LAURA PERAITA
Pedro García Aguado,
ex jugador olímpico de waterpolo y asesor en adicciones y trastornos de
conducta en la adolescencia —también conocido por su participación en
el programa «Hermano Mayor»—, y Francisco Castaño,
profesor de Secundaria, acaban de presentar su libro «Aprender a
Educar. Evitar el mal comportamiento y el fracaso escolar». Ambos tienen
muy claro que los trastornos de conducta y mal comportamiento de los niños —salvo que se produzcan por algún tipo de patología, que son los menos—, se gestan en Primaria y se manifiestan en Secundaria.
«Somos tiranos de nacimiento por la simple razón de que tenemos que
sobrevivir. Los niños quieren salirse siempre con la suya: desean un
juguete, no comer verdura, no ponerse el cinturón en el coche... Hay que
educarles y decirles «no, tú te pones el cinturón» porque si le dejamos
que vaya sin él estaremos contribuyendo a que sea un verdadero tirano
que hace lo que quiere. Hay que aguantar las rabietas, aunque sea durante los siguientes cuatro días, hasta que sepa que no le queda más remedio que hacer lo que dicen los padres».
—¿Cómo pueden detectar unos padres si su hijo es ya un tirano?
—«Es aquel que no acepta un "no" por respuesta, hasta tal
punto que cada vez que lo escuha monta una pataleta monumental –indica
García Aguado–. Si no aguantas la pataleta y cedes a sus deseos él habrá
ganado la batalla y cuando sea mayor no será lo mismo soportar el enfado de un chaval de 16 años. Por ello, es fundamental que si los padres han dicho "no", se mantengan esta postura, pase lo que pase».
Otra de las pistas es observar si tiene falta de autoestima,
inseguridad y sentimiento de autoeficacia negativo. «En estos casos
–explica Francisco Castaño– hay que hacer un refuerzo positivo de su
buen comportamiento. Es decir, si mi hijo hace la cama, le digo «mira
que bien lo has hecho», lo valoro. Pero, ¡ojo! no le premio por ello
porque es su obligación hacerla. El problema es que muchos padres educan
en sentido negativo, les recriminan lo que no hacen bien sus hijos y
están muy pendientes de ellos cuando se comportan mal. Hay niños que se
comportan mal a propósito, para que se les haga caso. Es importante no
ignorar sus buenas acciones».
Otro síntoma de que algo no va bien es, según García Aguado, una mala adaptación a la escuela.
«Me refiero a que no hace amigos y que puede decir en casa "es que no
quieren jugar conmigo" pero, en realidad, lo que no quieren los otros
niños es asumir sus normas. Por ello, es importante el constante contacto de las familias con los colegios para ver hasta dónde es cierto lo que dicen los hijos y descubrir las causas».
Explican que el niño tirano también es aquel al que se le
pone una norma y nunca la cumple, que siempre tiene una respuesta y no
es capaz de asumir una reprimenda ni su propia responsabilidad.
—En ese intento de decir no al niño, ¿qué fórmulas hay para no acabar a gritos y que cumplan?
—Para Pedro García Aguado es esencial hablarle de normas y
consecuencias. «Al niño hay que decirle "tienes que lavarte los
dientes", explicarle la razón y qué ocurre si no lo hace: «mañana no
podrás jugar con tu juguete preferido». Para esto no hace falta gritar. No
importa que ese día no se lave los dientes. Mañana no tendrá su
juguete. Debemos ponerles consecuencias medidas y ajustadas a su edad y
que sean poco gratificantes para él. Fácil no es. Pero pronto se lavará
los dientes para recuperar su juguete.
—¿Y si dice «me da igual»?
—Los niños tienen tres estrategias para salirse con la
suya: decir «me da igual, –aunque en realidad no les de igual porque
están molestos–; negociar: «no lo volveré hacer más, por favor dame mi
juguete»; y, por último, enfadarse. «Si se les aguanta el enfado, al día
siguiente, o a los pocos días, cumplirán la norma», asegura Castaño.
–¿Amenazan mucho los padres a sus hijos?
—«Demasidado. Todos los tiranos que he tratado en consulta tiene padres que les han amenazado con castigos que
no cumplen. Como el niño sabe que son solo amenazas, pues no cumplen la
norma, ¿para qué? Lo malo –advierte García Aguado– es que a veces los
padres acumulan tantas amenazas que explotan en un momento dado con un
castigo desorbitado», .
