GONZALO DE DIEGO RAMOS
“De repente se levantó de la cama. Gritó. Tomó su último aliento, y no supe qué más tenía que hacer”. Francisco Delgado narra de esta manera cómo fueron los últimos momentos en la vida de su hijo de cuatro años. Un caso muy reciente que ha conmocionado a los Estados Unidos al sacar a la luz dos afecciones de las que hasta hoy se había hablado muy poco: el ‘ahogamiento seco’ y el ‘ahogamiento secundario’.
La mayoría de los padres piensan que el riesgo de asfixia termina cuando su hijo sale de la piscina o pone un pie en la playa. Dos noticias nos vienen a recordar que el peligro puede permanecer, sin embargo, tiempo después del episodio transcurrido debajo del agua.
Los dos sucesos que han desatado la alarma
El pequeño ‘Babie Frankie’ comenzó a padecer dolores de estómago tras haber pasado la jornada nadando en la zona de diques de Texas City. Una semana más tarde, el niño empezó a vomitar y mostrar síntomas de diarrea. No obstante, el hijo de los Delgado se fue recuperando poco a poco de lo que parecía una especie de gastroenteritis. La última noche, Frankie se empezó a quejar de dolores en los hombros. A pesar de que los padres lo llevaron con celeridad al hospital, los médicos no pudieron hacer nada por salvar su vida.
La historia de esta familia se acabó difundiendo por los medios de todo el mundo: "Cuando la doctora se acercó a nosotros nos dijo que había sufrido un ahogamiento seco. Sus pulmones estaban llenos de líquido. No había nada más que pudieran hacer por él" cuenta Francisco a 'The Daily Mail'.
Pese a la tragedia, esta noticia reconvertida en fenómeno viral ha tenido una utilidad. Tras haber tragado agua en la piscina de su comunidad, Garon Vega, un padre residente en el Estado de Colorado, supo detectar rápidamente los síntomas en su hijo de dos años.
Los médicos alaban la actitud de Vega y aseguran que si no hubiera sido por la agudeza del padre el niño no hubiera sobrevivido a la noche. ¿Merece la pena estar prevenidos ante este riesgo, ahora que nos encontramos en plena temporada de piscinas? “Siento que me tengo que poner en contacto con los padres de Frankie y decirles, no sé con qué palabras, que su hijo ha salvado la vida del nuestro” cuenta Vega a la televisión americana ‘ABC’.
Reconocerlo y actuar
Tanto ‘el ahogamiento seco’ como el ‘ahogamiento secundario’ se pueden producir por la inhalación de agua a través de las vías respiratorias. En los casos de ahogamiento seco, el líquido se aloja en las cuerdas vocales, causando un espasmo en las vías e impidiendo la respiración. En cambio, el ahogamiento tardío o secundario sucede cuando el agua entra directamente en los pulmones, donde se acumula generando dificultades respiratorias que pueden conducir a la muerte.
Mientras los síntomas del primero suelen ocurrir justo después del incidente, los del segundo pueden ser más tardíos. Ante la situación de que un niño haya vivido una experiencia próxima al ahogamiento o se tengan dudas sobre si ha podido tragar agua, se recomienda estar muy atentos a los siguientes síntomas: problemas respiratorios, toses, somnolencia, irritabilidad, dolor en el pecho y vómitos.
“Muchos padres no logran detectar los síntomas al confundirlos con la fatiga de un largo día de piscina o el agotamiento tras una situación próxima a la asfixia”, asegura el doctor especializado en emergencias médicas Mark A. Mitchell.
Para las situaciones más extremas, Andrea Masiá de Barbieri, pediatra del centro médico Cap Sant Pere de Ribes, se muestra contundente: “Siempre que un niño haya sufrido un ahogamiento en una piscina o en la playa, por más que recupere la conciencia rápidamente y lo veamos bien, hay que llevarlo a un centro hospitalario inmediatamente”.
EL CONFIDENCIAL, Jueves 15 de junio de 2017
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