ISABEL SERRANO ROSA
Lucía narra una anécdota de su infancia que seguro no es ajena al lector. Su padre era parco en elogios. Un día le oyó susurrar a un amigo que ella era muy inteligente "¡y lo contaba como si fuera un secreto para que no me lo creyera! ¿Pero qué tiene de malo saberse lista?", se pregunta. Hace unos años los elogios a los hijos eran casi una excepción. No así las críticas y regañinas. Hoy en día, allá donde hay niños, se oye de fondo al coro de padres animadores gritando: "¡Vamos campeón!", aunque sea obvio que el chaval no tiene su mejor día. ¿Por qué elogiamos tanto a los hijos ahora?
Quizá la explicación esté en que no queremos cometer los errores de nuestros padres, porque nos gusta sentir que somos los creadores de tan excelente ejemplar de niño y, sobre todo, porque los queremos mucho y deseamos que se sientan bien. Es positivo apoyar e incentivar a los niños, pero hacerles sentir fantásticos por casi todo tiene el mismo efecto negativo que las críticas sin sentido de la generación anterior.
LOS ELOGIOS VANOS
En el equilibrio está la virtud, el exceso de ensalzamientos tiene efectos secundarios:
1. Niños dependientes. Lorena alababa por casi todo a su hijo. Con 15 años ha cambiado la necesidad de valoración de su madre por la de la niña que le gusta hasta convertirse "en un pagafantas", según su expresión. Ahora está aprendiendo a tener sus propios juicios y ha dejado a la chica cuando le retó a ver qué estaba dispuesto a hacer por ella ¡quería un móvil de alta gama!
2. Niños inseguros. Un estudio de la Universidad de Florida descubrió que los estudiantes muy elogiados se sentían inseguros y dudosos cuando tenían que expresar sus propias ideas y tendían a cambiar de opinión antes si un adulto estaba en desacuerdo.
3. La falsa autoestima. Decir que algo es muy bueno cuando es francamente corriente desorienta a los niños, les indica una falsa realidad y no les motiva a mejorar. Si ya soy un artista, ¿para qué molestarse en retocar?
4. Angustia de ejecución. Los hijos elogiados por su inteligencia y no por su esfuerzo tienen más ansiedad por la ejecución de la tarea: temen fracasar, eligen actividades que saben y se aplican menos cuando los problemas se complican.
Si el elogio no ayuda a generar confianza, ¿qué hacemos? Solemos ensalzar al crío por lo que hace y si ha cubierto nuestras expectativas: elogio por el logro. "Muy bien cariño" es una muletilla que decimos casi sin mirar. No elogiemos por lo que son capaces de hacer, con "un gracias" basta. Es preferible hacerlo cuando realizan una tarea verdaderamente difícil. Otro tipo de elogio valora cómo hace el niño las cosas y su esfuerzo, inventiva y constancia: elogio por el proceso. En este caso, el error es parte del proceso, y por lo tanto, del aprendizaje. ¿Cómo conseguiste meter ese gol? Ofrecer su escucha es la mejor valoración.
LAS RECOMPENSAS
En estos días algunos centros comerciales están anunciando juguetes como si estuviera a punto de llegar Papá Noel. Lo que se avecina es la «Navidad de verano», o sea, los resultados de las notas de nuestros hijos.
Parece que el alivio de saber que todo ha ido bien predispone a los padres a liberar su tarjeta de crédito. ¿Considera adecuado hacer creer a su hijo que todos los años "gana la Champions" por el mero hecho de haber estudiado? Está demostrado que el motivar a los hijos a través de los premios tiene un corto recorrido. Se acostumbran a movilizarse por la recompensa y no por la ejecución de la tarea: conseguida ésta, perderán el interés por la actividad. Para motivar y tener una excelente relación con los niños funciona dar una valoración activa constructiva, es decir, la atención plena y empática sobre lo sucedido. "¿Cómo te has organizado para estudiar este año?". Celebrarlo con un momento especial en familia puede ser suficiente. No le propongo que sea un padre seta y pierda su espontaneidad, sólo recuerde que valorar significa centrarse en lo que el otro hace y cómo lo hace. Amar es estar presente por lo que el otro es.
Isabel Serrano Rosa es psicóloga de wwww.enpositivosi.com
COMO POTENCIAR LA AUTOESTIMA
La forma en la que se celebran los triunfos es el indicativo más fiable para saber si la relación es sólida y favorecer la auténtica autoestima. Elogiar significa alabar a la persona: "Eres muy lista", dice el halagador, que suele asumir una actitud condescendiente ante el logro ya conseguido. "Me gusta cómo lo has hecho".
EL MUNDO, Martes 13 de junio de 2017
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