—No hace tantos años se llamaba a los padres de usted, ¿por qué se ha perdido tanto el respeto por los progenitores?
–Muchos padres han querido ser colegas de sus hijos, se han
creído que están por encima de los profesores criticándo sus
actuaciones, han querido vivir bajo la cultura del pelotazo y han dado
una imagen irreal a sus hijos de lo que es la persona adulta. Si en casa
un padre menosprecia al docente, a lo que dicen los medios de
comunicación, habla de cómo engañar al jefe para trabajar menos... mal
vamos.
—Aún así, los padres son muy protectores con sus hijos. ¿Son conscientes de ello?
—«No exactamente —indica García Aguado—. No permitimos a
nuestros hijos que hagan absolutamente nada, se lo damos todo mascado,
hecho, y les hacemos incapaces para vivir en sociedad. Incuso, si meten
la pata en algo, somos los que damos la cara por ellos. No somos
conscientes de ello. Es una equivocación. Tenemos que acostumbrarles a
que cuando pase algo malo, sepan superarlo. Todos los padres queremos
que ellos sean autónomos y sepan vivir en sociedad, pero no somos
conscientes de que si los sobre protegemos cuando sean mayores no serán
capaces de afrontar nada. Debemos ayudarles a que estén preparados para
afrontar los retos y los riesgos».
Francisco Castaño añade que lo que no saben la gran mayoría de padres es que la sobre protección convierte a los hijos en tiranos y eso «no lo saben porque les quieren tanto y pretenden que sufran tan poco que se les convierte en tiranos. Es un gran error».
—Se han perdido muchos valores. ¿Cuáles los más urgentes a recuperar?
—Los dos responden al unísono que el esfuerzo «porque es lo
que te hace conseguir las cosas pero, además, cuando lo consigues
porque te lo has trabajado te satisface. Si hago trampas y logro llegar a
la meta no es lo mismo. La satisfacción y el esfuerzo es lo que tenemos que transmitir a los hijos porque son valores perdidos
y, por eso, son unos insatisfechos y quieren las cosas "ya" porque no
saben lo que cuesta ganárselas. Es un error, por ejemplo, ir a llorar al
profesor para que le den un aprobado».
Pedro García Aguado matiza que «no hay que olvidar que los
valores son conductas adaptativas, es decir, que se aprenden: un hijo no
"sale" empatico, responsable, agradecido... se lo tenemos que enseñar
nosotros. En casa se los trasmitimos sin apenas darnos cuenta: si un
padre se compra un coche, una casa, etc., porque el padre consigue un
crédito, el niño piensa que el padre es rico. El crédito fácil favorece
que vivan en un mundo irreal y cuando los hijos entran de lleno en el
mundo real el tortazo es tan grande que resulta muy doloroso».
—¿Escuchamos a los hijos?
—«Oímos, pero no escuchamos —responde Francisco Castaño—.
Es importante ser concientes de lo que le importa a nuestros hijos, que
no tiene que ser lo importante para nosotros. Ponemos la oreja enseguida
cuando nos habla del colegio, incluso les interrogamos, pero si nos
cuenta algo que le ha pasado con sus amigos o lo mucho que le gusta un
juego desconectamos de lo que nos está contando. Para él, esto último es
lo importante porque forma parte de su vida y hay que comunicarse
porque si no empezamos ya, desde pequeños, a hablar con ellos, no
podemos pretender que con 16 año nos cuente dónde han estado o qué hace
con sus amigos».
García Aguado añade que «el estrés de los padres es
responsabilidad nuestra y no podemos hacer que nuestro hijo no nos
moleste por ello, hay que darles un espacio de atención y confianza. Ser
padres es difícil, duro y hay que currárselo. Hay que adaptarse a los
tiempos. Antes, la madre pasaba muchas horas en casa, tenían la
responsabilidad de la educación, pero ahora trabajamos todos y dedicamos
menos tiempo alos hijos. ¿Es culpa de la mujer? No, lo que habrá que
hacer es que el hombre asuma la parte de responsabilidad de los hijos
que antes no tenía. Hay que ser flexibles».
ABC, Miércoles 5 de noviembre de 2014
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