron identificados con Noelia, que en este
artículo describía el momento en el que decidió dejar de recordarle a su
hija Enma los deberes que tenía. "Cada uno debe asumir su parte",
señalaba en su blog.
A las mamás agenda, como era Noelia, hay que añadir tres categorías más: los
padres helicóptero (que sobrevuelan sin cesar las vidas de sus
pequeños), los apisonadora (que allanan sus caminos para evitarles
dificultades) y los guardaespaldas o padres extremadamente susceptibles, preocupados por cualquier crítica o por que toquen a sus hijos.
LA BURBUJA
Inés, de 13 años, tiene problemas para dormir si sus padres no están. Aunque vaya a una fiesta de pijamas con sus amigas, se empeña en volver a casa para pasar la noche.
Efectivamente,
los niños protegidos en exceso tienen una dependencia "extrema" de los
adultos, según Silvia Álava, directora del Área Infantil del Centro de Psicología Álava Reyes: "Viven en una burbuja, desarrollan menos recursos, menos estrategias y habilidades".
"Los padres creen que cualquier cosa puede traumatizar a un hijo", confirma el psicólogo y ex defensor del menor Javier Urra. Además, la sobreprotección se prolonga hasta la universidad, como relata el también psicólogo Ángel Peralbo, autor del libro Adolescentes Indomables: con la implantación del Plan Bolonia, los profesores están tan pendientes de los alumnos como en el instituto para que "tanto padres como hijos estén tranquilos".
El
problema es que un día la burbuja estalla. Los niños hiperprotegidos
suelen presentar más miedos, conflictos emocionales y ansiedad. Por otro
lado, diversos estudios vinculan la sobreprotección del menor con el acoso escolar, asociado a la falta de seguridad del niño y su vulnerabilidad.
No obstante, las consecuencias también son fisiológicas. Numerosos pediatras apuntan a que esta tendencia sobreprotectora aumenta las alergias y las enfermedades autoinmunes, dado que la interacción que antes se daba con los microorganismos se ha disminuido o eliminado.
Ausencia
de responsabilidad, carencia de autonomía y falta de iniciativa son
tres de las consecuencias que completan el círculo. A la larga existen
dos más: los jóvenes tienden a independizarse más tarde y, según Álava,
son "más infelices" porque no toleran las frustraciones "del día a día",
ya que siempre les han resuelto los pequeños problemas cotidianos.
¿EN QUÉ HA CAMBIADO NUESTRA SOCIEDAD?
Carlos y Lidia son padres de Álvaro y Laura, de diez y seis años. A través de multitud de aplicaciones y otras tecnologías, controlan dónde están sus hijos en cada momento. Por ejemplo, la 'app' DondeEsta les avisa cuando han llegado al colegio o han vuelto a casa.
Para
los expertos, los responsables de la sobreprotección son, claramente,
los padres. Uno de los puntos de inflexión de este cambio social se
sitúa en la incorporación de la mujer al mundo laboral. De acuerdo con
los especialistas consultados, al dedicarles menos horas a los pequeños,
a los adultos les cuesta decir que no y establecer obligaciones.
Asimismo, sienten que deben dar a sus hijos todo lo que ellos han echado
de menos en su infancia, puesto que ahora cuentan con más recursos.
Desde
un punto de vista sociológico, el asunto es algo más complejo. Los
motivos de la sobreprotección son casi idénticos a los ya expuestos,
pero habría que añadir tres matices, según la socióloga Almudena Moreno.
El primero es que han cambiado los modelos familiares (el tamaño, las formas, la edad de los progenitores...) y el hijo es ahora "una especie de bien a proteger" al tener menos hermanos, menos competidores.
De hecho, muchas personas (en su gran mayoría, mujeres) abandonan su
carrera profesional con la llegada de los retoños, como es el caso de
Socorro Sarabia, quien admite haber dejado de trabajar para dedicarse a
sus hijos, de 16 y 11 años en la actualidad.
El segundo motivo que
da la socióloga tiene que ver con el cambio del entorno rural al urbano
de los años 70 hasta hoy. "El control desaparece, porque antes lo
ejercía la comunidad, los vecinos. Hemos perdido ese control y nos
estresamos por ello", expone, e ilustra su idea: "Cuando nos vamos de
vacaciones a los pueblos, generalmente los niños están más solos, les
dejamos más libres... ¿no?".
El tercer apunte de Moreno es compartido por padres y expertos: "Estamos sobreinformados" por los medios de comunicación, siempre al tanto de sucesos
y patologías que aumentan las alarmas. "Vivimos en una sociedad del
miedo, que sobreprotege a sus ciudadanos", agrega Urra. Este matiz tiene
otra cara que, a veces, es esgrimida por los padres para justificar su
actitud sobreprotectora: la sociedad ha cambiado.
Y es cierto. Pero a mejor. España registró en 2013 la tasa de criminalidad más baja desde el año 2001, según un informe del Ministerio del Interior.
Datos del Ministerio de Interior. Las cifras corresponden al número de delitos y faltas por cada 1.000 habitantes
"El
mundo actual no es peligroso, pero sí más amplio, porque hay más acceso
a la información", puntualiza Raúl Guerra, padre de una niña de 12
años. Como él, la mayoría se declara incapaz de "evitar" esa
sobreprotección, pese a saber que podrá entorpecer el proceso de
desarrollo y maduración de sus hijos. Javier Salido, padre y presidente
de la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA),
resuelve que la clave para atajar esta actitud es que los progenitores y
profesores estén informados y se comuniquen entre ellos.
LOS ESPECIALISTAS RECOMIENDAN...
Los
consejos de las maestras a los padres son simples: en primer lugar,
"que se relajen, los niños no son de cristal"; y en segundo, que
establezcan límites y aprendan a decir que no. Los padres tienen que
guiarlos, pero no sobreprotegerlos, según Velasco, que ofrece una
metáfora "muy utilizada" en la enseñanza: el niño es como una puerta que
los maestros se empeñan en abrir. Al otro lado están los padres, que
empujan en sentido contrario, cuando lo ideal sería que contribuyesen a
esa apertura.
Los psicólogos y sociólogos también devuelven la
pelota al origen y sujeto activo del problema, los progenitores. Ángel
Peralbo y Silvia Álava sugieren incentivar la autonomía de los niños y
adolescentes, planteando al menor, progresivamente, pequeños retos y
objetivos. El consejo de Almudena Moreno implica un ejercicio más
profundo: "Tenemos que cambiar los estilos de vida y buscar una fórmula
intermedia que incluya nuestra educación, la de los padres, para que no
vivamos en esa angustia permanente de que, si pierdo el control, a mi
hijo le va a pasar algo".
THE HUFFINGTON POST, Miércoles 28 de enero de 2015
Comentarios
Publicar un comentario