MIKEL LÓPEZ ITURRIAGA
Un Super size me
al revés. Así se podría contar en seis palabras el experimento que la
productora holandesa LifeHunters ha llevado a cabo en su último vídeo. En vez de alimentarse en exclusiva de hamburguesas de Burger King como en aquella película, el protagonista de Guy gives up added sugar and alcohol for 1 month
toma el camino contrario, abandonando tres pilares de la comida insana
-el azúcar añadido presente en cientos de alimentos industriales, el
alcohol y la comida basura- para pasar un mes entero practicando la
santidad nutricional.
En su primera semana a base de verduras, fruta y otros
productos frescos no procesados, Sacha Harland está de mal humor y tiene
hambre todo el rato. Parecer sufrir un minimono y se muere por una
hamburguesa. Como cualquier persona que pasea por una ciudad occidental,
es constantemente incitado a comprar refrescos azucarados allá donde
va. Sin embargo, tras 25 días de dieta sana empieza a sentir los efectos
beneficiosos de su ayuno de azúcar añadido y alcohol. Le cuesta menos
despertarse y siente que tiene más energía. El balance final del proceso
le deja con cuatro kilos menos, un colesterol reducido en un 8% y una
presión sanguínea 10 puntos menor.
“Desde el momento en que es cada vez más difícil comer
comida saludable, queríamos saber cómo se siente una persona que
renuncia al azúcar, el alcohol y los aditivos durante un mes”, explica
Erik Hensel, uno de los responsables de LifeHunters. “Los efectos
físicos y psicológicos fueron extraños. Después de la prueba, él está
mucho más concienciado de lo que come. Pero desde que ha dejado de tomar
sólo productos frescos y ha vuelto a consumir cosas con azúcar, le
cuesta más dormir y tiene menos energía”.
Los autores, que ya consiguieron un gran éxito viral con otro vídeo en el que hacían pasar productos de McDonald’s por comida ecológica
en una feria gastronómica, no pretenden que la prueba se vea como un
experimento científico, sino alertar sobre lo que comemos y las
consecuencias en nuestro organismo de la presencia de azúcar añadido en
muchos productos de supermercado, desde las bebidas (10 terrones en un
solo ice tea) hasta las salsas (6 en un bote de tomate) pasando por los
lácteos o los embutidos.
¿Nos pasaría lo mismo al resto de los humanos si
siguiéramos el camino de Sasha? “La verdad, creo que no”, asegura la
dietista-nutricionista Lucía Martínez, autora del blog Dime Qué Comes.
“Ese sentirse tan cansado, como enfermo, me parece un pelín exagerado.
Sabemos que deja de tomar azúcar y alcohol pero no conocemos al detalle
qué dieta sigue: quizá es pobre, poco adecuada o hipocalórica (de hecho
pierde varios kilos), y se siente mal por eso”.
Sin embargo, Martínez considera que los efectos del
abandono del azúcar y el alcohol son beneficiosos, siempre dentro de una
dieta saludable. “Es probable que baje la glucemia en ayunas, la
insulinemia, que aumente la sensibilidad a la insulina, especialmente si
se acompaña de actividad física, que bajen los trigliceridos, que
mejore la función hepática (si el consumo de alcohol era diario), etc. Y
probablemente se reduzca el peso, si eran productos añadidos a la dieta
habitual y de consumo muy frecuente”.
El también nutricionista Aitor Sánchez García, responsable de Mi Dieta Cojea,
coincide en señalar las virtudes de dejar el azúcar y el alcohol. “Son
calorías vacías y se asocian con numerosas enfermedades y patologías.
Dejarlos es el inicio de cualquier tratamiento que intente alcanzar
objetivos que en líneas generales sean acordes a la ‘vida saludable".
También señala que hay cierta lógica en el ligero mono que padece el
protagonista, y que muchos hemos sentido alguna vez cuando llevamos
tiempo sin zamparnos un dulce: “Lo de necesitar al principio y
luego que se pase es esperable. Al principio los canales de recompensa
cerebrales están acostumbrados a tener más estímulo por el azúcar, hay
una especie de síndrome de abstinencia que pasa cuando los umbrales de
sabor se acostumbran a sabores no tan dulces”.
Ambos expertos piensan que el vídeo contiene mensajes acertados, pero
mezcla demasiadas cosas. “Mete en el mismo saco alcohol, azúcar y
números E. Claramente es un argumento quimiofóbico, en lugar de apuntar
al aditivo como culpable, debería hacerlo al producto ultraprocesado.
Algunos conceptos dietéticos son extraños, como lo de que ‘el azúcar
quiere vitaminas, y te hace estar más cansado", critica Sánchez García.
“Lo veo algo sensacionalista”, añade Martínez, “y no muy bien planteado:
no sé qué pintan los aditivos. Tampoco creo que esa sensación de que
para ser saludable hay que beber batidos verduzcos y comer solo lechuga
anime mucho a la gente a plantearse un cambio de hábitos”.
EL PAÍS, 13/10/2015
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