NATASHA CRAIG
Embarazada.
Ahí lo tenía, más claro que el agua: dos líneas azules me observaban desde el pequeño test de embarazo que acababa de comprar.
Un doble check.
Una línea = no embarazada.
Dos líneas = embarazada.
Vale, entonces estaba embarazada, definitivamente.
El corazón me latía con fuerza.
La cabeza me daba vueltas.
Y tenía el estómago revuelto.
Estaba nerviosa, emocionada, aterrada y a punto de entrar en éxtasis. Todo eso al mismo tiempo.
¡Me
estaba ocurriendo de verdad! Después de años soñándolo, preparándome y
anticipándome a ese día, por fin estaba ahí. Iba a ser madre.
Pero
todavía no sabía que en nueve cortos meses empezaría el viaje más
agotador, más trascendental, más desgarrador e indescriptiblemente
gratificante de mi vida.
En nueve meses, aprendería el precio de
la maternidad de primera mano. Sabría exactamente lo que supone ser
madre. Ganaría en entendimiento y gratitud hacia la bella mujer que
llamo Mamá.
Aprendería lo que experimentan las madres y sobre lo que sus hijos tienen poco conocimiento.
Éstas son las 10 cosas que tu madre nunca te dijo.
1. La hiciste llorar... mucho.
Lloró cuando se enteró de que estaba embarazada. Lloró cuando te dio a
luz. Lloró la primera vez que te tuvo en brazos. Lloró de alegría. Lloró
de miedo. Lloró de preocupación. Lloró porque se siente profundamente
unida a ti. Sintió tu dolor y tu alegría y lo compartió contigo, aunque
no te dieras cuenta.
2. Quería ese último trozo de tarta.
Pero al ver que tú lo mirabas con esos grandes ojos y que te pasabas la
lengua por la boquita, no pudo comérselo. Sabía que le haría más feliz
en tu boca que en la suya.
3. Le dolía. Cuando
le tirabas del pelo, le dolía; cuando la agarrabas con esas uñas
imposibles de cortar, le dolía; cuando le mordías para mamar, también le
dolía. Le dabas pataditas en las costillas; le ensanchaste el estómago
durante nueve meses; hiciste que se contrajera de un dolor agonizante
cuando llegaste al mundo.
4. Siempre estaba asustada.
Desde el momento en que te concibió, hizo todo lo que tenía en su mano
para protegerte. Se convirtió en tu mamá osa. Era esa mujer que quería
decir que no cuando la hija de la vecina pedía cogerte en brazos, y que
temía cuando lo hacía, pues en su opinión nadie como ella podía
mantenerte a salvo. Casi se le sale el corazón del pecho cuando diste
tus primeros pasos. Se quedó despierta hasta tarde para asegurarse de
que llegabas a casa sana y salva, y se despertó temprano para despedirse
de ti cuando ibas al colegio. En cada golpe y cada traspié, ella estaba
cerca; y dispuesta a calmarte tras un mal sueño o una noche de fiebre.
Ella estaba ahí para asegurarse de que tú estabas bien.
5. Sabe que no es perfecta.
Ella misma es su peor crítica. Sabe todos sus defectos y a veces se
odia por ello. Y es más dura consigo misma en lo que a ti se refiere.
Querría ser la madre perfecta y no hacer nada mal, pero es humana, y
cometió errores. Probablemente siga intentando perdonárselos. Desearía
con todo su corazón volver atrás y hacer las cosas de otra manera, pero
no puede, así que sé buena con ella. Ten en cuenta que lo hizo lo mejor
que supo.
6. Te observó mientras dormías. Hubo
noches en las que estuvo despierta hasta las 3, rezando para que te
quedaras dormida. Apenas podía mantener los ojos abiertos cuando te
cantaba, y te pedía "duérmete, por favor". Entonces, cuando al fin te
dormías, te tumbaba y todo su cansancio desaparecía durante un corto
segundo cuando se sentaba a tu lado y miraba esa carita perfecta,
experimentando más amor del que creía posible, a pesar de sus brazos
cansados y sus ojos doloridos.
7. Te llevó consigo mucho más de nueve meses.
La necesitabas. Y ella a ti. Aprendió a tenerte en brazos mientras
limpiaba, mientras comía, e incluso mientras dormía. A veces, ésta era
la única forma. Se le cansaban los brazos y le dolía la espalda, pero te
seguía cogiendo porque tú querías tenerla cerca. Te abrazaba, te
mimaba, te daba besos y jugaba contigo. Te sentías a salvo, querida y
feliz en sus brazos, así que ella te cogía siempre que lo necesitabas.
8. Se le rompía el corazón cada vez que llorabas.
No había sonido más triste que tu llanto, ni visión más terrible que
tus lágrimas. Hacía todo lo posible para que dejaras de llorar y, cuando
no podía detener tus lágrimas, el corazón se le hacía añicos.
9. Te ponía en primer lugar.
Podía mantenerse sin comer, sin ducharse y sin dormir. Siempre ponía
tus necesidades por delante de las suyas. Se pasaba todo el día
pendiente de tus necesidades y, al terminar el día, ya no le quedaba
energía para sí misma. Aun así, al día siguiente, se levantaba y lo
volvía hacer. Tú significabas demasiado para ella.
10. Lo volvería a hacer.
Ser madre es uno de los trabajos más difíciles que alguien puede
realizar. A veces, te lleva hasta el límite. Lloras, sufres, lo
intentas, fracasas, trabajas y aprendes. Pero también experimentas más
alegría de la que pensabas posible, y más amor del que tu corazón puede
contener. A pesar del dolor, del sufrimiento, de las noches sin dormir y
de los madrugones que hiciste pasar a tu madre, lo volvería a hacer de
nuevo porque, para ella, te lo mereces. Por tanto, la próxima vez que la
veas, dale las gracias; dile que la quieres. Nunca se cansará de oírlo y
nunca serán demasiadas las veces que se lo digas.
El artículo se compartió por primera vez en el blog de Natascha, www.confessionsofateenagebride.com
Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de The Huffington Post y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano.
Seguir a Natasha Craig en Twitter:
www.twitter.com/NatashaJCraig
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